El sistema universitario mexicano se caracteriza por ser desigual en cuanto a recursos, prebendas, condiciones laborales y salariales. En realidad, sería casi imposible establecer condiciones parejas, pero se podría aspirar a que no fueran tan desiguales.
La disparidad no sólo se da entre las universidades públicas y privadas, también entre las publicas nacionales, citadinas o estatales, y dentro de las mismas.
En muchas universidades, además del escalafón tradicional por categorías, los profesores pueden acceder a uno, dos, tres e incluso cuatro ingresos. Aunque en realidad, sólo uno es propiamente el salario y los otros son becas, estímulos u otros.
El salario universitario ha perdido notablemente su valor real, al igual que el salario mínimo neoliberal de los últimos 30 años y los aumentos nunca han superado 4 por ciento anual. Por eso se otorgan complementos salariales, para conjurar de alguna manera una explosión social y para fragmentar al profesorado universitario, que está más preocupado en acceder a recursos complementarios, que a organizarse. Rara vez hay una huelga de un sindicato universitario para demandar una mejora salarial.
El salario nominal es tan bajo que una de las prestaciones, la de la antigüedad de 2 por ciento de incremento anual, puede significar, con el tiempo, un incremento salarial de 30, 50, 70 por ciento, o más, del salario que ganaría un recién ingresado.
El segundo ingreso al que puede acceder un buen número de profesores es el de estímulos a la docencia que otorga la SEP. Se trata de un sistema parecido al Sistema Nacional de Investigadores (SIN), para fomentar la calidad en la docencia, la formación continua, mejoras en los planes de estudios, participación en academias, tutorías, etcétera. En algunos casos el sistema de estímulos funciona bien, en otros regular y en muchos otros es una verdadera angustia, tortura burocrática y dilema existencial. Los sistemas de puntaje varían de acuerdo con cada universidad y los periodos pueden ser anuales, bianuales o trianuales, lo que marca una gran diferencia. Este ingreso, es gravado con impuestos, pero no se considera como salario a la hora de la jubilación, una triquiñuela más de la Secretaría de Hacienda que afecta a los universitarios.
El tercer ingreso, al que pueden acceder los profesores que cuenten con doctorado y que se dediquen a la investigación, es concursar al SNI. La beca, puede significar un ingreso adicional de 30, 80 o 100 por ciento del salario neto, lo cual depende del nivel alcanzado. Ciertamente es un gran apoyo, para este sector del profesorado, pero mantenerse y subir de nivel implica un trabajo y un estrés considerable. En este caso, se trata de una beca y no se aplican impuestos, por lo que tampoco se considera como parte del salario a la hora de la jubilación.
Los investigadores que están en el SNI también pueden acceder a los estímulos de la SEP y lo que para algunos profesores significa un segundo ingreso, para éstos es el tercero. Otros profesores, los llamados técnicos académicos, que también pueden ser docentes y los profesores de asignatura, no pueden acceder a los estímulos y se quedan con su magro salario, sin ninguna compensación.
Es posible que algunos profesores puedan percibir otro ingreso, que se sitúa en territorio fronterizo. Algunos de ellos, de tiempo completo, pueden acceder a contratos parciales, medios tiempos e incluso tiempos completos, en otras instituciones públicas o privadas. Una sobrexplotación derivada, obviamente, de los pésimos salarios y el sistema de estímulos.
Finalmente, en algunas universidades y centros de investigación, se puede obtener a otros ingresos por concepto de proyectos, investigaciones, asesorías o consultorías, que se consideran como recursos externos y existen varias fórmulas para acceder a ellos. Estos recursos tienen un overhead (comisión por gastos institucionales) que puede oscilar entre 30 y 40 por ciento y que queda en la institución, lo que resta permite contratar a personal y pagar a los investigadores. Para lograr que esto funcione, y remunerar el trabajo realizado se hicieron fideicomisos y fundaciones. Pero ya se suprimieron muchos fideicomisos y por tanto la posibilidad de contar con recursos externos y overhead está cancelada. Por el contrario, todas las grandes universidades del mundo incentivan la búsqueda de recursos externos.
El entuerto del sistema salarial universitario promueve la búsqueda de ingresos adicionales por dentro y por fuera del sistema. Es una carrera de resistencia, hay que competir por cambiar de categoría, por mayor nivel de estímulos, por ingreso y permanencia en el SNI y por acceso a recursos externos. Cada trámite o convocatoria implica mucho trabajo burocrático, tiempo perdido, estrés, esperanzas y desengaños.
Los profesores de asignatura forman la base del sistema de trabajo precario universitario y tienen que esperar años o décadas para poder acceder a una plaza y, los que la tienen no pueden jubilarse, porque pierden todos los recursos “adicionales”, pero que en realidad serían equiparables a un salario normal.
Un verdadero entuerto, que significa literalmente: “perjuicio o daño que se causa injustamente a una persona”, a toda la comunidad universitaria.