Entre 18 mil y 20 mil ballenas mueren cada año embestidas por barcos de carga, de pesca, cruceros o embarcaciones de gran tamaño. Algunos ejemplares resultan heridos, pero muchos mueren y sólo 10 por ciento quedan varados en las costas, por eso es un fenómeno poco visible, señala Paolo Bray, director de Friend of the Sea, organización internacional con sede en Milán.
Existen al menos seis casos documentados de muertes de ballenas grises por choques con barcos en las costas de California y Alaska. “Es probable que haya un subregistro, ya que los cuerpos de los cetáceos no siempre llegan a la costa. Sin embargo, en el caso de México no hemos encontrado registros de choques letales”.
Menciona que a nivel mundial, el volumen de la industria naviera se duplica cada 10 años, “esto ha generado un incremento exponencial del tráfico marítimo y una mayor presión sobre las poblaciones de ballenas. El momento de actuar es ahora”.
En entrevista, Bray explica que en el planeta se estima que hay 90 especies de cetáceos, de los cuales 14 son especies de ballenas, pero para conocer su estado, la evaluación se hace por poblaciones, es decir, una especie puede tener una población en riesgo de extinción en alguna zona específica del mundo, pero puede tener abundancia en otra región.
De aproximadamente 20 poblaciones registradas, de siete se tienen datos insuficientes; dos están en peligro crítico de extinción; cuatro están en peligro de extinción; tres son vulnerables y seis están sanas. No obstante, las más raras y amenazadas son las ballenas francas, ya que sólo quedan 866 en los océanos, otras que se han reducido de manera dramática son las ballenas azules, las de aleta y las jorobadas.
Destaca que hay desafíos que dificultan la evaluación, como el que las ballenas pasan la mayor parte del tiempo bajo el agua, que algunas poblaciones habitan en las regiones más remotas del mundo o que no hay datos históricos disponibles.
Sostiene que “si bien la industria marítima ha aplicado medidas para reducir esta amenaza, aún queda mucho por hacer. Al menos uno de cada dos buques hace la vista gorda y no participa en absoluto en los esfuerzos para proteger a las ballenas. Es necesaria una mayor colaboración entre los diferentes actores implicados, desde el sector marítimo, pasando por los gobiernos, las organizaciones internacionales y aquellas dedicadas a la conservación”.
No existe una única solución para proteger a las ballenas de los choques con barcos, sino un abanico de medidas tecnológicas, operativas y educativas que pueden ayudar a reducir la amenaza.