A punto de abandonar el salón donde se realiza la conferencia de prensa mañanera, el presidente Andrés Manuel López Obrador fue tajante en la defensa de sus hijos. “Me da mucho gusto que resistan y se han portado bien, aunque saben que una cosa es lo familiar y otra cosa es el servicio público, lo saben perfectamente. Mientras yo he sido dirigente, ellos no han ocupado un cargo, porque es el acuerdo que tenemos, lo sabemos muy bien”, aseveró.
Pero el respaldo a los suyos se convirtió en una evocación de algunas de las vicisitudes por las que han pasado sus hijos, herederos de un padre opositor.
Eran los años 90 de siglo pasado y López Obrador un activo dirigente de izquierda sobre quien pesaba una retahíla de delitos penales, acusaciones con las que fácilmente caería en prisión. No sabía cuál sería su fin, cuando justo arriba de su casa sobrevolaba un helicóptero y de enfrente del portón no se movían los agentes judiciales. Fue así que la prioridad se convirtió en urgencia: sacar a los niños para protegerlos de ese ambiente.
Aunque ya ha pasado un cuarto de siglo de aquellos episodios, al Presidente ayer se le quebró la voz al recordarlos; en un hecho sin precedente, relacionado con su familia, el nudo en la garganta se impuso como preludio del llanto, pero aguantó.
“Agradezco mucho a Lourdes Galaz, una periodista, y a Carmen Lira (también periodista y directora general de La Jornada), que los fueron a buscar…” En ese momento no pudo seguir hablando. Mientras los fotógrafos corrían al frente para tomar la reacción, el mandatario bajó la mirada, se mojó los labios, parpadeó y se repuso. La pausa fue de 10 segundos y de inmediato continuó con el relato: “ (fueron a buscar)... a mis hijos. Entonces ellos saben qué es esto”.
Minutos antes López Obrador ya había dado por terminada la mañanera, pero un reportero de Tamaulipas insistió en preguntar. “Bueno, una pregunta”, concedió y volvió al atril.
Como sólo era una, los integrantes del gabinete que asisten todos los martes para dar el reporte de Salud permanecieron de pie.
Cuando de pronto mencionó a sus hijos; expresó que tiene “la ventaja, si se puede decir así, de que hemos sido espiados durante muchos años, desde que ellos estaban pequeñitos. Bueno, cuando empezamos a ser oposición en Tabasco nos costó trabajo conseguir escuelas para que los inscribieran, ya se pueden imaginar las que hemos pasado”.
Ellos (José Ramón, adolescente, cuando sucedieron los momentos más rudos; Andrés Manuel, niño, y Gonzalo, bebé) saben que desde siempre hemos tenido carros de vigilancia enfrente de nuestra casa, ellos han visto cómo cuando el movimiento en defensa del petróleo, allá por 1995, sí, 95, 96, yo traía orden de aprehensión, me metieron todo el Código Penal, como 11 delitos”.
“(Querían) obligarme a que me amparara o me fugara, pasaron helicópteros, en ese entonces del Cisen, estaba (Jorge) Tello en el Cisen y Roberto Madrazo de gobernador, entonces quedaban los helicópteros encima de la casa”, expresó rasando con la mano.
“Y yo pido a mis hijos que se sigan portando bien, como lo están haciendo. Y agradezco al creador de que no pintan para ser como el hijo de José María Morelos, del cura Morelos, que tuvo un hijo, Juan Nepomuceno Almonte, que se volvió traidor y se pasó al bando de los conservadores”, expresó.
Y ahora sí, el Presidente se despidió: “Eso es todo, ahí nos vemos”.