Con la reciente muerte del maestro Rubén Fuentes termina la época de mayor esplendor de la música popular mexicana. Abarcó los discos, la radio, el cine, la televisión y el teatro de revista. Traspasó fronteras y fue la mejor carta de presentación del país en América Latina, Europa y Estados Unidos. Ello se debe a tres personajes extraordinarios que coincidieron por décadas en la RCA Victor mexicana.
Me refiero a su director artístico, don Mariano Rivera Conde (1914-1987); al maestro Rafael de Paz (1904-1983), responsable musical de esa grabadora, y al maestro Rubén Fuentes, nacido en Ciudad Guzmán en 1923.
Don Mariano es el uno de los productores de discos más importantes y visionarios que ha tenido América Latina, quien supo aquilatar la calidad de grandes compositores e intérpretes, y llevarlos al estrellato. Una breve lista: José Alfredo Jiménez, Benny Moré, Jorge Negrete, Dámaso Pérez Prado, Miguel Aceves Mejía, María Victoria, Agustín Lara, Toña La Negra, María Luisa Landín, Tony Camargo, Pedro Vargas, Consuelito Velázquez, Pedro Infante, Fernando Fernández, Libertad Lamarque, Lupita Palomera, Chucho Martínez Gil, Claudio Estrada, Pepe Jara, Virginia López, Amalia Mendoza, Chava Flores, Miguelito Valdez, Francisco Fellove, Mario Ruiz Armengol, Chucho Zarzosa, Mariano Mores, Genaro Salinas, Lobo y Melón, Juan García Esquivel, Alfredo Sadel, Sonia y Myriam, la Banda El Recodo y los tríos Los Diamantes, El Calaveras y Los Ases.
El maestro Rafael de Paz fue extraordinario pianista, director de orquesta y compositor. Responsable de los espléndidos arreglos musicales que acompañan la voz de las grandes figuras del bolero, el tango y los ritmos del gran Caribe.
El maestro Rubén Fuentes recibió una sólida formación musical de su padre. Con apenas 20 años se encontró con el grupo que, gracias a su talento innovador, cambió la forma de interpretar la música ranchera: el mariachi Vargas de Tecalitlán.
Al conjunto tradicional incorporó trompetas y otros instrumentos, y lo llevó por todo el mundo. Creó el bolero ranchero y fue decisivo en la consagración de Lucha Villa. Autor de melodías ya clásicas, lo es también de dos poco citadas: Escándalo y Luz y sombra, con las que Marco Antonio Muñiz inició su exitosa carrera. Merecidos los innumerables homenajes en honor a Rafael de Paz y Rubén Fuentes. Pero México sigue en deuda con Mariano Rivera Conde.