En vísperas del 14 de febrero, Día de San Valentín o del Amor y la Amistad, los escaparates de los comercios han pintado de corazones rojos el paisaje urbano. Las campañas publicitarias en radio y televisión, han hecho del “amor romántico” un objeto de consumo de masas. Paralelamente, los feminicidios siguen al alza y los informes de las organizaciones feministas han documentado que la mayoría de éstos tienen lugar en el “sagrado espacio del hogar”. El “hasta que la muerte nos separe” pronunciado en los rituales matrimoniales, se ha convertido en una advertencia ante la violencia doméstica.
Esta celebración, que paradójicamente podría tener un origen antimperialista y antimilitarista, terminó convirtiéndose en el siglo XIX en una estrategia de mercado. Según los orígenes de esta efeméride, el 14 de febrero se conmemora la ejecución de un sacerdote católico de nombre Valentín, quien en el siglo III fue condenado por el emperador romano Claudio II, por romper la prohibición de casar a jóvenes soldados, para evitar que los lazos matrimoniales les hicieran rechazar sus compromisos militares. A Valentín no se le recuerda por confrontar las leyes injustas del imperio romano, sino que se le ha convertido en el santo que bendice el amor romántico heterosexual. Siglos más tarde, en 1840, en pleno auge del romanticismo como tendencia literaria, Esther Howland, una joven estadunidense de familia de libreros, tuvo la idea de hacer tarjetas con poemas de amor, para enviar el Día de San Valentín, iniciando así una tradición que se diversificó en sus contenidos, globalizándose al igual que el discurso hegemónico en torno al amor romántico heterosexual, promovido por la industria cinematográfica.
Este “Día del Amor” quiero dedicar estas líneas a “las pagadoras”, como se conoce en las cárceles mexicanas a las mujeres que pagan el delito de “otro”. Esta es una de las causales de encarcelamiento de mujeres que no aparecen en los expedientes judiciales, sino que son parte de la tradición oral carcelaria. Cientos de mujeres van a dar a la cárcel porque de manera voluntaria y cegadas por las trampas del “amor romántico” asumen la culpa por delitos que no cometieron. Otras veces son inculpadas por sus propias parejas o negociadas ante autoridades corruptas. Dedico este escrito a Sol, quien cumple una condena de 30 años por “delincuencia organizada”, después de haber sido “negociada” por uno de los capos de un importante cártel criminal, quien la entregó junto con 5 millones de pesos a los policías judiciales que lo detuvieron, a cambio de su libertad. También a María Elena, quien cumple una condena de 20 años por haberse autoinculpado por un homicidio cometido por su amante. En especial María Luisa Villanueva, quien lleva 24 años presa por un delito que no cometió, y al que fue vinculada injustamente por las actividades y redes de quien entonces era su pareja. La lista podría continuar, cientos de mujeres que pagan con su vida y su libertad, el precio de haber creído en las promesas de amor de hombres que las abandonan tras su encarcelamiento.
La Colectiva Editorial Hermanas en la Sombra ha trabajado durante 12 años en espacios de reclusión acompañando con la escritura procesos de sanación ante las heridas que dejaron los mitos del “amor romántico”. Hemos logrado sistematizar nuestros diálogos con las internas en el manual feminista Renacer en la escritura (https://hermanasenlasombra.org/manual/) y algunas de sus reflexiones poéticas sirvieron de guion al documental de animación Amor, nuestra prisión (https://vimeo.com/266622055). Desaprender las formas tóxicas de amar, y aprender a amarnos a nosotras mismas ha sido la apuesta política de este proyecto feminista que queremos compartir en el Día del Amor.
*Doctora en antropología, investigadora del Ciesas