Kiev. En un hermoso día de sol radiante y cielo azul, Andriy Kostenko, sentado en el parque Shevchenko, observa a sus tres hijos jugar con su esposa. Parejas jóvenes caminan tomadas de la mano y se detienen a escuchar a un violinista. Dos ancianos en una banca juegan ajedrez con gran concentración.
“¿En verdad van a caer bombas aquí en dos días? ¿De veras va a haber una guerra?”, murmura el joven oficial del ejército, que está recortando su estancia en Kiev para regresar al este, a la frontera, en Donbas. “Quisiera que no hubiera guerra. Pero puede ocurrir, y quiero disfrutar cada momento que pase aquí. No sé cuándo podré volver. Por supuesto, cumpliremos nuestro deber, pero nos preocupan nuestras familias y oramos por que estén bien”.
La guerra de Vladimir Putin en Ucrania podría empezar este miércoles, afirman agencias de inteligencia que, según reportes, han interceptado comunicaciones rusas que revelan detalles “específicos y alarmantes” de un ataque que probablemente causaría bajas devastadoras.
Esa advertencia fue el más reciente, y el más dramático, de una serie de reportes procedentes de Washington –por lo regular seguidos de otros de Londres–, según los cuales un ataque es inminente. Pero estos reportes de una invasión rusa que comenzaría el 16 de febrero han sido los catalizadores de una ráfaga de acciones que están segregando a Ucrania y hacen que su pueblo se sienta aislado, lo que se añade a la turbación por lo que se viene encima.
En el espacio de 48 horas, muchos países, entre ellos Estados Unidos y Gran Bretaña, han pedido a sus ciudadanos salir de Ucrania y han reducido al mínimo el personal de sus embajadas. Los equipos de adiestramiento militar para las tropas de Ucrania –entre ellos los de EU y GB– han comenzado a retirarse.
El domingo, varias aerolíneas suspendieron vuelos a este país; algunas explicaron que enfrentaban enormes dificultades para obtener seguros de viaje. El derribo del vuelo MH17 de Malasya Airlines sobre Ucrania hace casi ocho años, en el que perecieron 298 pasajeros, sigue siendo un horrible ejemplo de lo que puede resultar mal en tiempos de guerra.
Por supuesto, hay quienes tienen otras formas de partir. Tan sólo este domingo salieron de Kiev más de 20 jets privados y chárter, que transportaban a oligarcas, empresarios acaudalados y sus familias, y hay muchos otros programados, entre temores de que el espacio aéreo será cerrado.
Tales medios de transporte están fuera del alcance de la abrumadora mayoría de personas, pero algunas están desesperadas. Bob Allen, de Manchester, que vive en Kiev con su esposa, nacida en Ucrania, y dos hijos, encontró que KLM canceló su vuelo y no planea operar otro en el futuro previsible. “No somos de las personas que normalmente pensarían en jets privados ni nada por el estilo”, dice Allen. “Pero ésta parece una verdadera emergencia y por eso un grupo de amigos y yo exploramos si podemos fletar un avión. Fue imposible… los precios son exorbitantes”.
Muchos se trasladan al interior del país. Anna Nazarenko y su familia cerrarán su departamento, cercano al centro de la ciudad, y se mudarán con parientes en Lviv, en el oeste del país. “Nuestra casa está muy cerca de algunos edificios de gobierno, así que no nos parece seguro quedarnos”, señaló Anna, profesora de 48 años.
Todo esto ocurre a la sombra de 130 mil soldados rusos estacionados en las fronteras de Ucrania. Según gobiernos occidentales, ya cuentan con todos los elementos militares necesarios para una invasión y, posiblemente, una ocupación.
Los intentos diplomáticos por evitar el conflicto continúan a marchas forzadas; una sucesión de líderes y ministros viajan a Moscú para entrevistarse con Putin. El canciller alemán, Olaf Scholz, es esperado en Kiev para reunirse con el presidente ucranio Volodymyr Zelensky antes de ir a ver a Putin en Moscú. Scholz ha repetido la advertencia de otros líderes occidentales de que Rusia enfrentaría severas sanciones si adopta una acción militar. Pero el periódico Die Welt ha reportado que funcionarios en Berlín se preguntan si Scholtz ofrecería a Putin seguridades de que Ucrania no se uniría a la OTAN en la próxima década, lo cual es una demanda clave del Kremlin. Los funcionarios comentaron que lo decían como “experimento de pensamiento”.
La semana pasada, el presidente francés Emmanuel Macron mencionó que se referiría a las preocupaciones rusas de seguridad luego de visitar Moscú, y supuestamente sugirió que la “finlandización” sería un posible futuro para Ucrania: una fórmula bajo la cual Ucrania, como Finlandia, no se uniría a la OTAN ni trataría de provocar al Kremlin.
Algunos ministros de los estados miembros de la OTAN objetan esta postura “blanda”. Hubo considerable publicidad sobre las expresiones del secretario británico de la defensa, Ben Wallace, de que “flota en el aire un tufillo a Munich por parte de algunos en Occidente” en sus tratos con Rusia.
La comparación de los aliados occidentales de Ucrania con quienes trataron de apaciguar a Adolfo Hitler no fue bien recibida por todos los ucranios. Vadym Prystaiko, embajador del país en Londres, comentó: “No es el mejor momento para ofender a nuestros socios en el mundo, al recordarles un acto que en realidad no logró la paz sino su opuesto, la guerra”.
Los comentarios de Wallace sobre Munich se produjeron el mismo fin de semana en que el gobierno británico anunció que retiraría efectivos que habían estado adiestrando a los soldados ucranios para que se defendieran. Gran Bretaña ha ganado considerable prestigio en Ucrania por suministrar misiles antitanques, llamados NLAW, a los militares locales durante los pasados meses y semanas. Ahora algunos de los programas de adiestramiento tendrán que abandonarse.
Sentado en el parque, Andriy Kostenko, capitán en un batallón de voluntarios, trató de ser diplomático. “Estamos muy agradecidos con el Reino Unido por enviarnos las armas, por darnos tanto apoyo”, dijo. “Es triste ver partir a los amigos, pero a final de cuentas nosotros siempre supimos que tendríamos que pelear solos”.
Extiende los brazos en el aire. “Mire a su alrededor. Mire el cielo, el sol… azul y amarillo, los colores de nuestra bandera. Quién sabe, tal vez sea un signo de que al final todo saldrá bien”.
© The Independent Traducción: Jorge Anaya