1. Con la pandemia vinieron para quedarse, igual que el virus –e igual comenzaron a mutar– diferentes metáforas y analogías: “ola”, “fuego”, “guerra” (bit.ly/3sc8maV). Más que ayudar a entender el presente, tendían a distorsionarlo convirtiendo a la pandemia en un campo de lucha ideológica por el lenguaje (bit.ly/3ojZIG8). Ayudaban en cambio a los gobernantes –que nunca pierden esta oportunidad– a empujar estados de emergencia y otras políticas tóxicas basadas en el securocratismo. Pero el uso completamente ahistórico de ciertas analogías por parte de sectores “negacionistas” del virus –p.ej. seguidores de Trump o Bolsonaro cada uno con sus “políticas fascistas de la pandemia” (bit.ly/34eZIk2)– que comparaban los cubrebocas a “estrellas de David” o el distanciamiento al “Holocausto” (bit.ly/3L5knHR) ya eran una cosa aparte. Pero cuando Robert F. Kennedy Jr, un activista ambiental, en un mitin reciente comparó las políticas sanitarias a “la represión nazi” diciendo que en tiempos del Tercer Reich “al menos uno podía huir o esconderse en el ático, como Ana Frank, no como ahora, que ya no hay escape de las vacunas” (bit.ly/3L2LIdN) la gota parecía derramar el vaso.
2. Algunos dirán que esta caja la abrió G. Agamben, puesto a menudo en el mismo saco que los antivacunas. Pero al escribir sobre las “irracionales e injustificadas” medidas con las que “el miedo se convertía en pánico” y “la sociedad ya no creía en nada más que en la nuda vida”, Agamben alertaba sobre la manera en la que en nombre de la seguridad aceptábamos las antidemocráticas restricciones a la libertad y como, en clave benjaminiana, “el estado de emergencia se volvía el paradigma del gobierno” (bit.ly/35CqEKN). Si de algo pecaba era tal vez de echar “demasiado Schmitt y demasiado poco Marx”: no se trataba sólo de control y vigilancia, también de explotación y extracción (bit.ly/3AUn3na). Pero aun así no se escapó del virus del comparativitis: las vacunas e introducción de los “green pass” en Europa crearon ciudadanos de segunda clase “igual que pasó con los judíos bajo el fascismo” (bit.ly/3se14U0); el grado de involución de la democracia con el estado de excepción pandémico “es peor que durante el fascismo” (“¿en qué punto estamos? La epidemia como política“, 2020).
3. Otra vez Agamben: “No me extraña que hablemos del virus en términos de guerra. Los medios de emergencia nos fuerzan a vivir bajo un toque de queda. Pero la guerra en contra de un enemigo invisible que se anida en otros seres humanos es la más absurda de las guerras, una “guerra civil”...” (bit.ly/3IW8iTp). Pero C. Ginzburg, desde otra óptica, hizo argumento parecido en contra de la metáfora de “guerra” como arma política en tiempos de una situación de emergencia en la que políticos abogan por poderes excepcionales: “El uso de la guerra como metáfora en la situación del covid-19 allana el camino a la limitación de las libertades individuales con base en las nuevas tecnologías [a lo mismo, incluyendo los medios de comunicación, apuntaba Agamben]. Uno podría aducir que ya existe bastante control en situaciones normales, pero, como dice el proverbio italiano: “ il peggio non è mai morto (lo peor nunca muere)” (bit.ly/3L52VDw).
4. El episodio más bizarro –y vaya que la competencia era fuerte– del comparativitis fue protagonizado por el canciller bolsonarista E. Araujo, quien siguiendo coordenadas negacionistas de su administración, tras leer el libro de S. Žižek ( Pandemic!: Covid19 shakes the world”, 2020), tildó al covid como “un virus rojo” y medidas de su contención como “complot comunista” comparando el distanciamiento social a... los campos de concentración nazis y diciendo que “la lucha global contra covid-19 quiere instaurar un mundo sin fronteras y sin libertad” (bit.ly/3sfd1Jh). Según Araujo, “ahora serán los comunistas los que nos querrán encerrar en los campos” y que el lema de este aprisionamiento será Arbeit Macht Frei (El trabajo te hace libre). Parece que nadie le dijo del gulag (que ya sería otra historia...) y se le fue mencionar que fue su propio gobierno el que usó aquel eslogan nazi en su campaña por la “reapertura de la economía”: O trabalho libertará (bit.ly/3ATf5ui). Cuando le llovieron críticas aseguró que “fue malentendido” y para que no hubiera dudas comparó el nazismo con el comunismo que “son lo mismo” (bit.ly/32Y3NZm), el principal leitmotiv de historiografía reaccionaria.
5. “El pasado puede ayudarnos a descifrar el presente, e incluso a imaginar un futuro posible”, subraya Ginzburg. Pero este dictum frente a dos referencias frecuentes respecto a la pandemia –forzadas alusiones al Holocausto y la pandemia de la gripe española (1918-1920)– no tiene mucha aplicación. Dejando de lado el gesto teórico agambeniano con el mérito de alertarnos sobre los peligros de los dispositivos de control, el uso delimaginario nazi para “la defensa de las libertades” por parte de la extrema derecha –y uno que otro activista “bien intencionado”– es profundamente cínico y banalizante. Si hay lecciones del fascismo para el covid, son otras (bit.ly/34yFnGg). En cuanto a la historia de la gripe española, torcida y rescrita para servir al presente (bit.ly/3HAGyTW), esta pandemia ha sido diferente: p.ej. si en aquel momento el poder optó por silenciarla, ya que corría aun la Primera Guerra –España, un país neutral como pocos, no tenía censura militar, de allí el nombre–, ahora ha sido todo lo contrario hasta el punto de “pánico”, uno de los puntos originales de Agamben.