Los meses recientes, varias organizaciones encabezadas por Amnistía Internacional (AI) han pedido la solidaridad mundial con las mujeres de Afganistán, cuyos derechos han sido vulnerados por el régimen talibán. Como parte de esa campaña, AI presentó la historia de 16 afganas que en los pasados 20 años han destacado en actividades como la abogacía, la política, la academia y los medios de comunicación.
Ellas, al igual que 19 millones más que conforman la mitad de la población de Afganistán, vieron transformadas sus vidas con el arribo del nuevo gobierno, especialmente las niñas. En medio de una crisis humanitaria y económica de grandes dimensiones, los talibanes piden la ayuda de las grandes potencias y a cambio prometen respetar los derechos de las mujeres.
Sin embargo, las han sometido a numerosas restricciones, como impedirles ejercer actividades económicas, además de que tiene prohibido participar en cargos públicos y en los servicios fundamentales, así como viajar sin la compañía de un tutor varón; tampoco deben aparecer en medios de comunicación, cero educación para niñas mayores de 12 años, segregación por sexos en las universidades que aún existen, no más vestimenta “occidental y pecaminosa”.
Durante 20 años que duró el gobierno impuesto por Estados Unidos y sus aliados, las afganas participaron activamente en la vida política, cultural y administrativa del país, y se reabrieron las escuelas para ellas. El logro de tener acceso a la educación sin prejuicios religiosos lo expuso en 2003 de manera espléndida la cineasta iraní Samira Makhmalbaf en su laureado filme A las cinco de la tarde, título que se refiere al poema de Federico García Lorca “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”.
La protagonista de la película es Nogreh, una joven que vive en la pobreza y dice a su maestra que desea llegar a ser presidenta de su país. Ella le oculta a su padre (fanático que lamenta la pérdida de valores en la sociedad postalibán) que asiste al colegio laico y no al que enseña los principios del islam, en los que se proclama que la mujer debe estar sometida al hombre y al hogar, y observar los principios estrictos de la religión. La película es, además, una radiografía de los conflictos en Afganistán y buena parte del Medio Oriente: machismo, fundamentalismo, extrema pobreza, censura.
En México aumentan los feminicidios y la violencia contra las mujeres.