Le asiste la razón al presidente Andrés Manuel López Obrador al insistir en señalar el saqueo sistemático que ciertas empresas de España han practicado en México (OHL, Repsol e Iberdrola sólo como ejemplos más elocuentes, al igual que la gama de bancos con matriz en ese reino). En complicidad con políticos y gobernantes mexicanos (la inmensa mayoría absolutamente impunes, si acaso tocados con balas retóricas), firmas corruptas de varios países, en este caso las españolas, han maniobrado para hacerse de contratos absolutamente desfavorables para el interés mexicano. Todo amparado en una legalidad a modo.
Sin embargo, el intempestivo anuncio andresino de establecer unilateralmente una “pausa” en las relaciones México-España resultó extraño, preocupante e impreciso. Más si se piensa en el difícil papel que se deja a personajes de por sí desestimados y susceptibles de desconfianza como Quirino Ordaz y Claudia Pavlovich, ex gobernadores priístas encaminados como premio por derrota electoral a Madrid y Barcelona, respectivamente.
Por una parte, impone una especie de congelamiento de facto a esas relaciones, ha de suponerse que no sólo en términos empresariales, pues parte de la argumentación presidencial de ayer implicó descalificaciones a las élites mexicanas y las españolas en cuanto a gobiernos anteriores ¿y al actual de aquella nación peninsular?
Tal movimiento obradorista puede tener como consecuencia natural la retracción de propósitos inversionistas de firmas de ese país (no sólo de las abusivas) y tal vez de otras a las que inquieten o asusten las decisiones de Palacio Nacional. Todo ello en el marco de inflación y desaceleración económica preocupantes.
Los protocolos diplomáticos también han sufrido un golpe que el propio López Obrador pareció advertir ayer mismo, al final de su conferencia mañanera, cuando reporteros le preguntaron si retiraría embajador o rompería relaciones con España, lo cual descartó: “No, no, no, eso no se puede hacer. Imagínense los internacionalistas, los diplomáticos. Si de por sí me cuestionan, porque soy de Tepetitán, aldeano. No implica… Un comentario. ¿Ya no puedo hacer ningún comentario entonces? Ya, es una plática aquí, una conversación, o sea, para que la gente tenga todos los elementos” (https://bit.ly/3uFJSda ).
El “comentario” fue respondido de manera preliminar por el ministro de Relaciones Exteriores de España, José Manuel Albares, quien se dijo “sorprendido” por las palabras de López Obrador y solicitó una “aclaración” ante lo que calificó de “declaraciones verbales súbitas” (nota de Armando G. Tejeda, https://bit.ly/3stegED ).
Todo ello sucedió mientras John Kerry, enviado especial del presidente Joe Biden para asuntos del cambio climático, se apersonaba en Palacio Nacional para dialogar con el presidente López Obrador y miembros de su gabinete. Sabido es que Estados Unidos presiona con la intención de cambiar aspectos importantes de las reformas eléctrica y energética.
La información oficial de esa reunión, como siempre sucede, sólo dejó traslucir aspectos menores: se dialogó con apertura y franqueza, se dijo, y se anunció la constitución de un grupo binacional de trabajo sobre energías limpias. Ya se irán conociendo los acuerdos mayores, sobre la marcha.
Hubo de inmediato quienes creyeron encontrar relación entre la “pausa” a los españoles y la visita de Kerry, al suponer que se está congelando temporalmente esa relación con los europeos para dar mayor apertura y tajada de negocios a los vecinos: Norteamérica para los norteamericanos, sería la adaptación de la doctrina Monroe.
Otra interpretación supuso que Palacio Nacional recicló, potenciadas, las diferencias con España para llevar la atención pública hacia zonas distintas de las de Houston y la casa habitada por un hijo del Presidente, tema al que, por cierto, mucho tiempo y atención se dedicó en la mañanera. ¡Hasta mañana!
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