Kiev. El estruendo de la explosión fue tan fuerte que pudo escucharse a mitad de las escaleras por las que bajaban hacia el sótano, sobresaltando a las familias que descendían. Ya estaban aterradas tras el ataque de misiles de la madrugada. Los padres apresuraban a sus hijos para que recorrieran los últimos escalones. “¿Están tratando de matarnos? ¿Nosotros qué les hemos hecho?”, quiso saber Valentina Kostenko. “Eso se escuchó muy cerca, tenemos suerte de estar aquí”, dijo mientras jalaba hacia sí a su pequeña hija. Su esposo, Anton, cargaba a su hijo y pensó que el ataque “estaba dirigido a una construcción oficial… están destruyendo los edificios gubernamentales; aniquilan nuestras estructuras”.
El objetivo en esta ocasión parece haber sido los GUR: los cuarteles generales de la inteligencia para la defensa que están cerca del centro de la ciudad.
Los detalles sobre las víctimas no están claros, pero hubo daños muy serios al edificio. El ataque se enmarcó en una serie de bombardeos contra la infraestructura, incluidos los aeropuertos militar y civil de esta capital.
Poco después, una docena de helicópteros artillados rusos M1-28 arrasaron el aeródromo de Hostomel, en las afueras de la capital, disparando ráfagas de cohetes Ataka, con lo que destruyeron numerosas naves e incendiaron los hangares.
Mientras los ataques continuaban por aire, tropas rusas y vehículos militares, algunos de ellos aportados por Bielorrusia avanzaban hacia Kiev por tierra tras violar la frontera, a unos 128.7 kilómetros al norte de la ciudad.
Rusia y Bielorrusia llevaban a cabo ejercicios militares conjuntos que debieron terminar el 20 de febrero. Éstos se prolongaron y son estas tropas las que ahora se dirigen a la capital de Ucrania.
El aluvión de bombardeos aéreos comenzó después de que Vladimir Putin anunció que comenzaría la invasión de Ucrania. Afirmó que era necesaria “una operación militar especial para defender a las personas que han sido víctimas de abusos y genocidios por parte del régimen de Kiev”. El presidente ruso agregó que no quería ocupar Ucrania, pero que pretendía “desnazificar” al país. Las fuerzas armadas ucranias debían deponer las armas o de lo contrario serían responsables de un posible “derramamiento de sangre”.
La mayoría de quienes se reunieron en el refugio improvisado de la calle Yaroslaviv Val no sabían nada del enojo a fuego lento que durante semanas expresó el presidente ruso y que finalmente hizo erupción con furia violenta. No sabían que la posibilidad de que su país ingresara a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) iba a ser visto como una amenaza existencial para el Kremlin, o que Ucrania, a juicio de Putin, se estaba convirtiendo “paulatinamente en una antípoda de Rusia; en una antiRusia”.
Anton Kostenko, refugiado en el sótano con su joven familia, expresó que no tiene interés en la política ni en los asuntos internacionales, y que si bien había seguido la confrontación entre Rusia y Ucrania, no tenía idea de que fuera a estallar y alcanzar estas dimensiones letales.
“Estuvimos escuchando de esto durante semanas… de los estadunidenses, de los británicos, de todos…”, sostuvo el arquitecto de 29 años. “Pero nada había pasado y estábamos seguros de que los líderes internacionales se asegurarían de que no iba a haber combates. Pero ahora esto ¿cómo fue que paso?”
Sentado junto a Kostenko, Ihor Nazarenko, de 44 años, no tenía duda de que esto ocurriría. “Se trata de un hombre, un hombre enojado y resentido que quiere castigarnos porque no aceptamos lo que él quiere. Putin está dispuesto a sacrificar vidas –sí, incluso las de sus propios soldados– por arrogancia.
“Todos los líderes internacionales han tratado de razonar con él, pero no se puede reflexionar con un hombre así, es necesario confrontarlo. Los líderes no lo hicieron y ahora tenemos esto aquí, en Kiev, nuestra capital”, manifestó Nazarenko.
Se llevan a cabo combates por todo el país: en Jarkiv, Mariupol, Kramatorsk y Odesa. De la misma forma, estas operaciones combinadas con el avance ruso en el norte también tienen el efecto de dejar aislada a Kiev.
Un posible plan de Moscú, de acuerdo con numerosas fuentes diplomáticas y de defensa internacionales es que una vez que la capital quede sin contacto alguno, Putin exigirá el cambio de régimen que siempre ha querido, con la renuncia del presidente Volodymir Zelensky, y exigirá que su remplazo sea más aceptable para Moscú.
Zelensky, en un mensaje a la nación la mañana de ayer, subrayó que la historia de Ucrania ahora ha cambiado para siempre y que Rusia se ha embarcado con rumbo a “lo maligno”. El gobierno impuso la ley marcial pero los caminos pronto se congestionaron de familias que salían de la ciudad.
Oleg Honcharuk se dirigía al este del país con su esposa y tres hijos. Recientemente los había traído de regreso de la casa de sus padres, donde estuvieron un tiempo, hasta que él decidió que todas las advertencias sobre un inminente conflicto eran exageraciones.
“Estuvimos escuchado, semana tras semana, que iba a haber un gran ataque. Esto no ocurrió así que decidimos, como familia, regresar a nuestra vida en Kiev”, contó Honcharuk, un ingeniero de 37 años. “Después de lo que ocurrió de ninguna manera nos vamos a quedar aquí. Sería todavía más peligroso”.
Pero también están los que se quedaron. Parada en la Plaza de la Independencia (o Plaza Maidan), donde comenzaron las protestas para derrocar al gobierno pro ruso de Víktor Yanukóvich, que fueron el origen de la actual situación incendiaria, Anna Serduyk se preguntaba si los sacrificios que se hicieron por esa lucha fueron en vano.
Ella formó parte de las protestas, cuando era una estudiante de 20 años. La unidad de la policía especial, que fue bien conocida por su brutalidad, le rompió el brazo en Berkut. “Realmente creímos en aquello por lo que luchábamos; éramos muy idealistas. Teníamos este sueño de ser una nueva nación.
“Quizá no todo lo que esperábamos se hizo realidad; ha habido muchas decepciones en el camino, pero también logramos muchas cosas. Pero si los rusos ganan ¿nos vamos a convertir en Donietsk y Lugansk? Ese no sería un país en el que valga la pena quedarse”.
Un amigo de Serduyk, Viktor Shevts, un activista de derechos humanos, tiene otras razones para marcharse. Ha habido durante mucho tiempo reportes de que Moscú tiene una lista de nombres de personas a las que arrestará. El miércoles, un fiscal militar, vestido de uniforme, salió en la televisión rusa con una lista de nombres de quienes podrían ser llevados a juicio.
“No sé cuántas listas habrá, pero me han dicho que mi nombre está en una de ellas. He hablado de los abusos en Donietsk y Lugansk, y para muchos no soy popular. No puedo quedarme aquí si los rusos toman el control”, reconoció Shevts.
Mientras hablaban, llegaron noticias de nuevos enfrentamientos en los que las fuerzas ucranias lograron hacer retroceder a los rusos, pero también había informes de cómo las tropas de Moscú recuperaron el terreno y se avanzaban hacia Kiev tras tomar el control de Cherníhiv, Chernobil, y el aeródromo de Hostomel.
Con esas pérdidas se abre la posibilidad de que las tropas del Kremlin lleguen pronto a la capital y queda por verse lo que eso significará para todos aquellos a quienes los rusos vean como enemigos.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca