Moscú. Rusia exhibió ayer su músculo militar con el exitoso lanzamiento de misiles nucleares (sin ojivas) e hipersónicos en las maniobras conjuntas con Bielorrusia, mientras Estados Unidos siguió dando por hecho una “inminente invasión” rusa en Ucrania y continuó la evacuación de los habitantes en las zonas de conflicto del este del país vecino, la confirmación de que el próximo jueves se reunirán los cancilleres Serguei Lavrov y Antony Blinken sugiere que no habrá guerra antes de que Moscú y Washington pongan sobre la mesa sus argumentos para negociar.
Cuando los jefes de las diplomacias de esas naciones se vean las caras, después de días de echar leña al fuego, pudiera parecer que, si no son capaces de ponerse de acuerdo, la guerra será inevitable (y hay que enfatizar que ninguno la quiere), y esta presión de que estén en la cuerda floja al borde del precipicio representa una oportunidad para empezar a ponerse de acuerdo y, a la vez, en caso de que nadie ceda en sus pretensiones, un serio riesgo para la paz mundial.
Desde el punto de vista ruso, Blinken tiene que llegar a ese encuentro con Lavrov con una propuesta que satisfaga al Kremlin, a sabiendas de que, por ejemplo, Estados Unidos no va a renunciar a la política de “puertas abiertas” de la OTAN ni a aceptar la otra exigencia de Rusia de desmantelar la infraestructura militar construida después de 1997.
En cambio, ya que la Casa Blanca acepta negociar un tratado de misiles de corto y mediano alcance, y eso parcialmente retiraría la tercera preocupación rusa, sólo falta saber cuál propuesta llevará Blinken: ¿será suficiente una moratoria al ingreso de Ucrania en la alianza noratlántica de 30 o 50 años?, o quizá la solución pasa por que Joe Biden convenza a Kiev a aceptar por escrito que nunca va a pedir su adhesión a la OTAN.
Mientras no suceda el encuentro de Lavrov-Blinken veremos lo mismo que ayer: noticias alarmantes y videos de supuestos bombardeos aquí y allá, cuando se crea la sensación de que cada día es mucho peor, aunque la cantidad de proyectiles lanzados sea la mitad del día previo.
También seguirán acaparando titulares las imágenes del caos que se originó por las mujeres, niños y ancianos que aceptaron ser evacuados a Rusia debido a la supuesta intención de Ucrania de “comenzar una ofensiva” en los próximos días, después de que Denis Pushilin, gobernante de la parte de Donietsk que no se supedita a Kiev, subió a You Tube el viernes anterior un mensaje… grabado 48 horas antes, según se ve en los datos del archivo.
Un día después del insistente llamado de Pushilin, en el que calculaba que hasta 700 mil habitantes de las autoproclamadas repúblicas populares de Doniestk y Lugansk iban a refugiarse en Rusia, llegaron del otro lado de la frontera no más de 13 mil personas.
En ese contexto, el presidente Vladimir Putin y su huésped Aleksandr Lukashenko, mandatario de Bielorrusia, asistieron a la magna exhibición del poderío militar ruso con el lanzamiento de misiles hipersónicos Kinzhal, así como Tsirkon y Kalibr.
También se probaron misiles balísticos intercontinentales Yars y misiles de crucero Iskander, al tiempo que, desde el mar de Barents, un submarino de la Flota del Norte lanzó un misil balístico Sineva.
El jefe del Estado Mayor ruso, Valeri Guerasimov, explicó que el objetivo de estas maniobras consistió en “ensayar acciones de las fuerzas estratégicas ofensivas para infligir al enemigo una derrota segura”.
En el otro extremo, el secretario de Estado estadunidense, Antony Blinken, en entrevista exclusiva al canal de televisión ruso Dozhd, aseveró que confía por completo en la información de sus servicios de espionaje que aseguran que “Rusia atacará a Ucrania en los próximos días”, lo mismo que advirtió su jefe, el presidente Joe Biden.
“Si hay alguna posibilidad de encontrar una vía diplomática para solucionar esta situación, estoy decidido a hacerlo. Pero si nos vemos obligados a responder a la agresión por parte de Rusia, lo haremos.
“De producirse un ataque a Kiev, donde viven casi 3 millones de personas, sería una catástrofe (...) Temo que los rusos también puedan verse afectados: los ucranios no los recibirán con los brazos abiertos”, indicó.
Entretanto, el presidente de Ucrania, Volodymir Zelensky, quien viajó a Múnich, Alemania, para participar en la conferencia internacional de seguridad, afirmó que su país se propone denunciar el Memorándum de Budapest, que concedió a Ucrania en 1994 garantías vinculantes de respetar su integridad territorial, Crimea incluida, a cambio de entregar a Rusia armas equivalentes al tercer arsenal nuclear más grande del mundo, que heredó de la antigua Unión Soviética.
En su intervención en Múnich, Zelensky pidió establecer un calendario “claro y factible” para la adhesión de Ucrania a la OTAN, que –en su opinión– establecería una línea roja para Rusia, que exige precisamente garantías vinculantes de que la OTAN nunca admitirá a Ucrania.