En la ceremonia por el 109 aniversario luctuoso de Francisco I. Madero, encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, dijo que el legado del “mártir de la democracia” es su creencia en la conciliación, aun cuando se piense que los desacuerdos son irreductibles.
La lección de Madero, añadió, es que “la desigualdad y la inconformidad social como sistema de gobierno no pueden durar, y de ahí la necesidad del cambio democrático”.
Frente al mandatario y su esposa, Beatriz Gutiérrez, así como integrantes del gabinete legal y ampliado e invitados especiales, el funcionario hizo un recuento de la manera en que Madero resultó electo en el primer proceso democrático del país, en 1911.
Igualmente del contexto en el que surgió su lema “Sufragio efectivo, no reelección”, como herencia del movimiento opositor a la dictadura de Porfirio Díaz.
“Estamos en un sitio impregnado por la historia de los últimos días que llevan a esta fecha fatídica de su arresto y encarcelamiento, y finalmente asesinato”, expresó el secretario de Hacienda en el acto realizado en el patio de Palacio Nacional, donde minutos después el Presidente hizo una guardia de honor –y se guardó un minuto de silencio– al lado de una pintura de Madero, a quien de manera cotidiana alude como ejemplo a seguir.
De la O, a quien se encargó esta tarea de orador único en la ceremonia, recordó la forma en que Madero enfrentó a la oposición socavada de los personajes influyentes del antiguo régimen, a los periódicos conservadores y grupos de conspiradores que enlistaron en su ayuda al embajador Henry Wilson y empresarios petroleros y ferrocarrileros de Estados Unidos y Gran Bretaña.
“Como líder revolucionario convertido en presidente, hizo patente y dejó un legado para todos los mexicanos por su fe en la democracia y su postura de conciliar entre contrarios; su bondad, tenacidad, y su dignidad y valor civil, aun a costa de la vida”, destacó.
Traición de Huerta
Después de su detención –el 18 de febrero de 1913– por el general Aureliano Blanquet, Madero y Pino Suárez fueron llevados y aislados en la intendencia de Palacio Nacional. Vinieron después horas de encierro y reflexión acerca de la traición huertista.
El 22 de febrero, Madero y Pino Suárez fueron separados del general Ángeles para ser llevados a Lecumberri y acribillados ahí.
El legado –dijo– es su lucha por la vía democrática como principio ético y político fundamental, y su creencia en la conciliación, por más irreductibles que resulten las posiciones de los diferentes grupos en desacuerdo.
De la misma manera, la lección de perseverar en los compromisos con el pueblo.