“Fuimos nubes que el viento apartó Fuimos piedras que siempre chocamos gotas de agua que el Sol resecó borracheras que no terminamos”
No volveré
Oriundo de Hermosillo, Sonora, fue el segundo de cinco hermanos de la familia Aguilar Manzo, nacido el 29 de enero de 1918. Su cabello oscuro contrastaba con el rubio de sus hermanos, por lo que familiarmente siempre lo llamaron El Negro. Su familia pertenecía a la clase alta, pero perdió tranquilidad y casi todas sus tierras cuando concluyó la Revolución. Se fue a la capital del país, donde Luis Aguilar se convertiría en estrella del cine mexicano.
El Gallo Giro
Inquieto, curioso, Luis se desesperaba en la escuela, lo que debió contener cuando ingresó con su hermano Fernando al Colegio Militar. No concluyó la carrera, pero se volvió experto en corceles, adiestrado en caballería, algo que fue clave en su carrera artística. Su carácter lo llevó hasta el mar, su gran pasión, y se hizo tiburonero en el puerto de Mazatlán, algo completamente impensado por su familia y él mismo. Sin embargo, cuando ya tenía su propia flotilla de navíos de caza, conoció en una visita a la Ciudad de México al realizador Roberto O’ Quigley, quien le escuchó cantar, lo que hacía mejor que muchos consagrados del momento. Lo conectó con Raúl de Anda El Charro Negro, quien no le aceptó su primera negativa, lo buscó hasta Mazatlán y le puso en la mesa lo que era un sueño para un actor debutante: un contrato por tres películas, dirigidas por Miguel Morayta. Luis aceptó y entonces filmó: Sota, caballo y rey (1943), Caminos de sangre (1945) y Guadalajara pues (1945). Le siguieron dos largos más de Raúl de Anda: La reina del Trópico (1945) y la cinta de gran éxito Yo maté a Rosita Álvirez (1947), que lo puso en el primer plano del cine mexicano.
Luis figuró pronto en la radiodifusora XEW. Fue el locutor Pedro de Lille quien le puso El Gallo Giro, no por su porte charro o bravío, sino porque tenía levantado el pelo antes de un acto en que De Lille lo presentaba. No pudo ser un mote más afortunado, que de hecho tituló el largometraje que dirigió Alberto Gout en 1950. Con éxito en la radio y las ventas de discos, Luis siempre prefirió la industria cinematográfica. Sus presentaciones con el trío Los Mexicanos eran espectaculares, recorrió el país y se internacionalizó, pero se sentía mejor en el set, si bien fue uno de los principales intérpretes de José Alfredo Jiménez (imperdibles sus versiones de Cuando los años pasen, Tu recuerdo y yo y El mala estrella, entre muchas más).
Jinete de época
Quizás el prototipo de los muchos héroes a caballo que interpretó Luis Aguilar en el cine deben su hechura al que hizo en El último Chinaco (Raúl de Anda, 1948). Como buen peleador justiciero, El Chinaco repartía entre el pueblo hambreado todo lo obtenido en sus enfrentamientos con caciques y matones. En el largometraje Comisario en turno (Raúl de Anda, 1948) se puede disfrutar en pleno su vigorosa voz, cuando canta en la comisaría antes del melodramático epílogo. Alejandro Galindo contribuyó a la filmografía naciente del exitoso Luis Aguilar con un título significativo: El muchacho alegre (1947), donde fue Luis Coronado, valentón carismático, jugador, conquistador, explosivo y pistola pronta, encarando al maloso El Huico (Víctor Parra). Luis interpreta una quinteta de canciones, en la que destaca el corrido de la cinta con el mismo título, además de su versión de El sinaloense. Fue la primera cinta en que compartió créditos con Pascual García Peña, con quien solía beber fuerte, incluso en pleno rodaje. La tendencia del cantante por el trago le causó problemas personales (en sus dos matrimonios) y profesionales (aunque nunca dejó tirado un contrato). Pasaron muchos años y dificultades para que decidiera, ya mayor, tener apoyo profesional y abandonar la bebida.
Con el mismo Galindo hizo Capitán de rurales (1950), como el recto, bien portado, bien peinado, bien cuadrado y bien educado capitán de rurales Felipe Garmendia. Ese año hizo otra de sus películas emblema: Primero soy mexicano, dirigida y actuada por Joaquín Pardavé, quien hacía de su padre y se sintió decepcionado de Luis cuando éste volvió al pueblo hecho doctor con costumbres modernas, tras estudiar en Estados Unidos. La chica de la cinta era Flor Silvestre, con quien hizo varias cintas representativas, como El revólver sangriento (Miguel M. Delgado, 1964). Con Rosita Quintana hizo otra muy buena mancuerna en las películas Dos gallos de pelea (Raúl de Anda, 1949), Tú, sólo tú (1949), Cielito lindo (1956) y Carabina 30-30 (1956), estos tres últimos filmes de Miguel M. Delgado.
Hombre de antifaz
El cineasta Zacarías Gómez Urquiza pondría a Aguilar como Luis Landa en El tigre enmascarado (1951), con asesinatos alevosos, traiciones, engaños y revoltijo de emociones sin destino definido, lo que sobran en esta película son canciones (con músicos presenciales o fondos musicales llegados de ninguna parte). A esa incógnita seguirían muchas otras de gran éxito, como El látigo (Vicente Oroná, 1957), El zorro escarlata (Rafael Baledón, 1958; con gran interpetación del clásico de Manuel Esperón y Ernesto Cortázar No volveré), El jinete solitario (Rafael Baledón, 1958), La máscara de hierro (Joselito Rodríguez, 1959; del serial de El ranchero solitario), La trampa mortal (Zacarías Gómez Urquiza, 1961; como Luis Rosales El enmascarado), Los cinco halcones (Miguel M. Delgado, 1962) y El halcón solitario (Zacarías Gómez Urquiza, 1963).
Luis fue bien aceptado en películas no campiranas, lo que le dio otro rango de interpretación con el que fue madurando como actor. Hizo la muy interesante (con mucho de fantástico sobrenatural) y poco apreciada (a veces, desdeñada) por los críticos, Una aventura en la noche (Rolando Aguilar, 1947), donde alternó con Miroslava e hizo un personaje que obligaba a memorizar extensos diálogos, mostrando variantes emocionales que no le habían exigido sus papeles de galán en corcel. Fue el primer asomo de lo que pudo hacer después con otros retos, especialmente su notable trabajo como ventrílocuo alcohólico en la ruda El hombre de papel (Ismael Rodríguez, 1963). No faltaron praderas y cuacos en cintas como El jinete sin cabeza (Chano Urueta, 1967), o dramas campiranos de menos copla y más tensión en Remolino (Gilberto Gazcón, 1961), Juan sin miedo (Gilberto Gazcón, 1961), Duelo de pistoleros (Miguel M. Delgado, 1965), El fugitivo (Emilio Gómez Muriel, 1966), Duelo en el Dorado (René Cardona, 1969) y La chamuscada, tierra y libertad (Alberto Mariscal, 1971). La comedia lo acompañó con fortuna en Locos peligrosos (Fernando Cortés, 1957), con Germán Valdés Tin Tan, y en Un par de sinvergüenzas: el caballo que canta (Julián Soler, 1963), donde su compadre y aliado de serenatas es su corcel (con voz de David Reynoso).
Luis alternó con Pedro Infante y Jorge Negrete, con quienes siempre se comparó. Los trabajos que hizo con Pedro en el díptico ATM ( A toda máquina) y ¿Qué te ha dado esa mujer? (1951), dirigido por Ismael Rodríguez, así como en Tal para cual (1953) , de Rogelio A. González, con Negrete, demostraron que el sonorense estaba al nivel de esos “monstruos”. De igual a igual trabajó con Antonio Aguilar en ¡Aquí están los Aguilares! (Jaime Salvador, 1957). Con Antonio también hizo Los cuatro Juanes (Jaime Salvador, 1957), sumando a Javier Solís y Narciso Busquets. Con Ismael Rodríguez trabajó en la estupenda Del rancho a la televisión (1952), que resumía la vida de las estrellas de la radio, el cine y la televisión en México, llegados de la provincia con una maleta, con la aspiración de convertirse en figuras del espectáculo.
Capitanazo
No le gustaba el género de las sexy comedias (aunque estuvo en un par) y eso prácticamente lo retiró por una década, ya que era lo que normalmente le ofrecían para trabajar. Prefirió incursionar en películas de acción, con personajes recios, como el malévolo comisario que hizo en Cacería humana (Valentín Trujillo, 1989). Pero el cine nacional le reservó un mejor papel para marcar su despedida cinematográfica cuando interpretó a Pascual en Los años de Greta (Alberto Bojórquez, 1991). La actuación le mereció el premio Ariel al mejor actor de reparto. El 24 de octubre de 1997, El Gallo Giro se fue con el sueño, con un infarto quieto, sin padecimientos y sin escándalos, como él había predicho que partiría del mundo. Dejó decenas de canciones y una filmografía apabullante de más de 150 películas. Disfrutó la vida a caballo, en la bohemia, con la familia… cada vez que pudo regresó al mar. Quizás en su último sueño volvió a capitanear El Lombarda, su embarcación líder, camino de un oleaje que se rodeaba de escualos. Pese a los años, fue siempre el muchacho alegre.