Los medios de comunicación social han constituido una de las asignaturas casi intocadas en los procesos mexicanos de reformismo. Entretejidos de manera redituable los intereses de los políticos dominantes en la etapa previa a 2018 con los de los empresarios periodísticos tradicionales, el telar de la corrupción y el mutuo apoyo no necesitaba de testereo alguno: funcionaba de manera espléndida para ambas partes.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha tratado de cambiar cuando menos la relación de dependencia que históricamente se había mantenido, sobre todo con las grandes firmas de televisión abierta (Televisa y Televisión Azteca, más tirante en ocasiones la relación con aquella que con esta). La mañanera ha sido el gran mecanismo de cambio en la correlación de fuerzas: Palacio Nacional no necesita más la “ayuda” de los grandes medios para difundir su mensaje y fijar la agenda política del día.
Además, el habitante de Palacio Nacional ha mantenido una continua confrontación con figuras relevantes de ese entramado de complicidades, no con los periodistas de a pie sino con los que él a veces denomina con el vocablo machuchón (mandamás, jefe, según relatoría de locuciones regionales que hizo la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco https://bit.ly/3I9A1Ae).
El reciente episodio de discusión sobre la casa en Houston en la que vivieron los esposos López-Adams ha acelerado esa confrontación, estremeciendo a ciertos sectores socioeconómicos de nivel medio y alto por cuanto a la afectación del secreto fiscal y permitiendo que élites mediáticas ofendidas por las políticas andresinas crean que ha llegado el momento de ajustar cuentas, encabezadas por el binomio de regresión que integran Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, del coordinador virtual de la campaña 2024 de los opositores a AMLO, Claudio X. González, y de la punta de lanza mediática del proyecto salinista-madracista, Carlos Loret de Mola.
A esa algarada mediática nativa se ha sumado, de manera explicable, el aparato de representación de intereses empresariales mediáticos internacionales: cual si antes hubiese habido en México verdadera libertad de expresión, emiten comunicados “libertarios”; cual si la dolorosa lista de muertos civiles y, entre ellos, de periodistas, fuese una excepción causada en lo que va del sexenio, se ponen “justicieros”.
Junto a otros factores (poderes estadunidenses, en primera línea), el periodismo pretende ser usado por sus mancilladores de siempre, y por los membretes que les protegen, para generar incertidumbre y buscar el doblegamiento del proyecto llamado 4T que, con sus altibajos y claroscuros, ha lastimado a dichos intereses.
El camino está despejado para que Morena (es decir, el gobernador saliente, Carlos Joaquín, y la mafia “ecologista” encabezada por Jorge Emilio González, anacrónicamente llamado el Niño verde) “gane” la elección de gubernatura en Quintana Roo. Movimiento Ciudadano tumbó, con justas razones, al actor de telenovelas Roberto Palazuelos y habilitó al senador morenista José Luis Pech como relevo de aparente bajo perfil competitivo. Mara Lezama tiene desde ahora todo para añadirse a la lista de mujeres llegadas a gubernaturas por la vía guinda.
Y, mientras, de manera sigilosa, incruenta y con irónico aire parecido a una escena cinematográfica de El Padrino el reciente fin de semana fue detenido en Culiacán José Bryan Zepeda Salgueiro, apodado El Menor, integrante de una familia presuntamente asociada al cártel de Sinaloa y, según las primeras versiones, compadre de Ovidio Guzmán, el hijo de El Chapo que fue detenido y liberado en la capital sinaloense en un episodio judicial y militar aún no culminado. ¡Hasta mañana, con los informes de la Auditoría Superior de la Federación como nuevo motivo de polarización política y mediática en los niveles estatales y federal!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero