París. El artista digital Beeple electrizó el mercado en marzo del año pasado con un collage subastado en 69 millones de dólares. Sin embargo, meses antes, ese mismo autor había vendido una obra muy similar por un dólar.
El mercado del criptoarte, ligado estrechamente a las monedas virtuales como el bitcoin o ethereum, provoca entusiasmo y polémica a partes iguales.
Su volumen de negocios el año pasado superó los 40 mil millones de dólares, según la firma especializada Chainalysis. Las expectativas para 2022 son optimistas, según actores del sector.
Principalmente, porque nuevas generaciones de artistas y creadores de todo tipo de contenidos, desde videojuegos a cómics, pasando por complementos de moda (para ser lucidos en el metaverso) ven en los NFT, “certificados de autenticidad” digitales, una herramienta para garantizar, por primera vez, ingresos fijos.
Los NFT “son, por definición, únicos y no pueden ser remplazados”, explica Albertine Meunier, artista y coleccionista francesa.
Esos certificados acompañan de por vida a una obra de arte en el mundo virtual.
Una subasta de dos segundos
Beeple es un diseñador gráfico estadunidense que se propuso en 2007 hacer una obra de criptoarte cada día, sin interrupción. Cuando ya tenía 5 mil las alineó en un gigantesco collage que subastó a través de Christie’s en Nueva York.
Era la primera obra de criptoarte (registrada mediante NFT, certificados de autenticidad digital) que se vendía en subasta.
Everydays: The First 5.000 days arrancó a un precio de 100 dólares, pero pronto la subasta se disparó hasta los 69.3 millones.
Esa venta puso a Beeple como uno de los tres artistas vivos más cotizados del mundo.
Pero este artista gráfico, que tanto apoya públicamente causas políticas de izquierda como colabora con marcas de lujo como Louis Vuitton, se ha mostrado en entrevistas reacio al frenesí especulador que generan sus obras.
En octubre de 2020, seis meses antes de la venta histórica de Christie’s, convocó a sus fans para vender una obra similar: se trataba de una serie Everyday correspondiente a 2020: 100 ejemplares, a un dólar cada una.
La venta se celebró a las 3 de la madrugada, hora de París. Un joven estudiante y coleccionista francés, Brian Beccafico, estaba listo.
“Fue al estilo ‘el primero que llega se lo lleva’. Así que había que estar ahí en el momento exacto para cliquear, para comprar”, explicó.
La venta/sorteo duró apenas dos segundos, recuerda este joven de 24 años, perteneciente a una familia de coleccionistas.
Ahora su Everyday 2020 (que Beeple completó gratuitamente cuando acabó ese año, hasta totalizar 365 imágenes), se cotiza en torno a los 117 mil dólares en una de las plataformas de arte digital, OpenSea.
A Brian Beccafico no le sorprende, y asegura que no piensa vender. “Es una de mis obras preferidas” explica con orgullo.
Comprando y vendiendo sin cesar en el mercado, este joven ha ido creando un wallet (portafolio ligado a una criptomoneda) con centenares de obras, en apenas dos años.
Hay otra razón por la que Beeple podía permitirse vender un tiraje de una obra suya a un dólar, recuerda Beccafico: “Cobra una comisión cada vez que hay una venta”.
Beeple ganó una comisión por la obra vendida en 69.3 millones de dólares, y gracias a la blockchains (cadena de bloques) en las que se registran los NFT, la seguirá cobrando eternamente, mientras su propio wallet funcione.
Las autoridades bursátiles estadunidenses califican ese mercado de auténtico Far West. Las estafas con criptomonedas ascendieron a 7 mil 800 millones de dólares en 2021, y las transacciones ilegales duplicaron ese monto, según Chainalysis.
“No puedes tratar a toda la comunidad del NFT con la misma óptica”, explica una artista malasia, mumu_thestan, de 33 años. “El público en general cree que los NFT consisten en vender una foto jpg o hacer un dibujo de un mono. Pero no es así en absoluto”, asegura la artista.
“Los NFT han experimentado un gran proceso de transformación, primero como obras de arte pioneras, luego adaptándose a las nuevas economías y ahora son mecanismos para crear nuevas comunidades, de gente que comparte los mismo valores”, considera Andy Miah, profesor en Ciencias de la Comunicación de la universidad de Salford.