Tijuana. Un grupo de alrededor de 40 mexicanos y centroamericanos desplazados por la violencia se apostaron en la garita de Otay -el cruce fronterizo a Estados Unidos- para intentar pedir asilo en ese país o tratar de que se les permita pasar y esperar allá su cita ante una Corte de migración porque dijeron sentirse “inseguros” en esta ciudad.
Originarios en su mayoría de Guerrero y Michoacán comentaron estar “desesperados” porque su proceso de asilo no avanza en Estados Unidos, y en Tijuana temen ser asesinados.
Juan -quién pide que se le identifique de esta manera- salió de su natal Guerrero tras el asesinato de su hermano y las amenazas del crimen organizado de exterminar a su familia.
“Tijuana fue la única opción para salir de la violencia. Me vine porque mataron a uno de mis hermanos, lo levantaron y me iban a matar a mí también, andamos huyendo, ya tenemos rato por acá y la verdad la desesperación nos hace hacer esto. Somos mis dos niños, mi esposa y yo”, narró.
Juan, su esposa y dos hijos de 5 y 13 años tienen meses esperando su cita migratoria, la cual se atrasó por la pandemia y temen que el brazo del grupo que los amenaza los alcance en Tijuana.
Mientras que María, dice que su familia quiere refugiarse en Estados Unidos, pues sus tierras y cultivos fueron incendiados por criminales en Michoacán, de donde huyeron solo con sus papeles de identidad y lo que traían puesto.
“Veníamos con puros papeles en mano. Gracias a Dios nos ayudaron en el albergue con ropa porque veníamos sin nada. Mi hijo, como ve, esta grandecito y ya querían obligarlo a andar en la delincuencia. Me decían que ya tenía la edad para estar trabajando. A mi esposo lo secuestraron, yo no quiero eso”.
Enrique Lucero, director municipal de Atención al Migrante, acudió a la garita de Otay para exhortarlos a retirarse del lugar, pues les explicó que los plantones afectan su solicitud de asilo y que por ahora se cerraron los trámites migratorios.
“Están desesperados porque están cerrados los procesos de asilo (…). La decisión es de Estados Unidos. Se suspendieron por la pandemia (…). Quiero también hacerles entender que esto en lugar de ayudarles va a empeorar. No pueden estar en esta zona porque es de tránsito y de vía pública”, mencionó el funcionario.
En esta frontera cada que “los migrantes” se acercan a las garitas -sin importar si vienen de otros estados del país o son extranjeros- los automovilistas y peatones expresan su rechazo hacia ellos porque el cruce se hace más lento y en ocasiones se cierra el paso fronterizo.
Un rechazo social que afecta el ánimo de quienes llegan hasta aquí desplazados por la violencia porque, dicen, son mexicanos y el sentimiento de no tener a dónde ir dentro de tu propio país es “amargo, triste”. Están obligados a desplazarse y aquí tampoco los quieren.
“Se siente muy mal uno porque no tenemos apoyo de nadie -apunta María- a lo mejor muchas personas no han vivido lo que nosotros hemos vivido y no lo entienden”.
No quieren molestar, insisten mientras sus hijos escuchan la conversación con la mirada clavada en el piso; solo quieren “huir” a un sitio donde esperan iniciar una nueva vida con seguridad para la familia.