Cerca del mar, rodeada de arena, emerge la zona arqueológica de Las Labradas, en Sinaloa, cuya excepcional belleza y cosmovisión se integra en centenares de petrograbados rupestres, representaciones humanas estilizadas y figuras geométricas. Sin embargo, esta singular región del continente americano sólo atrae visitantes durante el equinoccio de primavera.
Así lo lamenta el arqueólogo Joel Santos, responsable de las investigaciones que realiza el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en dicha área, ubicada en el municipio de San Ignacio.
“Al inicio del siglo XXI, Las Labradas se mantuvo virgen, intocado por la industria pesquera, el crecimiento urbano y el desarrollo turístico. En la actualidad, su difusión sólo se realiza de boca en boca”, explica en entrevista con La Jornada.
“La Secretaría de Turismo de Sinaloa fomenta su visita, con motivo del equinoccio de primavera (el 21 de marzo). Ese día, los investigadores organizamos un acto académico para reorientar el sentido de esta celebración.
“La cuestión es que, además de esa fecha, no hay más información sobre este tesoro nacional que la que se comparte en las redes oficiales del INAH, así como en la página de Facebook Las Labradas.”
Con casi 700 grabados rupestres, entre representaciones humanas estilizadas, círculos concéntricos, espirales, cruces, y un importante número de figuras abstractas, de diversos diseños y tamaños, Las Labradas es un testimonio alucinante de los antiguos pobladores cuyos tesoros naturales, geológicos, y culturales no han sido dañados por el mar.
“El 30 de noviembre de 2012 fue declarada zona de monumentos arqueológicos. Posee una belleza sublime, cuya singularidad son los petrograbados o petroglifos en un agrupamiento de piedras basálticas”, añade Santos.
“La marcada presencia de símbolos solares en la mayoría de los grabados advierte que fue un sitio consagrado al solsticio de verano, que se presenta entre el 20 y 23 de junio, ya que es posible registrar, por medio de los ocasos, el ciclo anual del Sol, así como su detención en los trópicos y su paso por los equinoccios.
“Los días de junio son los más largos del año, la luz y el calor llegan a su máximo nivel consumiendo vida vegetal y animal. En esta región del país, el solsticio anuncia el comienzo de la temporada de lluvias, el inicio del periodo de fertilidad y de regeneración de la vida.”
De acuerdo con la historiadora e investigadora Teresa Rohde (1933-1992), los solsticios formaban parte de las cosmovisiones más antiguas de la humanidad, anterior a los calendarios agrícolas. Esta teoría secunda la premisa de Santos y sus colegas, quienes plantean que Las Labradas se remonta a la época Arcaica, cuya periodicidad, “muy ambigua”, abarcaría del año 10 mil al mil aC.
“Desconocemos qué cultura realizó los grabados rupestres. Es imposible saberlo por la inexistencia de escritura y de referencias históricas. Es una cultura arqueológica a la que hemos denominado ‘Chicayota’, nombre del arroyo actual y del cual dependieron los asentamientos antiguos en esta región”, puntualiza Joel Santos (Tulancingo, Hidalgo, 1971).
“Las mareas altas suelen cubrir los petrograbados durante los periodos de Luna llena y en la temporada de ciclones. Además, se requieren condiciones especiales de iluminación: la luz rasante que genera el Sol durante determinadas horas de la mañana y de la tarde favorece su observación.”
Fuera de la lista de la Unesco
La zona arqueológica de Las Labradas fue reportada por primera vez en 1894 por el investigador OH Howath en la revista Journal Royal Anthropological Institute of GB and Ireland. Sin embargo, su artículo permaneció prácticamente desconocido en nuestro país.
“Era un sitio conocido de forma local, pero poco concurrido debido a su difícil acceso. No fue sino hasta la construcción de la actual autopista Mazatlán-Culiacán (en los años 90 del siglo pasado y a la creación del ejido-poblado de La Chicayota), que se habilitó una entrada a la playa y fue posible visitarlo”, rememora el arqueólogo del INAH.
“En el año 2000 fue incluido en el decreto de protección de 50 mil hectáreas del Área Natural Protegida Meseta de Cacaxtla, con la categoría de Flora y Fauna. Pero aún se desconocía su importancia cultural, aunque también se anexó en los años 90 en el registro público de monumentos arqueológicos.”
Sin embargo, Joel Santos atribuye a la “falta de gestión y voluntad política” que Las Labradas no haya sido declarada patrimonio de la humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés).
“Desde 2012 se encuentra en la lista indicativa de México ante la Unesco. La cuestión es que nos cuesta mucho trabajo dar seguimiento al proceso desde Sinaloa, aunque estamos a tiempo de retomar el proyecto junto con la dirección de Patrimonio Mundial del INAH. De lo contrario, corremos el riesgo de perder nuestro lugar en esa lista indicativa”, concluye el investigador.
Bajo resguardo del INAH, la zona de Las Labradas se encuentra abierta al público desde 2013, todos los días del año de 9 a 17 horas (siempre y cuando lo permitan las condiciones meteorológicas, así como las indicaciones emitidas por la Secretaría de Salud).
La entrada es gratuita hasta que concluyan la rehabilitación en el centro de visitantes del sitio. Luego, el costo será de 65 pesos.