Sol y sombra torera encarnadas en el tiempo y el espacio. Necesidad deslumbrante de vida-muerte. Ritmo y acento en las distancias y encuentros opuestos a la norma y la ley. Emociones condensadas en el tiempo y el espacio. Fugacidad del instante. Toreo de mágico poder, de sonidos negros, pensamientos negros, deseos negros en la locura instantánea del asombro, lo inesperado. Negra muerte. Negro solo mitad del tiempo y el espacio. Lo irrepresentable. Éxtasis de placer y de muerte.
Nuevamente toritos gordos parados. Y es que la fiesta brava no ha resistido la industrialización. Toros, toreros y público uniformados en la contemplación de faenas interminables a toros amaestrados genéticamente.
La relación toro-torero sin pizca de poesía pierde su acento personal. El toreo espectáculo, se vuelve centro de reunión en las ciudades, en que poco importa la vivencia de emoción vida-muerte, transformada en belleza.
Los grandes del toreo han conversado de diversas formas que en ellos la necesidad de torear prescinde del público, e incluso los momentos estelares de expresión estética los han dado en el regocijo de la placita de tientas en la ganadería o en unas verónicas en las montañas abiertas de la misma, en noches de luna. En ese escenario, el aficionado gozador de una verónica rematada con la media siente el lance como dado para él solo.
Los aficionados viven la ilusión de hallarse en relación directa y minoritaria en el toreo y surge la poesía. La industrialización de la fiesta brava día a día acaba con ella y se refugia en el campo, las ganaderías.
Estas corridas de aniversario permitieron el nacimiento de cuatro jóvenes toreros diferentes que provocaron la emoción de los aficionados, pese a las faenas de las llamadas figuras del toreo. La tarde de ayer de Joselito Adame y Andrés Roca Rey, quien salió a hombros en la plaza con su valor temerario y oficio torero.
Juan Pedro Domecq, Arturo Gilio y Miguel Aguilar triunfaron rotundamente en estos festejos y ayer un Héctor Gutiérrez que no triunfo rotundamente, demostró torería a raudales.
Estos cuatro jóvenes toreros pueden ser el futuro de una fiesta no industrializada. Toreros que enfrenten a toros que embistan para que brote la poesía en la plaza o en el campo.