El andar de Roberto Arballo, el muy conocido y reconocido Betuco por las espirales del jazz, tiene varias lecturas. No sólo es uno de los guitarristas más respetados y admirados en este país, es también un compositor por demás prolífico y un relevante promotor de nuestra música, habiendo dejado muy profunda huella como director artístico de PapaBeto y Blue Monk, los célebres clubes de jazz creados por Yuko Fujino.
en específico, como instrumentista, nadie se explicaba por qué Betuco no había grabado un solo disco, ni como solista ni con su célebre Wet Paint, el grupo que formó a su regreso de Estados Unidos, en 1992, y con el que ha escrito muchas de las mejores y más energéticas páginas del jazz en vivo por estas tierras.
por fin, para el bien de él y de todos nosotros, el maestro se animó a entrar al estudio de grabación y obsequiarnos con un disco que poco a poco iremos decantando en esta columna. En una suerte epifanía que se le presentara al llegar a los 70 años de vida, Betuco supo que era el momento de debutar discográficamente, y fue entonces que apareció Wet Paint Jazz Fussion.
antes de adentrarnos en sus surcos, demos un vistazo a la impresionante carrera artística de este guitarrista, que desde los siete años ya andaba girando y tocando por las calles de su natal Mazatlán, hasta que al cumplir los 14, deja la secundaria para irse de gira, como organista y guitarrista del famoso grupo panameño Gay Crooners.
“Estudié música desde muy chico –nos cuenta Betuco–, porque todos en la casa eran músicos. Mi abuelita era maestra del INBA y terminó codirigiendo el INBA en Mazatlán. Yo no quería ser guitarrista, porque todos lo eran, pero tenía la obligación familiar de estudiar algo de arte. También se me daba mucho lo del dibujo y estudié artes plásticas y piano, pero finalmente me ganó la guitarra, con las cosas básicas que me enseñó mi abuelito.
“He atendido la guitarra muy en serio, pero no la estudié académicamente, lo cual me ayudó en cierta forma –tal vez accidentalmente– a cambiar la forma de abordarla como instrumento musical. Aprendí muchas cosas que normalmente no se enseñan en las clases de una escuela.”
A los 12 años entró como guitarrista en la Orquesta de Beto López. Poco después tocaba el piano en el club Copa de Leche, ya como solista, acompañando a los cantantes que llegaban a Mazatlán.
–¿Cómo te conectas con los Gay Crooners?
–Ellos duraron como 20 días actuando en la Copa de Leche. Llevaban guitarra, bajo y batería, y cuando vieron que en el órgano yo sonaba cosas de soul, rhythm & blues y bossa nova, me invitaron a tocar con ellos. Fue maravilloso cuando a ellos les surgió una oferta de abrir los conciertos en una gira de Little Richard…
–Pero tú eras un niño.
–Sí… mira: desde el primer día que me invitaron, hasta el último, que era ya de irse, yo nunca le dije nada a mi papá, quien era mi guía y nunca me dejó payasear con la música… entonces, esa noche, al regresar yo de la Copa de Leche, me dice: “Bueno, ya vete a dormir, porque mañana te tienes que ir a la escuela.” Y fue ahí que tuve que decirle que los Gay Crooners me invitaban a irme con ellos, y me dice: “Tú estás muy chico, eres muy joven, no has terminado la secundaria. Y está canijo que te vayas solito con esta gente que ni conocemos.” Y le digo: “Papá, yo quiero ser músico, quiero que ésa sea mi carrera”. Entonces tuve que prometerle que iba a estudiar la música tan en serio como si fuera un arquitecto o un abogado. Y me dejó ir, llorando.
“No sabes cómo le agradezco en mi vida esa preciosa atención que tuvo para mi proyecto de vida. Por eso el primer club de jazz se llamó PapaBeto. Él es el actor principal en este disco. Y nos fuimos a abrir para Little Richard. Pero yo no podía trabajar formalmente en bares y tenía que estar encerrado en el camerino; sólo salía a tocar, y supervisado, para regresar de inmediato al camerino.
“Después de un año fuimos a hacer una temporada en la Terraza Casino del entonces DF. Las cosas se daban una tras otra, y lo que sigue, lo que sigue, sin planearlo. Dejo a los Crooners y me voy a Tijuana a tocar rock y jazz con las bandas de allá. Luego regreso al DF con la banda Goliath, y trabajo mucho con Chilo Morán, con Ramón Flores, con El Árabe, con Inocente y Adolfo Díaz.”
(continuará)