Como si fuera cosa del diablo que buscaba salir a la superficie desde lo más profundo del infierno, un enorme agujero se abrió en los terrenos de labranza de Santa María Zacatepec, Puebla. Con apetito imparable, el hoyo creció día tras día. Comenzó el 29 de mayo de 2021, con diámetro de cinco metros. En menos de un día alcanzó 30. Al poco tiempo llegó a 100 metros. Ahora tiene casi 130 y 30 metros de profundidad.
En su voracidad, el socavón se tragó siembras y la casa de la familia Sánchez Xalamiahua, agrietó muros de otras viviendas y se tragó a los perritos Spay y Spike, que finalmente fueron rescatados. Visto desde arriba, parece un enorme cráter lunar, con orificios en las paredes que semejan cañerías. En realidad, la cavidad no está sola. El demonio abrió también otras oquedades bajo la tierra, convirtiendo la zona en una especie de queso gruyere.
En La suave patria, Ramón López Velarde escribió: “El Niño Dios te escrituró un establo y los veneros del petróleo el diablo”. Pero en Puebla no fue la explotación del oro negro lo que el maligno concedió, sino la extracción del oro azul. Eso fue lo que causó que el socavón se abriera. En 1992, el moderno Belcebú dio en usufructo los manantiales, a empresas que se establecieron en San Mateo Cuanalá, municipio Juan C. Bonila, Puebla. Y, primero una embotelladora y luego la trasnacional Bonafont, los ordeñaron irracionalmente.
Desde la firma del Tratado de Libre Comercio, las autoridades han extendido a grandes negociantes, garantía de impunidad para hacer lo que deseen con los recursos hídricos. Un bien público como el oro azul, se ha privatizado (https://bit.ly/3s1bLdD). En lugar de instalar redes de agua potable, han facilitado su venta en envases de plástico. Tres trasnacionales controlan 80 por ciento de este mercado en nuestro país: Coca Cola (Ciel), Danone (Bonafont) y PepsiCo (E-Pura) (https://bit.ly/3gXmMqa).
Con sed de ganancias insaciable, Bonafont, parte del consorcio Danone, extrajo un millón 640 mil litros de agua al día, el consumo de una comunidad de 18 mil habitantes. Su ambición agotó mantos freáticos, dejó a más de 20 comunidades del municipio sin líquido vital y cavó un tejido invisible de túneles, cavernas y huecos subterráneos que precipitaron, en buena medida, según un estudio de especialistas del Instituto Politécnico Nacional (IPN), la aparición del socavón. Obtuvo, a cambio, 3.28 millones de pesos diarios.
Desde 1992, los indígenas nahuas de la región se opusieron al despojo del agua. Para frenar la inconformidad, el gobierno estatal les impuso una alcaldía ilegítima. A lo largo de los años, una y otra vez, protestaron contra la devastación ambiental y el agotamiento de los pozos artesanales. En 2008, bloquearon la carretera federal México-Puebla y cerraron simbólicamente la empresa. Fue inútil. Las autoridades hicieron oídos sordos a la inconformidad y se alinearon con las trasnacionales.
Día a día, la situación se tornaba más y más apremiante. Los pozos se secaban, escaseaba el líquido para las siembras, los animales e incluso para consumo humano. Así, el 22 de marzo de 2021, Día Internacional del Agua, 22 comunidades organizadas en Pueblos Unidos de la Región Cholulteca y de los Volcanes, clausuraron la planta.
En eso estaban, cuando el diablo se apareció en el socavón. Una denominación religiosa se congregó alrededor del cerco de seguridad de la oquedad, para orar, llamar a los mortales a arrepentirse de sus pecados, leer citas bíblicas y entonar cantos religiosos. Otros, más prácticos, inventaron un pan de fiesta con el nombre de “Recuerdo del socavón”.
Poco más de cuatro meses después, ante la negligencia gubernamental, el 8 de agosto, 142 aniversario del nacimiento del general Emiliano Zapata, el frente de pueblos indígenas ocupó la planta, tapó el pozo ilegal en el que la empresa almacenaba el agua y fundó el centro comunitario Altepelmecalli (Casa de los Pueblos).
Engalanados los muros de las instalaciones por las pinturas de varios artistas plásticos, comenzaron a florecer todo tipo de proyectos autogestionarios: de educación, salud, cría de pollos, cerdos y borregos, una radio comunitaria, una biblioteca y otras actividades. Como un milagro, cuando cesó su extracción salvaje, el oro azul dejó de escasear en casas y predios (https://bit.ly/3gXmMqa).
El Altepelmecalli se convirtió en un gran centro de encuentros y reuniones inspiradas en el ecologismo de los pobres. Un verdadero cruce de caminos de la resistencia popular. Adoptó como eje de acción la lucha contra la devastación, el despojo, la opresión, la explotación y la discriminación. Movimientos en defensa de los ríos y el agua, contra la minería a cielo abierto, gasoductos y grandes hidroeléctricas se dieron cita allí para intercambiar experiencias y afinar planes. Honraban así la memoria del dirigente comunitario Samir Flores, asesinado impunemente en Amilcingo hace tres años.
Once meses duró la inédita experiencia de autorganización regional indígena. Amparadas por la oscuridad, en la madrugada del 15 de febrero de 2022, la Guardia Nacional y la policía estatal desalojaron a los pueblos con violencia y regresaron las instalaciones a Bonafont.
Muy lejos de ser un acto de justicia, la intervención policial en favor de la empresa es una invitación a que se abran más socavones y se abatan los mantos freáticos. La represión contra los indígenas nahuas, deja al descubierto de qué lado masca la iguana en conflictos por los recursos naturales entre pueblos originarios y grandes empresas.
Twitter: @lhan55