Washington. Para cualquiera que haya encontrado demasiado mansas las tensiones que reverberan en el documental The Beatles: Get Back, los Foo Fighters hicieron una película en la que las discusiones sobre la grabación de un álbum conducen a un rastro de cadáveres y no, esto tampoco es culpa de Yoko.
Studio 666, comedia de terror protagonizada por los seis miembros de Foo Fighters como ellos mismos, es uno de los conceptos más tontos que ha llegado a la pantalla grande en mucho tiempo. Que incluso exista es parte de la broma, o tal vez incluso la broma completa. Mientras Dave Grohl y sus compañeros estaban creando su décimo álbum en una casa grande y antigua en el valle de San Fernando de Los Ángeles, se les ocurrió la idea de un riff más sangriento de This Is Spinal Tap, que no sólo los parodiaría a ellos mismos, sino a cualquier banda que alguna vez se encerró en un lugar colorido del que se dice que tiene buen sonido. “Como Zeppelin, cuando Zeppelin fue al castillo”, insta Grohl a sus compañeros de banda en la película.
Studio 666, que se estrena en cines de Estados Unidos el viernes, fue concebida como broma, y así resulta exactamente. Es una tontería, y hay algo que decir sobre ver a Grohl y la pandilla divirtiéndose tanto. En la versión que vi incluso pude pillarlos sin poder contener la risa una o dos veces. No es mucho lo que puede durar ese encanto, por supuesto. Este es, esencialmente, un boceto decente de Saturday Night Live extendido a casi dos horas.
Pero los Foo Fighters han demostrado en sus tres décadas de carrera las posibilidades ilimitadas de ser tipos corrientes, positivos y autocríticos. Dejar que los buenos tiempos fluyan ha hecho de los Foo Fighters una de las bandas más grandes del rock, miembros del Salón de la Fama y, ahora, estrellas de cine. En todo caso, Studio 666 es un testimonio de lo simpáticos que son.
Las malas vibras son el enemigo en Studio 666. Eso, y una fuerza demoniaca que habita debajo de la casa y se apodera de Grohl, convirtiendo su deseo monomaniaco de un álbum “épico” en una obsesión febril y asesina.
Los miembros de la banda (Taylor Hawkins, Pat Smear, Rami Jaffee, Chris Shiflett, Nate Mendel) son eliminados uno por uno, y el director B.J. McDonnell se asegura de que cualquier muerte sea cómicamente extrema. Algunos amigos hacen cameos: Lionel Richie, Whitney Cummings y Will Forte como repartidor con una cinta de demostración que dice al grupo que son su “segunda banda favorita después de Coldplay”.
Studio 666, estreno de Open Road, tiene clasificación R (que requiere que los menores de 17 años la vean acompañados de un padre o tutor) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos por contenido violento y sangriento fuerte, lenguaje soez y contenido sexual. Duración: 108 minutos; dos estrellas de cuatro.