La sucesión para 2024 será decidida a partir de la consulta sobre la revocación de mandato.
Entre poder y querer. La gran paradoja es que los que podrían, por su peso electoral, impulsar la revocación de mandato no quieren, puesto que forman parte de la coalición de gobierno. En tanto que quienes podrían favorecer esa revocación, no pueden porque carecen de la fuerza para hacerlo. Esa paradoja es presentada por los opositores al régimen actual como gasto superfluo e innecesario sólo para alimentar el ego de AMLO. Están equivocados.
Disciplinar y desintegrar. La consulta busca, desde el punto de vista presidencial, reforzar su capacidad para operar la sucesión. Como disuasivo a los potenciales candidatos presidenciales de su coalición enviando el mensaje: sépase que es el Presidente quien decidirá. Y sépase que es mejor que guarden disciplina. En caso de que no entiendan, entra la otra parte de la tenaza. Desarticular de tal manera a la oposición partidista que dejen de ser remansos potenciales para candidatos derrotados. La pequeña revuelta morenista en el Senado o la forma en que se procesaron los nombramientos recientes de embajadores y cónsules pueden ubicarse en una parte de la tenaza. Pero quiero centrarme ahora en la oposición.
El conde de Cavour y Tyrion Lannister. Es conocida la célebre frase de Gramsci, en la cual resume el resultado de las luchas por la unificación de Italia a través de sus dos personajes centrales el conservador Cavour y el republicano Mazzini. Dice Gramsci que mientras que Cavour conocía bien a Mazzini y su estrategia política; Mazzini despreciaba a Cavour, lo rechazaba y por ello no entendía la estrategia de su contrincante. Mas cercano en el tiempo está ese inolvidable diálogo en Juego de tronos entre la reina Daenerys Targaryen y su consejero Tyrion Lannister cuando ella le reclama que se pasa demasiado tiempo tratando de entender las maniobras de los Lannister, que son sus contrincantes principales. Tyrion le dice que precisamente porque son sus enemigos hay que entenderlos primero y después actuar. AMLO entiende a sus contrincantes. Sus contrincantes, en cambio lo desprecian, pero no lo entienden.
Los tres compadres. La oposición partidista sigue sin entender por qué ganó AMLO en 2018, por qué perdieron ellos y por qué a pesar de errores, carencias y enfoques equivocados del gobierno de AMLO sigue gozando de una amplia popularidad en los sondeos. Sea por la corrupción de pasados regímenes o los errores tácticos en la campaña de la alianza opositora. O sean factores más estructurales, como pobreza, desigualdad y privilegios para los pocos, pero no dimensionan el efecto social a largo plazo de ese triunfo y después, para explicar los tres años de este gobierno recurren a las imprecaciones, a la histeria y a la magia. El PAN ha perdido el aura de partido honesto y demócrata después de sus dos sexenios en el poder. El PRI no ha resuelto su dilema entre un partido-gobierno autoritario, encarnación del nacionalismo revolucionario y una élite de tecnócratas en el timón del mando que implantó el neoliberalismo durante 40 años en México. El PRI no puede regresar al nacionalismo, porque ese espacio discursivo se lo arrebató Morena. Podría convertirse en una derecha neoliberal, pero perdería lo que le queda de electorado. Muchos en la dirección y en las bases del partidazo ansían volverse parte de Morena. Ahí es donde entra la estrategia de AMLO para erosionar y desmantelar de manera tanto molecular –ofreciendo puestos–, como sectorial –captando a los operadores electorales. Sobre el tercer compadre mejor callar.
Reitero: la sucesión va a resolverse poco después de la consulta de abril. AMLO confronta dos retos: desarticular a la oposición y anular a la disidencia interna que pudiera derivar en una escisión parecida a la de la corriente democrática en 1988. Si no lo logra puede ser que ganando la sucesión, pierda las elecciones en 2024.
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