A lo largo del siglo XX, se fueron conformando dos bloques de naciones, con niveles en la calidad de vida, educación, desarrollo industrial y, sobre todo, de desarrollo científico y tecnológico diferentes, el primero formado por países de Europa occidental, Estados Unidos, Canadá, Unión Soviética y Japón, mientras el segundo lo constituían naciones de Asia, América Latina, África y Oceanía. La gran diferencia entre unas y otras radicaba en que mientras las más avanzadas estaban esencialmente dedicadas a la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la industria, los llamados países en vías de desarrollo se dedicaban a la producción y comercialización de materias primas, con diferencias importantes de acuerdo con los precios de éstas que en ellos se producían.
Nuestra nación, productora principalmente de petróleo, cereales, minerales y ganado estaba desde luego ubicada en el segundo grupo, por lo que algunos de nuestros gobiernos se preocuparon, como los de Latinoamérica, Oceanía y Europa oriental, por desarrollar estrategias de industrialización que les permitieran formar parte del primer grupo. En nuestro caso podemos recordar el proyecto de industrialización del presidente López Mateos (1958-64), que fracasó por mala calidad y el nivel de obsolescencia de nuestros productos, lo cual generó grandes niveles de contrabando de productos extranjeros; otro intento, éste a largo plazo, con mejores resultados se dio en el gobierno de Luis Echeverría (1970-76) con la creación de del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, así como de un número importante de institutos tecnológicos, con la finalidad de formar ingenieros capaces de dirigir industrias en todo el territorio nacional, lo cual tuvo un efecto significativo en la economía.
El establecimiento del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, al final del gobierno de Salinas de Gortari (1988-94) tuvo un impacto positivo en la creación de empleos en diversas plantas armadoras de automóviles, transportes de carga y aparatos eléctricos para el hogar, dando lugar a que nuestro país tuviera mayores ingresos por la mano de obra de productos industriales, aunque su mayor parte se dio sólo en procesos de maquila, ya que los procesos de creatividad y desarrollo se importaron de naciones desarrolladas, principalmente en la industria automotriz y la del vestido, por ello dicha estrategia generó terribles problemas sociales (fue especialmente lesiva para las mujeres obreras) y de pobreza, en la medida que las maquiladoras contrataban mano de obra barata, lo cual se convirtió en uno de los principales atractivos que impulsó el gobierno para atraer inversionistas internacionales, sin procurar ningún tipo de asistencia a esos trabajadores. Si a esto le agregamos el tristemente célebre Fobrapoa que impuso Ernesto Zedillo en su gobierno y endeudó al total de la población y, finalmente, nos encontramos con el proyecto de Vicente Fox, que bien podría llamarse “sálvese quien pueda”, pues su propuesta era la conformación de una economía informal, basada en el comercio ambulante, podemos explicarnos, en buena parte, el porqué de la situación actual.
Todos estos procesos, a los que se añade la corrupción imperante durante esas administraciones, más las de Felipe Calderón y Peña Nieto, nos explican la pobreza y miseria en la que hoy vive gran parte de la población mexicana y, asimismo, los resultados de las elecciones de 2018 que llevaron a López Obrador a la Presidencia de la República y a la conformación de Morena, como primera fuerza electoral del país, cuyo crecimiento fue tan acelerado o mayor incluso al del PRD, el cual terminó siendo un desastre, como en su momento lo vaticinó el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, no obstante haber sido su fundador.
Lo que hoy parece estar sucediendo en Morena pudiera ser una repetición de esa experiencia; por lo cual me abocaré a describir brevemente estos procesos para retomar luego el tema central del artículo: el desarrollo científico y tecnológico de nuestra nación para salir del subdesarrollo y lograr la reducción significativa de la pobreza, sobre todo a partir del pensamiento y deseo del Presidente, de realizar la Cuarta Transformación. Si a ello agregamos su frase: “Primero los pobres” nos queda claro que éste debiera ser el objetivo central de dicha transformación.
Sin lugar a dudas ello justifica los enormes recursos destinados a las becas para los estudiantes, así como las pensiones para las personas de la tercera edad y la ayuda para las madres solteras, pero considero que estas medidas sólo son paliativos, mientras se logra una verdadera transformación a través de la educación, del incremento de la productividad y de una mejor distribución del ingreso, que hasta ahora está orientado hacia quienes realizan las inversiones y muy poco a quienes, con su trabajo, logran que esos recursos generen ingresos y utilidades.
Por ello, pienso que el elemento fundamental para que esta transformación se convierta en una realidad, los temas centrales debieran tener como prioridad la educación pública superior y media superior y hacerlas accesibles a la población de menores ingresos. Desafortunadamente, ante los gastos generados por la pandemia del covid-19, los recursos dedicados a la educación han dejado mucho que desear en este campo.
* Director del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa