El incansable periodista, editor, poeta, promotor contracultural y columnista de La Jornada Carlos Martínez Rentería murió ayer a los 59 años a causa de un choque séptico derivado de las complicaciones de una fractura de cadera sufrida hace un par de meses.
A lo largo de casi 35 años, Carlos Martínez Rentería, director de la iconoclasta revista Generación, logró formar un batallón de escritores, periodistas, fotógrafos, ilustradores, artistas visuales, activistas y ensayistas que tuvieron su primera oportunidad en las páginas de la revista que editó.
Carlos Martínez Rentería estudió teatro en el Instituto de Arte Escénico y periodismo en la Escuela Carlos Septién García. Durante 12 años fue reportero cultural del periódico El Universal, bajo las órdenes de Paco Ignacio Taibo I; cofundador y director de la revista contracultural Generación; coeditor de la revista Cáñamo-México; columnista de La Jornada a lo largo de dos décadas con su Salón Palacio, así como colaborador de otros diarios y revistas en México.
Siempre a contracorriente
El poeta y escritor Armando González Torres, definió a Carlos Martínez Rentería: “Lo recuerdo como amigo, como un personaje jovial, divertido, entrañable; estas cualidades personales que tenía con sus amigos las irradió en el mundo cultural. Fue uno de los animadores más importantes e irreverentes de las décadas recientes, con proyectos a menudo a contracorriente, pero profundamente fecundos. Más allá de la legendaria Generación fue capaz de convocar a las más diversas plumas, muchos de los nombre más importantes de los años recientes publicaron ahí. Muchos de los escritores y periodistas que después descollaron tuvieron sus primeras oportunidades en Generación.
“Como editor, fue profundamente abierto, generoso y con extraordinaria capacidad de diplomacia para involucrar en sus proyectos culturales a los personajes, instituciones y organizaciones más diversos. Será recordado como verdadero emblema de la contracultura mexicana, porque siempre fue consecuente con las causas que defendió.”
El laborioso Carlos Martínez Rentería, coeditó y coordinó 15 antologías, entre ellas Cultura contracultura (Plaza y Janés, 2000), La cresta de la ola: reinvenciones y digresiones de la contracultura en México (Generación 2009), Charles Bukowski Revisited, de Juchitán a Los Ángeles (Generación, 2010).
Publicó varios poemarios: Barbarie (Editorial Moho, 2011), De las mujeres y el no tiempo (Sindicato de Editores Independientes, 2013) y Polvos blasfemos (Amargord, Madrid, 2014), entre ellos.
Epifanías beat
Al olfato periodístico y tesón de Carlos Martínez Rentería se le debe uno de los hitos culturales de dimensión telúrica en la historia reciente de México: la visita en 2002 del último poeta de la generación beat: Lawrence Ferlinghetti (1921-2021), quien realizó tres presentaciones en nuestro país: la rigurosa, en la sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes; otra “más irreverente y evocando el espíritu beat” en el extinto cabaret Bombay, y la última en la sede de la redacción de Generación, la Casa del Poeta López Velarde, en el corazón de la colonia Roma, donde escribió Martínez Rentería: “Ferlinghetti intervino una de las paredes de nuestra redacción con una pintura en defensa de las mujeres. También hubo una comida con Juan José Gurrola en el restaurante Peces y se hizo una presentación blasfema en el cabaret Bombay, uno de los lugares a los que acudieron los poetas beats durante algunas de sus visitas a México en las décadas de los 40 y 50, según recordó el mismo Lawrence, pero también hizo otra lectura más formal en el Palacio de Bellas Artes”.
A pesar del anecdotario de esa mítica visita, en su momento el director de Generación mencionó en las páginas de La Jornada: “Lo más trascendente fue la propuesta que hizo para que la revista tradujera y publicara su poemario La noche mexicana. Este diario poético se editó originalmente en inglés en 1962 (New Directions Books), pero, paradójicamente, nunca se tradujo al español, a pesar de estar dedicado a México. En 2003 se publicó en coedición con el Instituto Nacional de Bellas Artes y, posteriormente, se reimprimió”.
Un par de años después, en correspondencia, Ferlinghetti, junto con Neeli Cherkovski, quien también ya había sido huésped de Generación, invitó a Carlos Martínez Rentería a la ciudad de San Francisco y a conocer la legendaria City Lights Books, donde, recordó el columnista: “Me hizo un recorrido personalizado por su librería, City Lights, y el café Trieste. Fue una epifanía beat. Nunca más vi de nuevo al valiente editor del poemario Aullido, de Allen Ginsberg. Tuvimos comunicación intermitente, planes fallidos por regresar a México, pero nunca se dieron”.
Con el sello de la irreverencia
Uno de los ejemplos de la gente que debutó en Generación es el doctor en historia de arte Juan Solís, quien reflexionó: “Con Generación, Carlos Martínez Rentería no sólo dio un espacio de difusión a la contracultura nacional, también creó un laboratorio para varios reporteros culturales que, a principios de los años 90, buscábamos llevar a la práctica la teoría que nos aportaba la escuela. El Taller de Periodismo Cultural de Generación (que en ese entonces se editaba en formato tabloide), fue un punto de formación y experimentación para reporteros que hacíamos nuestros pininos.
“El café Reforma, ubicado en la planta baja de un inmueble cuyo lugar ocupa hoy el hotel Meliá, era nuestro punto de reunión los lunes por la tarde, donde aprendíamos de reporteros de distintos medios que simpatizaban con el proyecto de Generación, y los viernes, Carlitos Martínez Rentería se encargaba de reunir en ese sitio a poetas trasnochados creadores de gongorinos sonetos, fotógrafos, artistas plásticos, performanceras, ideólogos radicales y periodistas. Esa era una de las grandes virtudes de Carlos, su capacidad de convocatoria, la cual lo llevó a organizar mesas delirantes, como aquella en el ex Teresa en la que reunió a Carlos Monsiváis con Gloria Trevi. Rigor y libertad, estructura e imaginación; quienes aprendimos periodismo cultural en Generación quizá llevamos ese sello de irreverencia que, sin nada a cambio, nos ofreció generosamente Carlitos.”
El promotor cultural Miguel Ángel Pineda, quien vio debutar, crecer y desarrollarse a Carlos Martínez Rentería mencionó: “Encarna un anhelo realizado de cuestionar los valores en uso. Su vida fue una bandera de resistencia activa, de impulsar causas como la legalización de la mariguana, generar debates, dar participación a las mujeres, abrir las puertas y ventanas a otras realidades. Prefiero hablar en presente y decir que ha sido un animador cultural imprescindible en la vida del México contemporáneo. México pierde una voz auténtica, a un poeta y escritor militante”.
“El más feliz de mis amigos”
Aunque a Carlos Martínez Rentería los amigos le sobran, uno de ellos, Edgardo Bermejo Mora, consideró: “Carlos libró tres batallas en su vida: la primera, por la libertad creativa, la tolerancia y la irreverencia cultural, que se prolongó durante los 33 años que dirigió la revista Generación y todo lo que se generó alrededor de ella; la segunda fue la batalla que le ganó a la paternidad: su hijo Emiliano es la síntesis de todos sus esfuerzos y todas sus pasiones intelectuales y afectivas. La tercera, la de la salud, la libró por 20 años con la certeza feliz y temeraria de quien se sabe mala hierba. Siendo un hombre de batallas, cultivó amistades y complicidades sin el menor asomo bélico; dejó pasar de largo malquerencias e incomprensiones, no formó camarillas, no se alimentó del rencor hacia nadie. Fue el más feliz de mis amigos, el más pleno, el más libre. Y fue un poeta”.
Otro de sus más allegados cómplices creativos fue Felipe Posadas, quien lo acompañó desde que los dos eran unos mozalbetes de 20 años: “Carlos fue nuestro representante de la contracultura en nuestro país. Siempre organizaba encuentros que incluían todas las disciplinas artísticas. Su último búnker fueron La Juanita y La Pulquería Insurgentes, adonde invitó a personajes de toda índole cultural en el extranjero y local. Su gran labor fue ese entusiasmo, esa vida hacia los espirituoso tanto en las bebidas y la diversión, pero al mismo tiempo la seriedad con la que trató siempre el tema de la contracultura. Es difícil que se llene el hueco que deja como editor y periodista”.