Al participar en la 19 edición de México Cumbre de Negocios, el embajador de Estados Unidos en nuestro país, Ken Salazar, afirmó que nuestras naciones están viviendo una relación nueva, de “un tipo que no habíamos tenido en el pasado”. El representante de Washington destacó el compromiso para la unión económica, el trabajo conjunto en materia de seguridad y contra la violencia, el fortalecimiento de la frontera común y el hecho de que por primera vez se está apostando por un enfoque regional en el abordaje de la problemática migratoria.
Al recordar que en diciembre de este año se cumplirán dos siglos de relaciones diplomáticas, Salazar afirmó que entre ambos países existe una unión marcada por “la historia de nuestras familias y nuestras culturas”, así como por la economía y la democracia.
En el mismo foro, la catedrática de la Universidad del Sur de California Pamela Starr apuntó que el presidente Andrés Manuel López Obrador busca enfocarse en la Cuarta Transformación y que Estados Unidos se mantenga al margen de los asuntos mexicanos, lo cual podría verse favorecido porque la administración de su homólogo Joe Biden tiene muchos temas propios que atender. La académica también dijo que durante la presidencia de Donald Trump la relación se caracterizó por la coerción del magnate hacia México y que el gobierno demócrata busca cambiar esa conducta; la anterior es una afirmación imprecisa, toda vez que el trumpismo se mantuvo alejado de los asuntos internos de México y presionó únicamente en el ámbito migratorio, mientras la llegada de Biden a la Casa Blanca ha estado acompañada por el resurgimiento de tendencias intervencionistas.
Otro participante en el evento, el especialista en comunicación Gabriel Guerra, consideró que por primera vez hay una “situación de paridad, si no es que de relativa ventaja” para México en la relación bilateral. Aunque prevé un ahondamiento de las diferencias, descarta un “choque de trenes” en los vínculos de ambos gobiernos, cuyas agendas “no son tan divergentes”.
Las declaraciones del enviado estadunidense y de los expertos citados corroboran lo que ya se ha sostenido en este espacio: pese a la estridente retórica de los voceros de la derecha mexicana sobre una inevitable colisión entre los gobiernos de López Obrador y de Biden, ambas administraciones muestran un saludable entendimiento de que la relación bilateral es vital para sus respectivas sociedades y de que debe regirse por las agendas institucionales. Esta hasta hace poco impensable forma de conducir los vínculos consiste –y ahí radica su éxito– en encarar cada conflicto, sea histórico o coyuntural, en su propio ámbito, sin permitir que contamine al conjunto de la relación, como solía ocurrir hasta 2018. Otro resultado notorio es la contención de Washington respecto a la política exterior mexicana, la cual sigue en la actualidad un derrotero a todas luces divergente de la voluntad de la Casa Blanca, sin que ello impida a México y Washington trabajar de manera productiva en los asuntos de interés común. Cabe desear que esta tónica se mantenga en el futuro, sin importar quiénes habiten Palacio Nacional y la Casa Blanca.