“En esta época, en la que ocurre precisamente lo que uno no podía imaginarse, y en la que ha de ocurrir lo que uno ya no puede ‘imaginarse’ […], en esta época ruidosa, que retumba con la escalofriante sinfonía de hechos que provocan las noticias y de noticias que tienen la culpa de los hechos…” (Karl Kraus, revista Die Fackel, número 404, Viena, 5/12/1914).
Bien. En esta época en que tomar partido se asocia con “lo sesgado” y decir la verdad con la mera “opinión”, estoy buscando una camiseta estampada que diga: “Es un honor estar con López Obrador”.
Lo siento. Lo siento por los periodistas de a peso (y con muchos pesos) que aseguran ser “independientes de los unos y los otros”. Cosa que suena aristotélicamente cool, o propio de respetables analistas que se bañan en agua bendita y proponen lo que nunca existió: el “justo medio”.
Todo esto viene a cuento de la grata lectura de A mitad del camino, libro publicado por AMLO en septiembre de 2021, y que me hizo recordar la ácida opinión de aquel periodista austriaco que estaba… “contra los periodistas”.
Precisemos. Contra los periodistas liberales que, para no ir lejos, en México y América Latina degradan el oficio “fabricando hechos que provocan las noticias, y de noticias que tienen la culpa de los hechos”. Así, en su libro, AMLO pone en su lugar el “siempre presente pensamiento conservador”. Veamos:
“También teníamos claro que era hasta conveniente que se definieran sin medias tintas quienes durante el periodo neoliberal fingían ser liberales, independientes, demócratas, pero que en realidad, como decía Melchor Ocampo, sólo eran “conservadores más despiertos”.
Añade: “Aunque el gran filósofo Carlos Marx sostenía que la historia se repite en versión caricaturesca, señaló que en sus distintos episodios se presentan las mismas situaciones y procesos, que una constante es la cohesión de las élites o clases dominantes, las cuales recurren a lo que sea con tal de mantener o recuperar el poder, incluso a ideas de supuesta superioridad intelectual y racial” ( A mitad del camino, Planeta, p. 176).
Pero si nos remontamos a la “Controversia de Valladolid”, célebre debate que en 1550 confrontó al defensor de los indios Bartolomé de las Casas, con su enemigo Juan Ginés de Sepúlveda, veremos que nada ha cambiado en la mente de los conservadores (despiertos o no).
El historiador estadunidense Lewis Hanke (1905-93), apunta: que en 1553, el cabildo de México contrató al latinista Francisco Cervantes de Salazar para escribir un tratado contra alguna de las doctrinas de Bartolomé de las Casas.
El latinista –escribe Hanke– “tenía muy bajo concepto de los indios (menos sombría y devastadora que la de Sepúlveda), pues Cervantes de Salazar admitía que “en todas las naciones hay elementos buenos y malos; algunos que son dirigentes y otros que sólo tienen capacidad para obedecer, ilustrando así la doctrina de Aristóteles. Los de este último grupo, muy numerosos en México, son naturalmente siervos, aunque los unos y los otros se pueden llamar bárbaros”.
Hanke aclara: “Ni siquiera el cabildo de la Ciudad de México respaldó la opinión de que los indios no tenían cultura o lugar en la estructura del gobierno español en México. Por ejemplo, el 3 de octubre de 1561 recomendó al rey que seis de los 24 regidores de la ciudad fuesen siempre indios, a fin de asegurar la uniformidad de precios en todas partes de la ciudad y promover en ella ‘la unión y conformidad’ de indios y españoles” ( El prejuicio racial en el nuevo mundo, SEP/Setentas, 1974, p. 132).
En sus mañaneras, AMLO no se cansa de explicar el sentido de la Cuarta Transformación (4T), precedida por las luchas independentistas (1810-21), el movimiento de la Reforma (1858-72), y el de la Revolución (1910-17). Por esto, y así como es lógico que las derechas satanicen al Presidente, resulta desconcertante entender a ciertas izquierdas que cierran filas con ellas.
Frente a la confusión ideológica que vivimos, AMLO prefiere hablar de “liberales” y “conservadores”, en lugar de “izquierdas” y “derechas”. Y es que con la Cuarta Transformación, México viene recuperando principios que el capitalismo salvaje (“neoliberalismo”) creía haber sepultado: justicia, independencia, soberanía, dignidad.
Pasando el peine a los presidentes de América Latina y el Caribe (en funciones), Andrés Manuel destaca como el único que el imperio oye y respeta. Aunque, puertas adentro, lo deteste a través de los medios hegemónicos de comunicación. Los dejo, entonces, con un enlace –– en el que se puede apreciar la forma en que opera la prensa canalla.