Moscú. La búsqueda de una fórmula que permita iniciar una desescalada de la tensión en la frontera entre Rusia y Ucrania –en realidad, tan solo un elemento de una crisis mayor: el pulso de Moscú con Washington y sus aliados por establecer un nuevo equilibrio de fuerzas en Europa–, continúo este lunes con la reunión que celebraron en el Kremlin su titular, Vladimir Putin, y Emmanuel Macron, mandatario de Francia, país que ocupa la presidencia rotatoria del Consejo de Europa.
La reunión concluyó, casi seis horas después, sobre las doce de la noche (hora local), como era previsible sin ningún acuerdo, lo que ya había anticipado la víspera el Kremlin por medio de su vocero, Dimitri Peskov, aduciendo la complejidad de la situación.
De la conferencia de prensa al término de las conversaciones quedó claro que las posiciones de Rusia y Occidente (EU y aliados) no han cambiado desde que la confrontación llegó al actual extremo: son diametralmente opuestas.
Putin hizo un recuento de sus demandas en los años recientes, culpó a Estados Unidos de alterar el equilibrio estratégico en el mundo, lamentó que ni Washington ni sus aliados hayan aceptado satisfacer sus exigencias, reiteró que Crimea es y será parte de Rusia y si alguien trata de cambiar esto por la vía militar habrá de modo inevitable una guerra nuclear en la que no habrá ganador.
El mandatario ruso reiteró que no hay alternativa a los acuerdos de Minsk, que son la única base posible para un arreglo político del conflicto del sureste ucranio y dijo que el presidente francés trajo algunas ideas que hay que estudiar y aún es prematuro hacerlas del dominio público.
Macron reconoció que Rusia tiene preocupaciones que hay que respetar, pero aseveró que es imposible pedir que se abandonen principios básicos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Acusó a Rusia de incumplir el compromiso asumido de respetar la integridad territorial (de Ucrania) como ejemplo de que otros países tienen también preocupaciones que hay que tomar en cuenta.
Subrayó que hay que respetar la soberanía de Ucrania, Moldavia y otros países del espacio postsoviético y habló de la necesidad de construir un nuevo mecanismo de seguridad para todos en Europa, que considere las preocupaciones rusas y las que tienen los países de la OTAN, así como Ucrania, Georgia o cualquier otro país de la región.
El mandatario galo se mostró optimista de que la vía política y diplomática harán posible encontrar un equilibrio de intereses que aleje de Europa el riesgo de una guerra y enfatizó que las próximas semanas será decisivas para poder avanzar.
Macron, convencido también de que los acuerdos de Minsk son la base para resolver el conflicto ucranio, viajará mañana a Kiev para reunirse con su colega, Volodymir Zelensky.
Ni el presidente ruso ni el francés –que al comienzo de sus conversaciones coincidieron en señalar la preocupación por lo que está sucediendo en el ámbito de la seguridad en Europa– quisieron precisar si alcanzaron algún entendimiento respecto a la crisis de Ucrania, conscientes de que nada se puede concretar sin la participación de los demás implicados: Estados Unidos, la OTAN y la propia Ucrania.
Mucho se ha comentado estos días de que Macron –al ser Francia, junto con Alemania, uno de los principales promotores del formato de Normandía, como se ha dado en llamar a las negociaciones para un arreglo político del sureste de Ucrania que propiciaron los acuerdos de Minsk, hasta ahora incumplidos–, vino a Moscú para tratar de convencer a Putin de anunciar el retiro de sus militares sin insistir más en que EU y la OTAN le den garantías vinculantes de que Ucrania, Georgia y otros países del espacio postsoviético no ingresarán nunca a la alianza noratlántica.
Pero esto sólo sería posible –en el supuesto de que Rusia, en lugar de su exigencia, aceptara una moratoria de mínimo 20 años a la adhesión a la OTAN de sus vecinos ex soviéticos–, sólo si Macron logra convencer a Zelensky de que haga una concesión que hasta ahora parece impensable: que reconozca a los líderes de las regiones separatistas y celebre elecciones ahí que legitimen la existencia de una parte del país con amplia autonomía y que no se supedita a Kiev, demanda que el Kremlin considera innegociable.