Oruro. Entre trajes multicolores, música y danzas típicas, el Carnaval de Oruro, la fiesta folclórica más grande de Bolivia, volvió este sábado después de un año de suspensión por la pandemia.
“El carnaval es cultura, fe y devoción, pero también es turismo y reactivación económica”, tuiteó el presidente boliviano, Luis Arce, quien no estuvo en el desfile.
“Volvemos a mostrar al mundo esta obra maestra, patrimonio oral e intangible de la humanidad”, agregó. La fiesta es patrimonio de la Unesco desde 2001.
Aunque hay actividades vinculadas desde noviembre, el desfile principal se hace el sábado de carnaval, entre febrero y marzo según el año.
“Es una alegría volver nuevamente después de tanto... Dos años, precisamente, por esta pandemia”, expresó Graciela Arias, enfermera de 70 años que miraba el espectáculo con su nieto.
Los participantes debieron presentar su carnet de vacunación contra el covid-19 y algunos incluso desfilaron con mascarillas.
Alrededor de 50 conjuntos participan en el carnaval, por lo menos 28 mil bailarines y 10 mil músicos, según datos de Unesco.
Entre las danzas tradicionales presentes en la procesión de cuatro kilómetros están la morenada, diablada, caporales, waca waca y tinku.
“Muy felices de volver y pedirle a la virgencita que nos proteja siempre, que nos cuide”, dijo entre lágrimas Neydi Taraña, sicóloga de 27 años y bailarina en un conjunto de morenada.
En esta edición consagrada a la Virgen del Socavón, patrona de los mineros, la celebración tiene orígenes prehispánicos y se orientó hacia el cristianismo tras la conquista española.
El final del circuito por la ciudad es la Iglesia del Socavón. Algunos grupos mantienen la tradición de atravesar el templo de rodillas hasta llegar al altar, donde reciben la bendición de un cura.
“¡Jallalla la virgen!”, exclamó un sacerdote cuando se dirigía a un conjunto de danzas, en alusión a un término quechua-aimara que significa “¡que viva!”
Varios habitantes de Oruro, ciudad minera y agrícola a unos 3 mil 700 metros de altitud en el altiplano del oeste de Bolivia, obtienen buena parte de sus ingresos del carnaval.
Para la Unesco, “la explotación financiera incontrolada del carnaval es un peligro”.
El precio de un asiento puede alcanzar 100 dólares en un país donde el salario mínimo ronda 300. Los costos del alojamiento son aún mayores durante esa fecha.
Las calles estaban repletas de vendedores ambulantes el sábado, pero algunos comerciantes se quejaron por bajas ventas. “El año pasado no hemos trabajado. Ya no hay mucha plata”, lamentó Delia, comerciante de jugos.