Antier, “Día del Amor”, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, dijo en un discurso a la nación: “Nos han dicho que el 16 de febrero, será el día del ataque. Lo convertiremos en una jornada de unidad”. El presidente no aclaró quién le avisó, pero bueno…
Zelenski pidió a sus ciudadanos que ese día “cuelguen la bandera nacional y muestren los colores azul y amarillo del país”. Entonces, jóvenes adolescentes de 15 años empezaron a cavar trincheras, y fue patético ver en “las noticias” a una señora de 94 años, fusil en mano, cuerpo a tierra, y “lista para la defensa”.
Muerto de miedo, Putin ahuecó el ala, y ayer ordenó el retiro parcial de sus tropas desplegadas en las fronteras con Ucrania. ¡Qué joder! Con Estados Unidos y la OTAN no se juega… Pero dejemos, por ahora, este peligroso reality show en tiempo real, y pongámosle ojo al payaso Zelensky.
Abogado que nunca ejerció porque optó por la comedia, Zelensky se convirtió en 2015 en la estrella de la serie Servidor del pueblo, en la que interpreta el papel de presidente de la República. Sólo que a diferencia del presidente de la serie de Netflix House of Cards (Kevin Spacey), saltó de la ficción a la realidad, y en marzo de 2018 fundó el partido Servidor del Pueblo.
Al año siguiente, Zelensky empezó a despotricar contra “la-corrupción-del-gobierno” de Petro Poroshenko (prorruso, ¡uf!) en un video de campaña que se hizo viral y ganó las elecciones. Trump lo felicitó, y los “enemigos-del-mundo-libre” probaron que, as always, la CIA venía metiendo la cuchara en el país eslavo, con algo más que índices de “riesgo país”, “transparencia”, “democracia”, “seguridad jurídica”, “libertad de expresión”… siga usted.
Bien. Volvamos a México, donde “todo-mundo-sabe-que-hay-dictadura” y, por tanto “no-hay-libertad-de-expresión” porque se persigue a los que “piensan-distinto”. Así, el marqués Mario Vargas Llosa andaba posiblemente en lo cierto, cuando en 2018 dijo que “los mexicanos votaron mal”. Qué pena.
Eso sí: dependiendo de lo investigado, divulgado u opinado, un periodista mexicano puede ser respetado y premiado por el rey de “todas las Españas”, o dictar conferencias en la Casa de América de Madrid. Con excepción, naturalmente, de los que son acribillados a balazos.
El ABC de la ética periodística recomienda probidad acerca los qué, cómo, cuándo, dónde y, sobre todo, para qué afirmar, comentar u opinar lo que se quiere ventilar. Principios y deberes (deontología) que nada tienen que ver con “la moral”, que no se regula con “principios y deberes”.
En México abundan operadores mediáticos autopersuadidos de que “los pueblos nunca saben, ni ven, sino lo que se les enseña y muestra, ni oyen más de lo que se les dice” (Mariano Moreno, 1778-1811). Con lo cual, creen ajustarse a derecho cuando ofenden al Presidente y su familia, con infundios y mentiras. Pero si el Presidente les contesta, golpean como partido político y buscan refugio en la benemérita “libertad de expresión”.
Por ejemplo, el impresentable avatar mediático con ingresos anuales de 35 millones de pesos (un millón 750 mil dólares anuales). ¿Cómo le hace? O el payaso Brozo, su pareja, un clon del presidente Zelenski. Por no hablar (ya pa’ qué) de la cotorra liberal que desde hace 30 años presume de “independiente”.
En días pasados, Andrés Manuel puso de ejemplo los ataques a los presidentes de Perú y Honduras, recién llegados a su cargo con el voto popular. “Es como una internacional del conservadurismo”, dijo. Añadió: “Esto es cuando coleccionábamos figuritas en los álbumes, así me pasa cuando veo lo que está pasando en otros países. Ya nada más digo: ésta ya la tengo, porque se repite” ( La Jornada, 8/2/22).
En efecto. Porque la repetición (y ya lo demostró el nazi Joseph Goebbels, quien a su vez se inspiró en un libro del publicista judío estadunidense Edward Bernays – Propaganda, 1928–) ha sido el arma predilecta de los conservadores.
La “internacional del conservadurismo” a la que aludió AMLO, tuvo lugar el 9 de julio de 2021 en Miami, donde se dieron cita Vargas Llosa, Enrique Krauze, Sergio Ramírez, el mercenario venezolano Leopoldo López, y la presidenta la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, junto con los ex presidentes Mauricio Macri (Argentina), Iván Duque (Colombia), Luis Lacalle Pou (Uruguay), Sebastián Piñera (Chile) y Guillermo Lasso (Ecuador), entre otros.
En Ucrania, Rusia, Irán o China, en México, Perú, Honduras, Argentina, Cuba o Venezuela, el terrorismo mediático responde a la noción de “guerra preventiva”, que Washington practica desde el ataque a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001. Objetivo: desestabilizar y justificar cualquier intrusión bélica en cualquier país que se vuelva “incómodo”.
Para ello, cuentan con medios hegemónicos que dependen del poder económico y financiero concentrado, y “grupos de tareas” de periodistas mercenarios que erosionan, sin cesar, a los gobiernos populares y democráticos.