La semana pasada el magistrado Stephen Breyer anunció su retiro de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos. Es uno de los tres jueces liberales de los nueve que integran esa institución. Con sus más de 80 años, Breyer ofrece la oportunidad al presidente Biden de cumplir con su promesa de diversificar el sistema federal de justicia. El presidente ha hablado sobre la necesidad de que las cortes federales reflejen la diversidad étnica y de género de Estados Unidos. De ahí la importancia de que las precandidatas a la nominación sean cuatro mujeres negras, ya que a final de cuentas se espera que una de ellas sea la primera mujer negra que llegue a la Suprema Corte en la historia del país.
Lo que es más importante destacar es que de los 42 jueces que en un año ha nominado Biden, 22 son mujeres, mientras su antecesor, durante los cuatro años que fue presidente, nombró solamente a 11 mujeres, la mayoría blancas (PBS- The Washington Post). El sesgo racial y de género es obvio, de ahí la urgencia por diversificar el sistema judicial y también el de otras áreas del gobierno.
Como era de esperarse, los senadores republicanos (al Senado corresponde ratificar a los jueces) protestaron de inmediato sobre las intenciones de Biden, e incluso Ted Cruz, de Florida, calificó como una ofensa para la mayoría blanca que se intente nominar a una negra a esa alta representación. No le será fácil a los demócratas en el Senado traspasar la barrera que interpondrán los republicanos a las nominaciones de Biden, pero no se descarta que en alguno de ellos quepa un mínimo de sensatez y vote por confirmar a la futura magistrada.
El presidente también ha decidido diversificar el cuerpo de especialistas que integran la Reserva Federal de Estados Unidos. Para ello ha nominado a tres distinguidos economistas, dos mujeres y un hombre; este último y una de las mujeres son afroamericanos. Nuevamente, la oposición provino de los senadores republicanos que de inmediato preguntaron si la mujer de raza negra poseía las credenciales necesarias para formar parte de ese cuerpo de élite. La pregunta que se hizo un prestigiado comentarista de la cadena de televisión pública fue: ¿por qué se pone en cuestión la calidad de una mujer que por añadidura es negra? No hay que bordar mucho para entender que, en la duda sobre su capacidad, hay un claro tufo de corte racista y misógino, fue su conclusión.
Y ya que se habla de racismo y discriminación, en este mes, consagrado a la historia de los negros en Estados Unidos, vale cambiar de ámbito y adentrarse en el sinuoso camino de la discriminación en los deportes. En la misma cadena de televisión, un estudioso de las características raciales en diversos deportes preguntó: ¿por qué en un deporte como el futbol americano había solamente dos entrenadores negros en los 32 equipos que pertenecen a la NFL (National Football League), cuando 58 por ciento de los jugadores son negros? El marco del comentario fue la demanda que hizo uno de ellos al ser despedido, lo que a su juicio fue una falta de respeto a su trabajo y una evidente discriminación por ser negro. El problema, argumentó el comentarista, no es privativo de ese deporte, ya que sucede lo mismo en otros populares deportes en los que los dueños son en su mayoría blancos.
Al margen de la relevancia que pueden tener los asuntos deportivos en relación con los que corresponden al sistema judicial y de la reserva federal, es claro que en una nación cuya población es cada vez más diversa, los negros o latinos que llegan a puestos directivos es proporcionalmente mucho más bajo y, por supuesto, los salarios y prebendas también.
Así las cosas, está aún lejano el sueño de igualdad y justicia por el que Martin Luther King y otros como él han sido sacrificados. Ésa, al fin y al cabo, es la realidad del país que pretende cambiar Biden.