Una de las instituciones que realiza una de las labores de difusión cultural más relevantes en el país cumple 80 años de vida. Es el Seminario de Cultura Mexicana, que creó en 1942 el presidente Manuel Ávila Camacho.
El origen fue el apoyo que su gobierno brindó a algunos artistas e intelectuales mexicanos para que realizaran sus obras e investigaciones.Con el objeto de difundir los frutos, surgió la propuesta de que fueran a diferentes lugares de la República, así se podría compartir la cultura con todo el país y evitar su centralización.
Bajo esta idea nació el seminario con 19 miembros, entre los que se encontraban Frida Kahlo, Manuel M. Ponce, Ángel Zárraga, Luis Ortiz Monasterio, Mariano Azuela, Fanny Anitúa y Julián Carrillo.
Los seminaristas salían a la provincia con la finalidad de desarrollar la cultura nacional y relacionarse con los encargados del interior del país. Así nacieron las corresponsalías, que hoy son parte fundamental de la institución.
Actualmente los 25 miembros titulares, eminencias en todas las áreas del conocimiento, acuden como verdaderos misioneros a difundir la cultura por todos los rincones del país mediante las 63 corresponsalías, que a su vez comparten sus riquezas locales.
En su hermosa sede de la avenida Presidente Masaryk 526, cuenta con auditorio, un amplio jardín con plantas mexicanas, biblioteca y una luminosa galería, espacios que remodeló maravillosamente su actual presidente, el arquitecto Felipe Leal.
Ahora se muestra la exposición Paisajes de agua. Evocaciones para un mejor futuro, de Bob Schalkwijk, el notable fotógrafo holandés que llegó a México hace 60 años, se enamoró del país, decidió hacer aquí su vida y dedicarse a captar con su lente el alma de nuestro país.
En su archivo hay alrededor de medio millón de imágenes que guardan –entre otros tesoros– parte importante de la historia de la ciudad: la construcción del Museo Nacional de Antropología, del Estadio Azteca, los terremotos de 1985, los viejos barrios y colonias de la ciudad que nos permiten ver sus transformaciones.
A la sierra tarahumara realizó 17 viajes a lo largo de seis décadas, que nos proporcionan una de las visiones más completas sobre la vida de sus habitantes y sus impresionantes paisajes en distintas épocas del año. Las imágenes de una extraordinaria belleza nos conmueven cuando nos exhibe a los pobladores. Un bello libro muestra una fracción de ese rico legado.
Ahora tenemos la oportunidad de ver parte de su obra dedicada al agua, tema muy cercano a su vida, del que dice: “Como soy holandés y el país está 30 por ciento debajo del nivel del mar, para mí el agua ha sido importante toda la vida. Siempre me ha gustado, he esquiado en agua y en nieve y soy buzo”.
La exposición se exhibió en 2006 en la Biblioteca Vasconcelos y en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo y un año después se presentó en Sudamérica. Con el paso de los años y gracias a los avances tecnológicos en la digitalización fotográfica, ha enriquecido la muestra con 42 nuevas imágenes inéditas.
Estas son parte de 66 extraordinarias fotografías en blanco y negro y a color, a través de las cuales Schalkwijk nos acerca a la riqueza hídrica de la tierra y a tomar conciencia sobre la importancia vital de cuidar del agua.
La curaduría la realizó su hijo Adriaan Schalkwijk, talentoso diseñador que en varias exposiciones de Bob ha creado originales instalaciones, como una estructura con forma de serpiente que llamó Quetzalcóatl, que entre otros lugares se exhibió en el Museo Nacional de Antropología.
La exposición se podrá admirar hasta el domingo 6 de marzo en la galería 526 del Seminario de Cultura Mexicana, de martes a domingo, en un horario de 11 de la mañana a 6 de la tarde, la entrada es libre.
Las imágenes de agua nos hicieron evocar el mar y decidimos acudir por la degustación al restaurante Villa Rica Polanco, símbolo de la comida veracruzana, en Alejandro Dumas 78. La terraza abierta, la decoración con todo el sabor jarocho y la comida lo trasladan al bello puerto.
Decidimos compartir para poder probar más platillos: ceviche, chilpachole de jaiba, tostada de mariscos, arroz a la tumbada, enchilada de cazón, pulpo al carbón zarandeado y sólo quedó espacio para un postre: buñuelos Veracruz con café de la región.