Entre negociaciones y amenazas neoliberales, tanto de empresarios trasnacionales como de inconformes con el gobierno de la Cuarta Transformación (4T), se va desarrollando el proyecto de país. Los esfuerzos se han concentrado en resolver los problemas económicos, así como los sociales, provocados por el deterioro del crecimiento y el desarrollo.
El recuento de las metas alcanzadas por la presente administración difícilmente las reconocerán quienes perdieron sus puestos “laborales” que les permitieron ejercer la especulación. Y ni se diga en cuanto a las fuentes de riqueza malhabida. Así aumentó la riqueza de la élite neoliberal y de la oportunista sin principios de ningún tipo.
En otro momento recurriremos a esta lista para señalar los recursos rescatados que están permitiendo la rehabilitación económica de la nación.
Y mientras esto sucede en México, la política de la acusación oportunista que ha caracterizado a los gobiernos estadunidenses continúa con la amenaza como método de negociación. Recientemente John Hyten, vicepresidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, “denunció” que un misil hipersónico lanzado por China había dado la vuelta al planeta a gran velocidad: “Dio la vuelta al mundo, luego volvió a China e impactó en su objetivo”, expresó. Por tanto, el país de Xi Jing Pin es un peligro.
Como podemos ver, mientras millones de personas en el orbe, empezando por Estados Unidos, sufren desempleo, drogadicción, pobreza cultural, enfermedades biológicas y patologías sociales graves –como la violencia–, los regímenes demócratas y republicanos simulan ser amenazados permanentemente por otros gobiernos, especialmente por aquellos que no se han dejado someter ni destruir.
Son millones de dólares los destinados para espiar al mundo, con la supuesta finalidad altruista de ofrecer “ayuda” a aquella nación que lo solicite o que se deje convencer de que la necesita. Una vez aceptado el trato, empiezan las negociaciones para extraer las riquezas naturales del país solicitante o para venderle servicios diseñados para incautos. Así funcionan, por ejemplo, las empresas españolas Iberdrola, OHL, Repsol y otras.
Volviendo al incidente Estados Unidos-China, es necesario poner un alto a las amenazas estadunidenses hacia cualquier nación. Como vecino, México ha resistido episodios de invasión, de manifestaciones de racismo y de abuso político, económico y cultural.
Por cientos de años las guerras económicas no declaradas han sido una constante. Y seguimos resintiendo los efectos de la guerra de baja intensidad, la que aparentemente no existe. Como ejemplo de esa política delictiva están las sanciones económicas que han sufrido Cuba, Venezuela, Nicaragua, Argentina, Ecuador, Bolivia y México en América y en otros continentes, China, Rusia, Irán y Qatar.
No importa si los castigos de las potencias capitalistas, con Estados Unidos al frente, causan gran daño a la población, aplican las sanciones económicas como si eso fuera ético y natural.
El hostigamiento económico hacia otras naciones también lo hemos padecido siempre. Por tanto –aunque quizá fantasiosa– sería una idea positiva y necesaria declarar un espacio, un alto temporal o un receso civilizado para sanear la relación económica, diplomática y de incierta buena vecindad. En el entendido de que, como en el caso de España, no sería una ruptura diplomática.
No se necesitan carreras armamentistas, tampoco sistemas de espionaje cada vez más espectaculares. Por cierto, el espionaje y ataques con drones son francas violaciones a los derechos humanos, a la privacidad, a la seguridad y a la conciencia humana.
Aplicando las técnicas avanzadas de la ciencia política, es más seguro que nos pongamos de acuerdo entre países y mantengamos el equilibrio político entre gobiernos, regímenes, pueblos y dirigentes. La historia nos ha demostrado que, con ataques hipersónicos, guerras bacteriológicas y acusaciones diplomáticas provocativas, no se gana la voluntad de la población.
También ha quedado demostrado que los bloqueos económicos criminales, entre ellos a Cuba, y las groseras humillaciones a las culturas del mundo (Vietnam, Venezuela, China, etcétera), violan los derechos humanos. El derecho internacional está quedando atrás por no condenar a los gobiernos de los países depredadores y hegemonistas por dicha conducta. Es imperativo descartar las negociaciones ventajosas y las amenazas como método diplomático.
Twitter: @Antonio.Gershenson