El mural semeja un enorme cartel pegado a la pared. En él, tres personajes pintados con trazos sencillos en blanco y negro, y sus camisas rellenadas en azul cobalto simbolizan, con sus brazos vueltos fuego, la unión de campesinos, estudiantes y obreros. Un labriego empuña un enorme machete. Un joven guardia enarbola El libro rojo con las citas de Mao Tse-tung. Y un trabajador levanta su martillo. Grandes letras en su parte superior, a la manera de una pinta callejera subversiva, anuncian el propósito de esa alianza: Por la revolución proletaria. Venceremos.
El tiempo ha dejado su marca en la enorme pintura, que engalana los muros de la Escuela Normal Rural General Matías Ramos Santos de San Marcos, Loreto, Zacatecas. Es obra del artista plástico José Hernández Delgadillo, a decir del investigador estadunidense Alan Barnett, el más grande artista político mexicano de la segunda mitad del siglo XX, que introdujo conceptos del arte moderno en la expresión popular. Ese mural fue uno de los 170 que pintó en nuestro país, Estados Unidos, Canadá y Costa Rica.
Este año se celebran los 100 años del inicio del muralismo mexicano y el primer centenario del normalismo rural, con la fundación de la primera escuela de este tipo en Tacámbaro, Michoacán, hoy la Vasco de Quiroga en Tiripetío. En Hernández Delgadillo se cruzan ambas conmemoraciones. De un lado, renovó y enriqueció esta tradición pictórica mexicana. Del otro, acompañó la lucha de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, y pintó murales en la normal rural Tenería, estado de México, en Mactzumactzá, Chiapas, y Cañada Honda, Aguascalientes, además del de San Marcos.
Pero, además, comenzó su formación política con el maestro Narciso, egresado de la normal rural de Calpulalapan. Y él mismo, durante un año, fue alumno de la normal rural de Soltepec, en las faldas de La Malinche. Allí conoció a otro profesor, militante del Partido Comunista Mexicano, que lo invitó a participar en sus filas y le dio su carnet, aunque –escribió en sus notas autobiográficas– “no me tocó su mejor época”.
El pintor nació en Tepeapulco, Hidalgo, en 1927, en el seno de una humilde familia rural. Con 18 años de edad viajó a la Ciudad de México a estudiar pintura. Para sostenerse económicamente trabajó en D.M. Nacional. Descubrió a los grandes muralistas viendo exposiciones y museos. José Clemente Orozco lo marcó para siempre. Logró que lo admitieran en La Esmeralda. Su obra Hombres le permitió obtener una beca de seis meses en Francia. Permaneció allí dos años y conoció a gente de todo el mundo. Ingresó por invitación en el Salón de la Plástica Mexicana. Obtuvo en dos ocasiones el premio de adquisición.
El movimiento estudiantil-popular de 1968, al que dio seguimiento muy de cerca por la amistad que tenía con Leopoldo Ayala, le cambió la vida. Junto a poetas, cantantes y actores, fue parte del grupo de Arte Colectivo en Acción. Participó en huelgas obreras, tomas de tierras, asentamientos urbanos irregulares y protestas estudiantiles. Surgió allí la idea de hacer murales, no para producir obras maestras, sino para cubrir una necesidad política y propagandística de representar la lucha revolucionaria del pueblo. Su obra se convirtió en un llamado a la conciencia de clase.
Pepe Delgas, como le llamaban algunos de sus compañeros, se acercó al maoísmo y la línea de masas. Acompañó al Frente Popular Independiente y al Frente Popular Revolucionario y militó en Acción Popular-Marxista Leninista (AP-ML). Su arte y su miltancia se volvieron una.
Su amigo y camarada Benjamín González Suárez, compañero del ingeniero Javier Fuentes y del Güero Medrano, recuerda su incorporación a esa organización. “Apoyamos una toma de tierras de Pino Resineros, en San Pedro Piedras Gordas, municipio de Villa Madero –dice–. Los compañeros de la Escuela de Arquitectura del estado de México y Hernández Delgadillo fueron nuestro principal apoyo. El asesor legal era Efrén Capiz. Pepe me avisaba: ‘Ya se me acabó el dinero, y viajaba al DF a vender un cuadro’. Constantemente me decía: ‘Hay que fundar un partido’, sin saber que éramos una organización política. Así que, en una reunión interna (de AP-ML), insistí en que había que compartir con él que éramos una organización que pretendía fundar un partido. Finalmente se aceptó informarle”. Sus dibujos ilustraron las publicaciones de la organización.
Años después, Delgadillo participó como secretario cultural del Movimiento Revolucionario del Pueblo. Ellos lo propusieron en 1987 como precandidato a la Presidencia de la República, por el Partido Mexicano Socialista.
El creador concibió el arte como medio “solidario de los anhelos del pensamiento revolucionario, a la explotación y a la vulgaridad. Como elemento transformador, valorador y dignificador de la existencia”. Como él mismo explicó, su pintura mural tuvo mucho que ver con la plana de los códices precolombinos y el cubismo.
Con su brocha como arma, Pepe Delgas fue figura central del maoísmo mexicano. Estuvo detenido-desaparecido por un mes. Falleció en 2000. Su hijo Francisco Hernández Zamora recopiló, en el hermoso y apasionante libro José Hernández Delgadillo 1928-2000, parte de su obra mural, y una diversidad de ensayos y entrevistas con el artista. Pero, a pesar de este esfuerzo, su producción y su legado están en peligro.
Hernández Delgadillo pintó en el auditorio de la Facultad de Ciencias de la UNAM, un impresionante mural que representa la lucha del pueblo. Signo de los tiempos, algunos activistas querían que en la obra apareciera Mao Tse-tung y un fusil. Otros se opusieron. Finalmente, en aras de la unidad, se acordó no incorporar esos elementos. Como metáfora de la suerte que ha corrido su obra, a diferencia de otros murales en esa institución educativa y a pesar de la grandeza del artista visual, es muy difícil ver el de José, porque usualmente está tapado por una cortina...
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