El 9 de diciembre de 2021, van a ser tres meses, volcó un tráiler con más de 160 migrantes y murieron 56 personas, entre ellas varias mujeres y niños. El escándalo fue mayúsculo y las autoridades mexicanas se rasgaron, indignadas, las vestiduras.
Como suele suceder, se formó una comisión, pero esta vez fue con bombo y platillo: el Grupo de Acción Inmediata (GAI), con la participación de Estados Unidos, Guatemala, Honduras, República Dominicana, Ecuador y México, los países directamente involucrados.
Se pretendía que el GAI fuera un mecanismo multidisciplinario ad hoc y de respuesta inmediata que serviría como una mesa permanente para investigar, identificar, aprehender y presentar ante la justicia a los integrantes y mandos de la organización criminal trasnacional responsable del accidente. La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) sería la coordinadora del grupo y todos los representantes de las naciones refrendaron su interés en combatir el tráfico internacional de personas.
Las únicas dos noticias que tengo registradas de que se hizo algo en este sentido; una, de República Dominicana, donde se identificaron a los traficantes que habían sido contratados por dos de los migrantes fallecidos y se desmanteló a la banda; y la otra, por parte de México, la SRE, la cual informó, que el 26 de enero de 2020 se repatriaron los cuerpos de los últimos migrantes fallecidos en el accidente. Luego, silencio absoluto en las noticias.
En diciembre fue el accidente y a finales de enero de este año, la Patrulla Fronteriza reportó que aprehendieron a 146 mil migrantes en ese mes. Los indocumentados continúan pasando a pie, en tren, en camión, en avión, en tráileres. Y las mafias de traficantes y tratantes siguen haciendo su negocio. Los costos varían de acuerdo con cada país, pero si hacemos un cálculo, muy conservador, de 4 mil dólares por migrante, en promedio, serían 584 millones de dólares que recibieron los traficantes tan solo en enero pasado.
Para 2022 se estima que la cifra sobrepase los 2 millones de migrantes aprehendidos, más aquellos que lograron cruzar, pero que también tuvieron que pagar. Los montos que ganan los traficantes por el tráfico de personas terminan siendo estratosféricos y los sobornos para que pasen los tráileres llenos de gente, también.
La labor de contención, por parte de México, durante el año pasado y según la Unidad de Política Migratoria, fue de 187 mil migrantes capturados y 114 mil deportados, de los cuales 110 mil eran de Centroamérica, 2 mil del Caribe y mil 400 de América del Sur los restantes eran originarios de otras naciones.
Los números fríos ponen en evidencia que la labor de México en el campo de la contención resulta simbólica, logra contener 10 por ciento del flujo total, de acuerdo a estos indicadores, pero la cifra es mayor porque hay otro tanto de migrantes que consiguen cruzar y no son detenidos, ni en México ni en la frontera.
Estos indicadores se han mantenido durante todo lo que va del gobierno de Joe Biden, pero fueron diferentes durante la época de Donald Trump. El magnate hotelero puso como cifra inaceptable la aprensión de 130 mil migrantes en un mes y chantajeó a México con poner aranceles, cancelar la firma del Tratado de Libre Comercio y quebrar la economía mexicana. Con un tuit le dobló la mano a López Obrador.
Una posible lectura de lo que está pasando es la de considerar a la contención como el “trabajo sucio” que tiene que hacer México por presiones de Estados Unidos. Lo cual tiene cierto sentido, los migrantes no quieren quedarse en México, por tanto, es asunto de los que están en el otro lado. Y si de trabajo sucio se trata, se hace lo mínimo posible. Pero la consecuencia de todo esto es la permisividad en cuanto a las mafias, los sobornos, los abusos, las extorsiones y las muertes que conlleva el tráfico de personas.
Los 146 mil migrantes detenidos en la frontera, que fracasaron en su intento en enero, no sólo perdieron tiempo, para muchos significa una verdadera catástrofe financiera, porque vendieron su casa, sus tierras, su ganado o se endeudaron para poder ir al norte.
Cada número, del uno al 146 mil, es una historia y una tragedia personal. Para unos pocos fue una aventura, para otros una grave pérdida económica; para algunos implico un abuso o violación; para aquellos la extorsión de un familiar; para otros la pérdida de un ser querido o de una pierna al caer del tren, y para todos, una pesadilla.
Esperemos noticias, de esta buena y necesaria iniciativa del llamado Grupo de Acción Inmediata.