Las condiciones insalubres en las que se mantiene a las personas recluidas en las estaciones migratorias del país forman parte de una estrategia para despojar a las víctimas de su dignidad y autoestima, y “facilitar” los maltratos que reciben en dichos sitios, lo cual viola diversos acuerdos firmados por México para proteger a dicha población vulnerable.
Así lo advirtió Alethia Fernández de la Reguera, investigadora de la UNAM y autora del libro Detención migratoria. Prácticas de humillación, asco y desprecio, en el cual no sólo se exploran los abusos que sufren los migrantes indocumentados en el país, sino también las difíciles condiciones laborales del personal encargado de custodiarlos.
Durante la presentación del volumen, realizada ayer de manera virtual, la experta indicó que con su trabajo de campo logró documentar la forma en que viven las personas recluidas en los centros de detención del Instituto Nacional de Migración, como la estación Siglo XXI, ubicada en Tapachula, Chiapas.
Un ejemplo del estado de suciedad que priva en dichos sitios, destacó Fernández de la Reguera, es el hecho de que a los migrantes se les obligue a orinar en una cubeta que se deja permanentemente en los lugares en donde ellos tienen que estar, con los fuertes olores que ello provoca, a pesar de que en la estación hay baños a los que podrían acudir.
Además del proceso de “deshumanización” del que son víctimas los migrantes en esos centros, la investigación de la académica describió las condiciones de discriminación, vulnerabilidad y explotación que también padecen los custodios, limpiadoras y otros trabajadores que ocupan los puestos de menor rango, sin acceso a la capacitación ni a condiciones laborales dignas.
Marisa Belausteguigoitia, directora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México, destacó que en el libro se documentan las “formas más sutiles de violencia” contra los migrantes, que buscan “anestesiar su personalidad” y hacerlos blanco de emociones como vergüenza y asco, por la falta de higiene y sueño que sufren, pues dichos sentimientos son utilizados como método de control social.
A su vez, Amarela Varela, académica e investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, coincidió en que las emociones negativas son utilizadas para despersonalizar y “animalizar” a los migrantes, como parte de un escenario en el que los guardias y otros trabajadores del INM también son víctimas de explotación y violencia.