El pánico político irracional es un fenómeno tan estadunidense como el pay de manzana. A menudo surge como resultado de una incapacidad potencial de los poderes fácticos de controlar el desenlace de acontecimientos que plantean desafíos a los intereses del orden socioeconómico existente o al statu quo del ambiente geoestratégico. La era de la guerra fría llena volúmenes acerca de este fenómeno, pero también es evidente en periodos anteriores –por ejemplo, el primer “terror rojo” posterior a la Primera Guerra Mundial–, y todos podemos ver claros paralelos en la situación actual, con las reacciones al conflicto en Ucrania y al surgimiento de China como potencia global.
En la entrevista siguiente, el renombrado intelectual Noam Chomsky aborda el fenómeno del pánico político irracional en Estados Unidos, con énfasis en los sucesos actuales en el frente de la política exterior, y los peligros de buscar mantener la hegemonía global en un mundo multipolar.
–La cultura política en Estados Unidos parece tener propensión hacia el alarmismo cuando se trata de sucesos políticos que no están en consonancia con los intereses económicos, el marco ideológico y los intereses estratégicos de los poderes fácticos. De hecho, desde el pánico antiespañol de finales de la década de 1890 hasta la furia actual por las preocupaciones políticas de Rusia sobre Ucrania, y el creciente papel de China en los asuntos mundiales y todo lo que hay en medio, el establishment político y los medios de este país tienden a responder con alarma total hacia sucesos que no se alinean a los intereses, valores y objetivos estadunidenses. ¿Puede comentar sobre este peculiar estado de cosas, con énfasis en lo que ocurre hoy en relación con Ucrania y China?
–Muy cierto. A veces es difícil de creer. Uno de los ejemplos más significativos y reveladores es el marco retórico del documento principal de planeación de los primeros años de la guerra fría, el NSC-68 de 1950, poco después de “la pérdida de China”, que desencadenó una histeria en Estados Unidos. El documento puso el escenario para una enorme expansión del presupuesto militar. Vale la pena recordarlo hoy, cuando los ecos de esas locuras están reverberando, y no por primera vez: es perenne.
Las políticas recomendadas por el NSC-68 han sido ampliamente discutidas en la academia, aunque pasando por alto la retórica histérica. Se lee como un cuento de hadas: el mal absoluto confrontado por la pureza total y el noble idealismo. De un lado está el “Estado eslavo”, con su “designio fundamental” y su inherente “compulsión” por ganar “autoridad absoluta sobre el resto del mundo”, destruyendo a todos los gobiernos y la “estructura de la sociedad” en todas partes. Su maldad absoluta contrasta con nuestra total perfección. El “propósito fundamental” de Estados Unidos es asegurar “la dignidad y valor del individuo” en todas partes. Sus líderes son animados por “impulsos generosos y constructivos, y la ausencia de codicia en nuestras relaciones internacionales”, lo que es particularmente evidente en los dominios tradicionales de la influencia estadunidense, el hemisferio occidental, que durante tanto tiempo ha sido el beneficiario de la tierna solicitud de Washington, como sus habitantes pueden atestiguar.
Cualquier persona familiarizada con esta historia y con el balance real del poder global en ese tiempo habría reaccionado con total estupefacción ante esa representación. Sus autores del Departamento de Estado no podían haber creído lo que escribían. Algunos dieron más tarde una indicación de lo que se proponían. El entonces secretario de Estado, Dean Acheson, explicó en sus memorias que, para dar un empujón a la enorme expansión militar planeada, era necesario “machacar la concepción general del más alto nivel de gobierno” en formas que eran “más claras que la verdad”. El muy influyente senador Arthur Vanderberg sin duda lo entendió así cuando aconsejó (en 1947) que el gobierno debería “matar de miedo al pueblo estadunidense” para sacarlo de su atraso pacifista.
Hay muchos precedentes, y los tambores suenan ahora con advertencias acerca de la complacencia e ingenuidad estadunidense acerca de las intenciones del “perro loco” Putin de destruir la democracia en todas partes y someter al mundo a su voluntad, ahora en alianza con el otro “gran Satanás”, Xi Jinping.
La cumbre Putin-Xi del 4 de febrero, sincronizada con la apertura de los Juegos Olímpicos, fue reconocida como un acontecimiento primordial en los asuntos mundiales. La crónica en el New York Times se titula “Un nuevo eje”, una alusión descarada. La nota reporta las intenciones de rencarnación de las potencias del Eje: “El mensaje que China y Rusia han enviado a otros países es claro”, escribe David Leonhardt. “No presionarán a otros gobiernos para respetar los derechos humanos o realizar elecciones”. Y, para consternación de Washington, el Eje está atrayendo a dos naciones del “campo estadunidense”, Egipto y Arabia Saudita, ejemplos estelares de cómo Estados Unidos respeta los derechos humanos y las elecciones en su campo: enviando enormes cantidades de armas a esas dictaduras brutales y participando directamente en sus crímenes. El Nuevo Eje también sostiene que “un país poderoso debe ser capaz de imponer su voluntad dentro de su esfera declarada de influencia. Incluso debe poder derrocar a un gobierno débil cercano sin que el mundo interfiera”… idea que Estados Unidos siempre ha aborrecido, como muestra el registro histórico.
Hace 2 mil 500 años, el oráculo de Delfos emitió: “Conócete a ti mismo”. Vale la pena recordarlo, quizás.
Como en el caso del NSC-68, hay método en la locura. China y Rusia son amenazas reales. La hegemonía mundial no las toma a la ligera. Hay ciertos rasgos comunes notables en la forma en que la opinión y las políticas estadunidenses reaccionan a estas amenazas. Merecen cierta consideración.
El Consejo Atlántico describe la formación del Nuevo Eje como un “desplazamiento tectónico en las relaciones globales”, con planes que “causan vértigo”: “Las partes acordaron vincular más estrechamente sus economías a través de la cooperación entre la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China y la Unión Económica Euroasiática de Putin. Trabajarán juntas para desarrollar el Ártico. Profundizarán la coordinación con instituciones multilaterales y combatirán el cambio climático”.
No debemos subestimar la gran significación de la crisis ucrania, añade Damon Wilson, presidente del Fondo Nacional por la Democracia. “Lo que está en juego en la crisis actual no se refiere sólo a Ucrania, sino al futuro de la libertad”, nada menos.
Se tienen que tomar medidas fuertes e inmediatas, afirma el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell: “Biden debe usar todas las herramientas de su caja e imponer duras sanciones antes de una invasión, y no después”. No hay tiempo para entretenerse en llamados al estilo Macron al oso furioso para que aplaque su violencia.
La doctrina recibida es que debemos confrontar la formidable amenaza de China y mantener la firmeza en torno a Ucrania, mientras Europa vacila y Ucrania nos pide bajarle a la retórica y procurar medidas diplomáticas. Por fortuna para el mundo, Washington se mantiene incólume en su dedicación a lo que es correcto y justo, incluso si está casi solo, como cuando invade Irak y ahoga a Cuba, desafiando una protesta internacional virtualmente unánime, por poner sólo dos ejemplos.
–Uno de los sucesos más notables en la arena internacional de hoy es que, mientras Estados Unidos se retira de Medio Oriente y otras partes, China se acerca a ellos, pero con un enfoque estratégico diferente y una agenda general. En vez de bombas, misiles y diplomacia coercitiva, China expande su influencia mediante “poder blando”. De hecho, la expansión estadunidense en el exterior siempre dependió en forma abrumadora del uso del poder duro, y, en consecuencia, sólo dejó hoyos negros tras su retiro. ¿En qué extensión, como algunos podrían sostener, es esto resultado de una nación joven, ignorante de la historia y con falta de experiencia en asuntos globales (aunque sería difícil encontrar algún ejemplo de imperialismo benigno)?
–No creo que Estados Unidos haya forjado nuevos caminos en la brutalidad imperial occidental. Considérese simplemente a sus predecesores inmediatos en el control mundial. La riqueza y poderío mundial de Gran Bretaña derivaron de la piratería (figuras heroicas como Sir Francis Drake), del despojo a India con engaños y violencia, espantosa esclavitud, la mayor empresa mundial de narcotráfico y otros actos igualmente refinados. Francia no fue diferente. Bélgica rompió récords en crímenes atroces. No se puede decir que la China actual sea benigna dentro de su alcance, mucho más limitado. Sería difícil encontrar excepciones.
Los dos casos que usted menciona tienen rasgos sumamente instructivos, mostrados con claridad, si bien sin intención, por la forma en que son representados. Veamos un artículo del New York Times acerca de la creciente amenaza china. El titular dice: “Mientras EU se retira de Medio Oriente, China se acerca, expandiendo sus lazos con estados de la zona mediante vastas inversiones en infraestructura y cooperación en tecnología y seguridad”.
–La influencia de Estados Unidos disminuye en el sistema internacional, pero uno no llegaría con facilidad a esta conclusión si observa la actual estrategia de seguridad estadunidense, que aún está diseñada en torno de la doctrina de las “dos guerras”, aun si no lo dice expresamente. En este contexto, ¿podría alegarse que el imperio estadunidense se debilita en el siglo XXI, y que el fin del imperio no será un acontecimiento pacífico?
–Por muchos años, en círculos de política exterior se ha vaticinado que China sobrepasará a Estados Unidos y dominará los temas mundiales, perspectiva dudosa, en mi opinión, a menos que Estados Unidos mantenga el curso actual de autodestrucción, que quizás se aceleraría con la victoria en el Congreso del partido negacionista que se prevé para noviembre.
Como hemos visto, durante algunos años el antiguo Partido Republicano ha sido descrito con más precisión como una “insurgencia radical”, que ha abandonado la política parlamentaria normal, tomando prestados los términos de los analistas políticos
Thomas Mann y Norman Ornstein, del American Enterprise Institute, hace una década, cuando la apropiación de esa insurgencia por Donald Trump no era aún una pesadilla.
(Entrevista publicada originalmente en: https://truthout.org/articles/chomsky-us-push-to-reign-supreme-stokes-the-ukraine-conflict/)
*C.J. Polychroniou es un politólogo y economista político, escritor y periodista, que ha enseñado y trabajado en numerosas universidades y centros de investigación en Europa y Estados Unidos. Uno de sus más recientes libros es The Precipice: Neoliberalism, the Pandemic, and the Urgent Need for Radical Change (antología de entrevistas con Noam Chomsky, 2021).
© Truthout. Reproducido con permiso.
Traducción: Jorge Anaya
Entrevista completa en: https://www.jornada.com.mx/ultimas/politica/2022/02/28/chomsky-el-supre-macismo-de-eu-atiza-el-conflicto-en-ucrania-2036.html