Cuando un partido termina así, no queda sino sonreír y levantarse con satisfacción por la fortuna de ver algo que se acerca a la épica. Mbappé, última jugada ya sobre el silbatazo final, rodeado de la defensa enemiga, recortó y definió con una delicadeza para fundir el gol de la victoria del París Saint-Germain por 1-0 ante el máximo ganador de este certamen, el Real Madrid, en la ida de los octavos de final de la Liga de Campeones.
Y el gol, además, llegó precedido de un poco de magia, un toquecito pícaro del talón del brasileño Neymar, quien al pasarle la pelota de esta forma a su compañero merecía un aplauso exclusivo. El tanto cayó e inmediatamente sonó el silbato, 94 minutos del mejor futbol global.
Antes de semejante proeza, el marcador se aferraba al cero, sólo con amagos de virtuosismo y emoción, pero que no movían los números en el estadio del Parque de los Príncipes, en París. Sobre la cancha había un despliegue de estrellas, nombres y trayectorias como para llenar un álbum completo de estampitas infantiles.
El PSG, que apostó en esta Champions a conseguir su primer cetro, contaba con personajes de futbol gourmet. Lionel Messi, quien tuvo la desgracia de fallar un penal, Neymar, Ángel di María, y sobre todo esa fuerza incontrolable llamada Kylian Mbappé, quien es capaz de estos desplantes de genio para salvar todo un partido. Porque el joven goleador francés está acostumbrado a caminar por un cable ardiente y en un parpadeo rescatar la victoria, hacer en una fracción lo que un equipo millonario no consigue en 90 minutos reglamentarios.
“Me desmarqué y quedé mano a mano. El delantero tiene que ser siempre el amo del área penal cuando los defensas comienzan a retroceder”, dijo Mbappé; “tendremos que hacer lo mismo en el partido de vuelta. Iremos allá a ganar”.
El encuentro parecía destinado a terminar sin goles y listo para decidirse en Madrid el 9 de marzo. Aunque del lado merengue quedaba una sensación de que les faltó ambición, la diana tan cara que recibieron en parte fue posible ante la floja actitud de quienes debían ejercer presión en el área.
Hasta antes del gol, el portero Thibaut Courtois fue el gran protagonista del partido. El arquero belga repelió remates de Mbappé con visos de gol en ambas mitades. También le tapó un penal a Messi a los 61 minutos, luego de que Kylian recibió una falta de Dani Carvajal.
Messi fue quizás la gran presencia ausente, una contradicción, porque ahí estaba el jugador fantástico que le devolvió la gracia al futbol. Pero algo le faltó, ya no pega igual, ya no estalla como solía hacer, no al menos ayer, y parecía sin la chispa acostumbrada. El penal fallado fue el signo de ello.
Al terminar el encuentro, todo el Parque de los Príncipes coreaba un nombre: Mbappé. Un grito que también significaba “quédate”, porque persiste la posibilidad de que se marche justo al Real Madrid al final de la temporada.
El City golea
En el otro duelo, el Manchester City lució tan bien, que incluso los aficionados de Portugal aplaudieron al final en la goleada que propinó al Sporting de Lisboa.
El conjunto inglés le recetó un 5-0 al club lisboeta en el encuentro de octavos de final. Cuando el City marcó el tercero de sus cuatro tantos en la primera mitad, no fueron sólo sus seguidores quienes mostraron admiración en el estadio José Alvalade.