Previsible: ayer, en el mercado internacional los precios del petróleo se acercaron a 100 dólares por barril, el nivel más alto de los últimos ocho años. De por sí mostraban un movimiento alcista desde finales de 2021, pero los tambores de guerra, atizados por Estados Unidos y sus gatos de la OTAN, que suenan en Ucrania, provocaron los incrementos, los cuales, todo indica, se mantendrán ascendentes.
Para las finanzas nacionales es buena noticia –salvo por el lado de un eventual conflicto militar en el país referido–, porque aumentan los ingresos públicos por la exportación de oro negro. Sin embargo, a las naciones importadoras les complica el de por sí triste panorama económico que registran, pues el gasto para garantizar existencias petroleras y sus derivados puede ser exponencial, dado que este tipo de situaciones guerreras enloquecen a los mercados.
La Jornada lo reseño así: “el precio del pe-tróleo subió ayer por encima de 99 dólares, su nivel más alto desde 2014, tras de que Moscú ordenó la entrada de soldados en dos zonas sepa-ratistas del este de Ucrania, mientras el canciller alemán anunció que su país no certificaría el gasoducto Nord Stream-2 de 11 mil millones de dólares”, algo que, dicho sea de paso, puede provocar una crisis energética en no poco países de Europa occidental que dependen del gas ruso.
El Brent del Mar del Norte –uno de los marcadores del mercado internacional– “subió 1.45 dólares (1.5 por ciento) para cerrar en 96.84 dólares el barril, tras alcanzar antes su máximo desde septiembre de 2014, en 99.50 dólares. El West Texas Intermediate ganó 1.28 dólares (1.4 por ciento), se ubica en 92.35 dólares”. Según Pemex, el barril mexicano de exportación se vendió en 88.48 dólares, 3.42 por ciento más que el viernes pasado (ayer no hubo por ser “día de los presidentes” en Estados Unidos), cuando se fijó en 85.55 billetes verdes. El precio de ayer es equiparable al registrado en septiembre de 2014, cuando fue de 89.53 dólares.
Al concluir la estancia en Los Pinos de Enrique Peña Nieto, el precio del barril mexicano de exportación se fijó en 60.16 dólares, y de ahí para abajo hasta que se registró un hecho sin precedente. Como en su momento se comentó en este espacio, el 20 de abril de 2020, con la pandemia a toda velocidad, el precio del barril mexicano de exportación –como el de todos los crudos en el mundo– cayó como nunca, hasta ser negativo; es decir, para venderlo en el mercado internacional prácticamente había que pagar para que se lo llevaran.
En esa fecha la mezcla mexicana cayó de 14.35 a –2.37 dólares por barril, algo inaudito, como pasó con el oro negro en todos los países petroleros. Por primera vez en la historia cerró en negativo, pero tras días de jaloneos entre los grandes productores, el precio comenzó a subir hasta llegar a 8.53 dólares, positivo, sí, pero aún desastroso. Poco a poco comenzó a aumentar, pero pasaron dos meses para romper la barrera de 30 dólares e iniciar la plena recuperación. Debieron pasar 16 meses para que el precio del barril mexicano de exportación sobrepasara 70 dólares, frente a los 42.10 aprobados por el Congreso y estimados en los Criterios Generales de Política Económica para 2021; desde entonces se mantuvo entre 60 y 75 dólares.
Con el arranque de 2022, el precio del oro negro mexicano comenzó a repuntar hasta acumular, en lo que va del año, 24 por ciento, y todo indica que se mantendrá al alza dado el conflicto en Ucrania, a todas luces fabricado, estimulado y financiado por Estados Unidos, que quiere mayores ganancias para su industria militar, las cuales ya obtiene con todo lo que su gerente en la Casa Blanca le ha vendido (y le venderá) a esa nación de Europa oriental para “protegerse” de “la amenaza rusa”.
Las rebanadas del pastel
Ayer, el presidente López Obrador comió con integrantes del Consejo Coordinador Empresarial (los mismos que se quejan de que el mandatario “nos cerró las puertas”); es decir, con varios de los que promueven y financian la campaña mediática en su contra. Hasta ahora, la cara visible es el junior Claudio X. González Guajardo –mera marioneta de su papá–, pero tras bambalinas no pocos de los asistentes que lo saludaron y sonrieron en Palacio Nacional son los verdaderos ejecutores de la guerra sucia. Eso sí, en cara dura nadie les gana.