Esta columna hace tiempo da la impresión de ser un obituario. Por estos días nos dejó la cantante y mujer de radio Maru Enríquez, cuya primera grabación como solista, un disco de 45 revoluciones, si mal no recuerdo llamado Acuarimántima, incluía, excelentemente interpretada, la canción La Catrina, del poeta Eduardo Langagne.
Se fue también, apenas, Carlos Martínez Rentería, pieza fundamental de la contracultura en México (no sólo) y colaborador de La Jornada. Se fue Gil Garea, muy querido artista plástico en el Occidente (no nada más) de la República.
Murió asimismo el periodista tapatío Zul de la Cueva, de quien, tomadas de alguna red social, reproduzco las siguientes palabras: “Todos andamos así en el mundo, de prestado; suponiendo el tiempo y creo que esa suposición de eternidad hace nuestra mortalidad más llevadera”.
Falleció Angelina Barba –madre de la poeta Mónica Nepo-te–, quien ya muy mayor se dio a la tarea de escribir al menos cinco libros, los más populares uno de cocina y otro, llamado Laura Cristina, mi inesperada maestra, sobre la relación con una de sus hijas, nacida, cual suele decirse, con capacidades especiales; texto cuyo abordaje hasta ahora he pospuesto, enterado de que no hubo quien lo leyera que no en algún momento de la lectura terminara llorando.
Estamos pues de duelo y, como seguramente usted, lector, lectora, no de ora pronto.
La décima siguiente la escribí en memoria de Maru Enríquez. Vaya (¿qué hacerle?) aquí en memoria de todos los que arriba nombrados “se nos adelantaron”:
Qué soledad desolada / ésta en que estoy ahora mismo, / negra es estrella y abismo, / hondura desconsolada. / Somos todo y somos nada / de repente alguna vez // Y la palabra después / sin significado queda. / Somos un hilo de seda / que de repente ya no es.
A estas ineludibles consideraciones debieran haber seguido, según lo planeado, unos apuntes sobre la canción, lo que ya no es posible (otra vez será). Lo dejamos para luego no sin antes decir lo que hoy mismo (léase el lunes pasado) me confió Lilian Nepote, en lo que contundentemente, no es exageración, coincidimos: “No somos nada. Ayer mirábamos todavía un cuerpo (un cuerpo ya inane, pero un cuerpo aún). Ahora nos acaban de entregar la urna con sus cenizas”.