París. ¿Ranas croando en el fondo del Mediterráneo? La escucha de un misterioso sonido en medio de las densas praderas de posidonia ha desconcertado a los especialistas de la vida marina, lanzados a extraordinarias sesiones de grabación en el silencio submarino.
“Hemos hecho grabaciones en 30 praderas marinas y sigue allí”, sólo allí, explica Lucia di Iorio, del centro francés de formación e investigación sobre los ambientes mediterráneos.
“Nadie conocía que esta especie producía este ‘cua, cua, cua’, un verdadero coro en un estanque”, exclama la especialista de ecoacústica. “Hicieron falta tres años para identificar la especie responsable”, añade.
Al evocar una música salida de las entrañas de océano, muchos pensarán en el melodioso canto de las ballenas. ¿Pero quién conoce el gemido de un rubio de piedra o las pulsaciones de una piraña roja?
Para compartir estos silbidos, golpeteos, cotorreos y otros ruidos desconocidos que ni siquiera tienen nombre, los científicos de nueve países construyen la biblioteca mundial de sonidos biológicos submarinos, referida con la onomatopeya Glubs (siglas en inglés de Biblioteca Global de Sonidos Biológicos Submarinos).
Con el propósito de vigilar mejor la evolución de la vida marina, esta base de datos quiere recoger todos los registros sonoros submarinos realizados a través del planeta por expertos y por aficionados.
Los científicos llevan décadas escuchando la vida submarina, pero a menudo se concentran en una especie específica o en una zona restringida, explican los responsables del proyecto Glubs, que espera rebasar estos límites.
El objetivo es diseñar verdaderos “paisajes sonoros”, un medio no invasivo, aseguran, de espiar la evolución de un ecosistema y de sus habitantes, o de descubrir nuevas especies.
Muchos peces o invertebrados acuáticos son noctámbulos o tímidos, con lo que una vigilancia acústica puede ayudar los esfuerzos de conservación de la naturaleza, estima el equipo en un estudio publicado recientemente en la revista Frontiers in Ecology and Evolution.
“Con el declive de la biodiversidad en el mundo (...), es necesario documentar, cuantificar y comprender los orígenes de los sonidos que emiten los animales marinos antes de su potencial desaparición”, considera el autor principal, Miles Parsons, del Instituto Australiano de Ciencias del Mar.
“Dum, dum, dum, dum”
Los científicos estiman que las 126 especies de mamíferos marinos emiten sonidos, además de un centenar de invertebrados acuáticos y un millar de peces.
Hay sonidos creados para defenderse, para alertar de un peligro o para seducir. Pero también sonidos pasivos, como un animal masticando.
Y hay ruidos producidos por los invertebrados o los pescados que resultan “simplemente de su anatomía”, explica Lucia de Iorio. Es el caso, por ejemplo, el redoble de tambor provocado en los peces por la contracción de un músculo alrededor de la vejiga gaseosa que le permite controlar la profundidad a la que nadan.
“Esto hace un dum, dum, dum, dum, dum... La frecuencia, el ritmo, el número de pulsaciones varía de una especie a otra. Es como un código de barras”, ilustra esta científica.
También es posible identificar una familia de peces y la biblioteca mundial permitiría comparar los ruidos de los meros de Mediterráneo con los de Florida o del mar Rojo.
Pero Glubs también podría servir para identificar los numerosos sonidos submarinos todavía envueltos en el misterio.
Tras meses de investigaciones sobre el rastro del enigmático croar de las praderas de posidonia, las sospechas de Lucia di Iorio y sus colegas se centraron en la escorpina. Pero no habían agotado el pozo de sorpresas.
“Pescamos una, la pusimos en un cajón y tratamos de grabarla. Habíamos estado en el terreno, habíamos intentado grabar en acuarios donde había escorpinas... Nada”, cuenta la investigadora.
Solo las imágenes de una cámara capaz de captar la luz en un entorno tan oscuro permitieron desvelar el misterio: el pez se contorneaba al emitir su famoso “cua, cua, cua”.