Cuando el sol se pone en el centro de Roma, cinco personas vestidas con monos blancos se colocan bajo los árboles con altoparlantes que emiten una mezcla de sonidos agudos que generan la estampida de estorninos.
Cada año, entre octubre y febrero, con la llegada del frío, millones de estos pequeños pájaros con plumaje negro emigran del norte de Europa a Italia, hacia zonas más cálidas.
Las hordas de estorninos realizan espectaculares ballets aéreos, perfectamente coordinados sobre los imponentes monumentos romanos y en ocasiones llegan a oscurecer el cielo bajo la mirada atónita de los paseantes.
Esta especie de ave paseriforme, que mide hasta 20 centímetros, “pasa el día en las zonas rurales, donde encuentra alimentos y regresa por la noche a la ciudad para dormir”, explica Francesca Manzia, ornitóloga y responsable local de la Liga Italiana para la Protección de las Aves.
Este año los expertos calculan que entre 500 mil y un millón de ejemplares han llegado, pese a los contratiempos que sufren y causan.
Además de la contaminación acústica, “los estorninos son un problema, sobre todo por su excremento, que cubre las avenidas con montañas de heces, provocan accidentes y resbalones de los transeúntes además del hedor fuerte”, subraya Manzia. “Pero no transmiten enfermedades”.
Para limitar las molestias, la alcaldía trata de espantar a las aves con un método natural gracias a altavoces y linternas que emplean los “cazadores” escondidos entre los automóviles.
“Aprovechamos el reflejo que tienen frente al miedo, usando el llamado de alarma. Es como si comunicaran entre ellos que la zona es peligrosa y que es mejor alejarse”, explica Marianna Di Santo, directora de la empresa privada Fauna Urbis, encargada por la alcaldía de Roma del programa.
“Hace unos años, no eran tan urbanos“, explica Manzia, “pero en la ciudad las temperaturas son más altas y las luces les ayudan a orientarse y protegerse de los depredadores”.
La empresa opera dos o tres veces por semana, en algunas ocasiones cerca de la estación Termini, un área que las aves aman porque es luminosa y está protegida del viento.
“Emitimos grabaciones de unos 10 minutos, con pausas para que no se acostumbren al ruido”, un método perturbador pero inofensivo destinado a dividir los enjambres a fin de limitar el daño que causan, agrega la experta vestida de pies a cabeza con un mono adornado con tiras reflejantes.
En medio de peatones, turistas y trabajadores las bandadas de pájaros negros huyen en medio de gritos agudos y desgarradores que dan a la escena un aire de película de terror.
Afp