Ciudad de México. Lorena Ochoa se balancea de forma delicada mientras prepara un golpe que ejecuta cual si fuera una función natural, como respirar. Sin la presión de la competencia, refleja serenidad en sus movimientos, de precisión imborrable a pesar de que hace más de una década se retiró del circuito profesional. Desde entonces, nadie en México ha podido alcanzar el lugar que mantuvo en la élite del golf internacional.
Fueron casi diez años de competencia profesional sin tregua, de viajes interminables, de defender la cima del ranking del golf, con sacrificios y una entrega absoluta en la que la vida personal se diluye.
“He recuperado parte de mi vida personal”, dice sonriendo mientras camina en el campo, su elemento natural.
“Siempre he hecho lo que me gusta y eso me hizo feliz, pero también perdí mucho de mi vida, lejos de la familia y de mis amigos”, agrega; “sin embargo, lo que conseguí ha inspirado a muchas jóvenes que llegaron después; hoy tenemos estupendas representantes a nivel de la LPGA. El golf mexicano florece, hay que tener paciencia”.
El torneo donde participa Lorena es el Pro-AM IGPM, siglas de la asociación Impulsando al Golf Profesional Mexicano. Una competencia que se realiza anualmente y que tuvo lugar en el Club Campestre de la Ciudad de México. Como este deporte exige una gran inversión de recursos para acudir a los circuitos internacionales de competencia, la agrupación convoca a aliados y patrocinadores para apoyar a las golfistas emergentes en su transición del amateur al profesionalismo. El torneo lo ganó Joel Thelen, seguido por Nicole Autrique y Trevor Sluman en tercer sitio.
Lorena se acerca al green, la zona de pasto perfecto alrededor del hoyo, y da un toque sublime, una ecuación de fuerza y dirección asombroso. En cada impacto, los caddies la miran con los ojos muy abiertos y susurran: “Qué golpe, la seguridad no se pierde. Parece como si siguiera en el Tour”.
“El salto de jugar golf colegial en Estados Unidos al profesionalismo implica demasiados gastos: viajar, competir, hoteles, equipo; para eso se necesita ganar dinero y al empezar no se puede. Se necesita un respaldo y la asociación les apoya a cubrir esos gastos que hacen el camino menos difícil”, señala.
Gaby López le sigue los pasos; no sólo en este torneo. Sus resultados la han llevado a representar en dos ocasiones a México en Juegos Olímpicos y un par de títulos de LPGA, en 2018 y 2020, que la perfilan como una de las golfistas más prometedoras después de Ochoa.
“Hay muchas adversidades, como en cualquier carrera”, cuenta Gaby, “pero sobre todo necesitas gente que crea en ti. Sin eso no puedes llegar lejos. El golf es un camino en el que de pronto aparecen lesiones, dudas, momentos malos y ahí es donde te rescata un equipo”.
Esta vez, Gaby sólo golpea al final de cada hoyo. Le espera un torneo en Asia como parte de la gira de la LGPA y tiene una ligera contractura en el cuello. Prefiere no arriesgarse y sólo ejecuta los golpes de pre-cisión. En esa rúbrica, es donde se aprecia todo el talento que guarda.
“Recuerdo que una vez tuve una hernia que me dejó siete semanas fuera de competencia”, explica Gaby; “perdí mucha masa muscular y me afectó demasiado emocionalmente. Pensé que no regresaría en buenas condiciones y justo volví para ganar mi primer título de LPGA. Así es este deporte, la jugadora número cien puede tener una gran semana y ganar un torneo”.
Ana Guevara, ex velocista y directora de Conade, es otra de las invitadas al torneo de IGPM. Hace años, la medallista en Juegos Olímpicos de Atenas 2004 le pegó por primera vez a la pelota y ya no pudo dejar de hacerlo. El golf es adictivo.
“Yo digo que el golf es como un beso, cuando das o recibes uno, quieres otro y otro más. Igual pasa con este deporte, le pegas una vez y ya no lo dejas.”
Sin embargo, reconoce, el golf tiene dos estigmas: ser elitista y aburrido. Pero, explica, basta entender la lógica de la competencia, que en principio no es tan compleja, para apreciar un deporte que combina fuerza y precisión, pasión y lucha.
Mientras esto ocurre, María Paula García, de nueve años, salva una trampa con la concentración de una jugadora profesional. Esta mañana tenía que estar en la escuela pero le permitieron faltar. El argumento fue irreductible: la pequeña golfista jugaría este lunes al lado de Lorena Ochoa y Gaby López, ídolos de una niña que sueña con ser profesional. Un posible eslabón futuro de una cadena generacional.