Ante la nueva forma de abrir la sucesión presidencial, al anticiparnos muchos meses, y hasta años, a 2024, no puede uno dejar de recordar el sistema tapádico que estuvo en vigor por lo menos hasta el año 2000.
El método era muy sencillo, folclórico y emocionante. El Presidente en turno esperaba hasta el otoño del año anterior a la elección y decidía ante sí quién iba a ser su sucesor. Los precandidatos guardaban un silencio solemne, atenidos a la fórmula de que “el que se mueve no sale en la foto”. De pronto, una autoridad sindical, personaje representativo, aunque no muy importante, declaraba quién tenía tamaños para ser presidente y entonces se producía un fenómeno extraordinario: todo el mundo coincidía con la declaración y el así designado recibía las felicitaciones y los apapachos de centenares, de millares. Todos y cada uno convencidos de que el “destapado” no sólo era el mejor, sino un personaje providencial. Cierto que era un proceso pintoresco, pero también expresaba un grado importante de infantilismo político. El Presidente, que era el autor del destape, permanecía adusto. Sabía que a partir de ese momento su poder iba a menguar hasta que el nuevo presidente tomara posesión. Nadie aspiró a ser un poder tras el trono. El nuevo presidente sería todopoderoso, como un monarca absoluto hasta que terminara su mandato.
Ésa era la quintaesencia del presidencialismo mexicano. Ahora parecen cambiar las cosas porque la competencia se ha hecho pública mucho antes que un destape y los involucrados pueden, y deben, entender que están compitiendo. Una novedad importante es que todo indica que el Presidente actual se empeñará en que los comicios sean limpios y creíbles como los de 2021. Todo el gobierno apuntará en la misma dirección. Por ejemplo, esta semana se formó una mesa de seguridad para impedir las irregularidades, compuesta por las principales autoridades que en alguna forma tienen que ver con las elecciones (Segob, INE, Seguridad Pública, Guardia Nacional, FGR y otras). Si las cosas salen bien, tendremos elecciones de calidad tanto a nivel local (este año habrá seis elecciones de gobernador), como en la consulta de la revocación de mandato y después, conforme pase el tiempo, se preparará y se cumplirá el rito electoral en 2024.
¿Qué sistema es mejor, el actual o el tapádico? Les aseguro que mucha de la gente madura gustaba del proceso misterioso con el que finalmente se engendraban los presidentes.