Washington. Sólo tres grandes grupos criminales son los contrabandistas de la gran mayoría de los colmillos de elefante fuera de África, según un nuevo estudio.
Los investigadores utilizaron el análisis de ADN de los colmillos incautados y pruebas como registros financieros y telefónicos, matrículas y documentos de envío para mapear las operaciones de tráfico en el continente y comprender mejor quién estaba detrás de los delitos. El estudio fue publicado el lunes en la revista Nature Human Behavior.
“Cuando tienes el análisis genético y otros datos, finalmente puedes comenzar a comprender la cadena de suministro ilícita; eso es absolutamente clave para contrarrestar estas redes”, señaló Louise Shelley, quien investiga el comercio ilegal en la Universidad George Mason y no participó en la investigación.
Samuel Wasser, coautor del estudio, espera que los hallazgos ayuden a los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley a identificar a los líderes de estas redes en lugar de a los cazadores furtivos de bajo nivel que son fácilmente remplazados por organizaciones criminales.
“Si puede detener el comercio donde el marfil se consolida y exporta, esos son realmente los actores claves”, agregó Wasser, quien codirige el Centro de Ciencias Forenses Ambientales de la Universidad de Washington.
La población de elefantes de África está disminuyendo rápidamente. De alrededor de 5 millones de ellos hace un siglo a 1.3 millones en 1979, el número total en África ahora se estima en unos 415 mil.
Una prohibición de 1989 sobre el comercio internacional de marfil no ha detenido el declive. Cada año, se envían aproximadamente 1.1 millones de libras (500 toneladas métricas) de colmillos de elefante escalfados desde África, principalmente a Asia.
Durante las pasadas dos décadas, Wasser se ha obsesionado con algunas preguntas claves: “¿Dónde se extrae la mayor parte del marfil?, ¿quién lo mueve? y ¿cuántas personas son?”
Trabaja con las autoridades de vida silvestre en Kenia, Singapur, Hong Kong, Malasia y otros lugares, que lo contactan después de interceptar envíos de marfil. Vuela a los países para tomar pequeñas muestras de colmillos a fin de analizar el ADN. Ahora ha acumulado las de los caninos de más de 4 mil 300 elefantes vendidos de forma ilegal fuera de África entre 1995 y la actualidad.
“Ése es un conjunto de datos asombroso y notable”, destacó Robert Pringle, biólogo de la Universidad de Princeton, que no participó en el estudio. Con tales datos, “es posible detectar conexiones y hacer inferencias sólidas”.
“Enfrentar estas redes es un gran ejemplo de cómo la genética puede usarse con fines de conservación”, aseguró Brian Arnold, biólogo evolutivo de la Universidad de Princeton que no participó en la investigación.