“Por supuesto que valió la pena”, dijo Marcelo Ebrard, titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Vía remota, escuchaba y miraba Evo Morales, ex presidente de Bolivia, y motivo de la convocatoria, pues se trataba de la presentación del libro Evo: operación rescate, que en la pluma del economista Alfredo Serrano Mancilla narra detalladamente las horas de vértigo que culminaron con la llegada del mandatario derrocado a la capital mexicana.

Valió la pena, afirmó Ebrard, porque se logró salvar la vida de Morales, pero a la vez se puso a salvo “el proceso democrático en Bolivia”, dado que el golpe de Estado tuvo un “principal promovente y participante: la Organización de Estados Americanos (OEA)”.

Como es sabido, un año después del golpe Bolivia fue a elecciones: Luis Arce Catacora, actual mandatario, obtuvo una votación mayor que la lograda por Morales (55/48), en un proceso que, sin pruebas, la OEA de Luis Almagro calificó de fraudulento.

El triunfo del Movimiento al Socialismo fue la demostración, dijo Ebrard, de que “quienes estuvieron del lado del golpe no estaban ni estarán a favor de la democracia”.

Luego citó al presidente Andrés Manuel López Obrador para decir que el episodio que involucra a Evo Morales es una prueba de que México siempre defenderá “el asilo, el refugio y la libertad”.

Antes del canciller, Morales dirigió unas palabras desde Bolivia. Dijo que existen indicios de que había planes para matarlo, y que si no lo hicieron fue por la combinación de dos factores: que 10 mil simpatizantes suyos rodearon el aeropuerto de Chimoré (si no hubiesen permitido el despegue del avión de la Fuerza Aérea Mexicana, aquello hubiera derivado en una masacre) y “la gestión internacional”.

Serrano, autor de la obra presentada en el Instituto Matías Romero, aseguró que su libro narra una historia “que nunca debió haber ocurrido” y que buscó contar lo que sucede “tras bambalinas” en la geopolítica latinoamericana e involucró a personas que actuaron, como en el caso del presidente de México y sus colaboradores, “sin ningún tipo de cálculo político”.

En su “alegato a favor de la generosidad” volvió sobre su idea de que el episodio será estudiado en el futuro como una prueba de la tenacidad de los actores involucrados, que decidieron “no tirar la toalla” pese a los obstáculos enfrentados.

Recordó que en las semanas posteriores al golpe visitó en México a Evo Morales, quien decía a sus interlocutores que para esa Navidad (de 2019) estaría de vuelta en Bolivia, comiendo tambaqui (“un pescado de río que a él le encanta”). Tanto el ex presidente Álvaro García Linera como él respondían, cariñosamente: “Evo, estás loco”. Pero así ocurrió: “Más allá de que la fecha fue otra, el que tenía razón era Evo, porque el horizonte era el correcto”.