Entre los músicos sinaloenses que dieron forma a la selecta pléyade de pioneros del jazz en México, figuran Chilo Morán, Mario Patrón, Héctor Hallal El Árabe, Inocente Díaz, Adolfo Díaz y, ya en una segunda generación de grandes maestros, habría que mencionar que Sinaloa vio nacer también al guitarrista Roberto Arballo, el ya célebre Betuco.
En la pasada entrega de esta columna platicábamos sobre los primeros pasos de Betuco en Mazatlán, Estados Unidos y Ciudad de México. En el entonces Distrito Federal tocó por todos lados, hasta que decidió irse a estudiar a la Dick Grove School of Music, en Los Ángeles.
“No recuerdo en qué año me volví a ir –nos sigue contando Betuco–. Sé que en esa época se embarazó mi segunda esposa de mi segundo hijo, que ayer cumplió 39 años. Me nació un interés genuino de estudiar, y poco después hice dos trimestres en la North Texas University.”
–Ahí está una de las mejores escuelas de jazz en el mundo. Pero andabas de un extremo a otro de Estados Unidos.
–Nunca tuve miedo de aventarme porque la mayoría de nosotros, cuando nos vamos a vivir a Estados Unidos, deambulamos mucho en el medio, aquí y allá, por muchas razones, pero yo ya tenía un hijo estadunidense, y estaba uno más por venir; ya me sentía preparado para ejercer allá.
“En México había tocado con Roger Williams, un gran pianista, y le decía ‘cuando me vaya a Los Ángeles, ¿me das chamba?’ ‘Claro que sí’–me respondía, y con él fui a tocar a la Casa Blanca dos veces y anduve trabajando por todos lados gracias a su ayuda.”
–¿Cuántos años viviste allá?
–Estuve allá desde los 17 años, con lapsos cortos, porque también me ha gustado mucho trabajar en México; no obstante, me sentía cómodo y tenía muchos amigos que ya se habían ido, como Bebu Silvetti y Ramón Flores. Regresé en definitiva a México en 1992.”
–¿Cuándo hiciste la primera versión de Wet Paint?
–Fue en Los Ángeles, con músicos de allá.
–¿Y la primera versión mexicana?
–Fue en cuanto llegué de Estados Unidos, con Miguel Ángel González en el bajo, Víctor Patrón en el piano, Fernando Caballero en la batería, Jako González en el saxofón, Armando Espinosa Pinaca en las percusiones y yo en la guitarra. Es básicamente la misma alineación de siempre, aunque pienso que todos los músicos que han pasado por Wet Paint seguirán siendo músicos de Wet Paint.
–¿Dónde tocaban?
–En El Galeón, del hotel Villa Fontaine, por el Metro Hidalgo. Era lo que había.
–Y ya andabas en el rollo del jazz fusión...
–Claro. Mucha música del disco empecé a componerla en 1970. No soy el único, muchos de entonces empezamos a hacer música de fusión, la cual mucha gente confunde con algo más tibio, más suave, pero no. Nosotros ya hacíamos una fusión con el jazz, el rock, el funk, la música latina y bossa nova; y eso está catalogado como paint formalmente. Por eso es Wet Paint Jazz Fussion el nombre de mi grupo.
“Ésa es la propuesta de Betuco de toda la vida. Es mi visión acerca de la música. Digo, trato de ampliarlo, de no encasillarlo. Uno compone básicamente lo que a uno le nace. Como has dicho, nosotros componemos música, pero no la catalogamos; hacemos música y ya. También Bill Evans, también Oscar Peterson o Chick Corea, aunque con ustedes los periodistas tengamos que explicar a grandes rasgos lo que verdaderamente queremos decir con eso.”
–Y tú, ¿qué quieres decir con eso?
–Quiero decir que me gusta mucho la música universal, que me gusta mucho el funk, que me gusta mucho el rock, que soy latinoamericano, que me gusta mucho la música mexicana, que disfruto mucho el jazz, y que quise ser roquero desde que estaba chamaquito y que no lo he dejado de ser. Que tomo la música en serio, que es muy importante estudiar orquestación, composición, improvisación; estudiar en serio la música, no nomás el jazz.”
Y es precisamente tocando en El Galeón, radicando ya definitivamente en México, cuando conoce a Yuko Fujino, con quien escribiría dos de las grandes páginas de nuestra historia. Hace 30 años de esto. La vida le reservaba todavía grandes sorpresas.
(Continuará)