Madrid. Como resultado de la profunda crisis en la dirigencia del derechista Partido Popular (PP), ayer hubo una ola de renuncias de la cúpula. La más relevante fue la del secretario general, Teodoro García Egea, a quienes muchos culpan de la fractura y del enfrentamiento encarnizado con uno de sus valores más en alza, la popular presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
El PP se está quedando sin dirección, pues a la dimisión de García Egea se sumó la del vocero nacional y alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, quien ahora se centrará en su trabajo en el ayuntamiento. También dimitieron la presidenta del comité de garantías, Andrea Levy, y la consejera nacional Belén Hoyo.
La dirigencia del partido es cuestionada por la filtración de informes en los cuales se acusa de corrupción a Díaz Ayuso, en un tema que ya investiga la Fiscalía Anticorrupción. Además, la cúpula del PP es sospechosa de incurrir en la práctica ilegal de espionaje por el supuesto intento de contratar a una agencia de detectives para inculpar a la mandataria madrileña.
El operador del presunto espionaje contra Ayuso fue García Egea, mano derecha del presidente del PP, Pablo Casado, quien a su vez acusó a la funcionaria madrileña de comprar cubrebocas durante la fase más intensa de la pandemia, con un contrato poco transparente en el cual se asignaba una comisión a su hermano Tomás Díaz Ayuso
La presidenta de Madrid entregó los contratos y las facturas a la Fiscalía Anticorrupción que, pese a no encontrar indicios de malos manejos, abrió una pesquisa para profundizar en los detalles y aclarar el asunto.
La fractura es total en el PP y en próximos días se prevé un desenlace que terminará con la vida política de su presidente, Pablo Casado, quien anunciará la celebración de un congreso extraordinario para hacer la transición de poderes y apartarse de la dirección de la formación conservadora. Lo más probable es que lo suceda en el cargo el actual presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, quien se convertiría en el candidato de consenso de los llamados “barones regionales” de la formación política, para reconstruir el partido.