La tarde del miércoles se realizó un homenaje a Manuel Ahumada (1956-2014) con motivo de su octavo aniversario luctuoso, al que acudieron lo moneros de La Jornada Magú, El Fisgón, Hernández y Rocha (seguramente Antonio Helguera también estuvo por ahí, como mencionaron). Asimismo, participaron sus colegas periodistas Blanche Petrich y Carlos Paul, además de Elena Poniatowska, escritora y articulista de este diario.
“Nadie es astronauta en su propia tierra”, citó sus palabras Jacqueline Valadez, compañera sentimental del caricaturista y pintor. Hizo poesía gráfica cósmica y de lo urbano; logró construir un universo propio, coincidieron amigos y colegas en el tributo al dibujante, que incluyó la inauguración de la exposición Las historias que yo viví, en la Casa Refugio Citlaltépetl.
Desde una ventana de la Narvarte, Manuel Ahumada fue capaz de observar las estrellas y las luces de la ciudad, colocó tendederos en la Luna, la melancolía femenina en hoteles de paso con letreros neón y un habitante invisible en una cantina sideral, “grandes pasiones y desgracias” que lo obsesionaron. Antes de formar parte del cosmos, publicó un diario de madejas de sueños y tristezas gracias a su mano dibujante.
Mujeres, astronautas, Gregorio Samsa y el Principito hicieron acto de aparición en la retrospectiva de historietas de Manuel Ahumada, la cual se inauguró después del emotivo conversatorio en el jardín de la casa que propone la construcción de paz y la defensa de la libertad de expresión.
Jacqueline Valadez impulsó la exhibición del trabajo de Ahumada con apoyo de Petrich y María Cortina, directora de la Casa Refugio, junto con el Museo del Estanquillo y el periódico La Jornada, donde el caricaturista publicó su serie La vida en el limbo. También se integran a la muestra algunas de sus historias a color, que publicó durante los últimos años en la revista El Chamuco, en la sección Metro Utopía.
Las 36 viñetas permanecerán hasta el 17 de abril como portales existenciales. “Un inmenso poder de seducción brota del lápiz de Ahumada que nos atrapa y nos introduce en sus historias, sus sueños, sus fantasías”, describió Poniatowska en el texto que introduce la muestra de ventanas ácidas y melancólicas que encuentra el visitante al cruzar el umbral en la casa ubicada en la colonia Condesa. Ahí esperan un Principito atorado entre cables eléctricos y refunfuñando con un sentido “¡chale!”, una tortillería con masa cósmica y mujeres que lloran planetas de tristeza infinita. Y en el ascenso a la escalera, un hombre de sombrero y gabardina observa intrigado las estrellas.
Rafael Barajas El Fisgón fue el primero en tomar la palabra para hablar de “uno de sus hermanos más queridos”, quien “fue el mayor exponente gráfico de la canción rupestre. Supo crear un universo propio y transportó la vida urbana al limbo. Sus historias iban del espacio exterior al Circuito Interior, de las pesadillas al taco de buche y viceversa, del amor al chiste. En ellas deambulaban capitalinos nostálgicos, ángeles caídos, taqueros sádicos, astronautas perdidos, ídolos prehispánicos, chafiretes interplanetarios, concheros ancestrales, corazones heridos, fantasmas urbanos y mujeres lánguidas. Vio un universo poético donde los demás veíamos concreto”, mencionó entre los maestros de rock que son los que realmente formaron a quien vivió en una realidad paralela.
Bulmaro Castellanos Magú, en cambio, declaró acudir no para darle elogios, porque Ahumada le llamó por teléfono a sus amigos entre el primero y 2 de enero de 2014 para prometer un encuentro y una chela. “Yo no puedo hablar bien de un amigo –por más que yo lo quiera– que nos llama y luego se muere”. Desde entonces invoca su espíritu para que pague lo que debe. “Manuel se puso su casco de astronauta, se insertó las alas de arcángel de san Gabriel, pasó por el agujero negro, pidió un chela bien fría para llevar, detuvo un taxi y se nos fue al limbo”, dijo para provocarlo.
Manuel Ahumada nació el 27 de enero de 1956 en la Ciudad de México; murió en el mismo mes de 2014. El periodista cultural Carlos Paul, quien dio lectura a una peculiar biografía, apuntó que si bien muchos lo conocen como creador de insólitas narraciones gráficas y cartonista político, también es un talentoso pintor y artífice de arte objeto.
Chimino, Manolete, gran creador de lienzos al óleo y escultor, el roomie que enseñó el placer gourmet, así fue recordado por sus amigos Hernández, Rocha y Blanche Petrich. La periodista habló de una locomotora de moneros que impulsó el arranque de La Jornada y recordó a aquellos que ya no están, como el caricaturista Helguera, Josetxo Zaldua, coordinador de La Jornada, y Ahumada.
“He dejado huellas en el cielo, también en el mar, alguna vez en la Luna, pero las indestructibles son en la Tierra”, escribió en una de sus viñetas, como se pudo comprobar ante la asistencia concurrida en la Casa Refugio Citlaltépetl. Mientras, probablemente Ahumada brindó desde su cotidiano bar El Agujero Negro, escuchando rock.
Todos estamos hechos de polvo de estrellas.