Una de las cuestiones más extendidas y de interpretación más compleja que han surgido en estos años de la pandemia es, a mi manera de ver las cosas, la terca resistencia a la vacunación. Ésta se ha manifestado en paralelo al complejo proceso que ha abarcado las etapas de investigación, formulación, ensayos y pruebas, producción, distribución y aplicación, casi siempre a través de campañas nacionales, organizadas y regidas por las autoridades de salud pública.
Se ha tratado de uno de los mayores y más extendidos esfuerzos de acción pública de que se tenga memoria. Valdría calificarlo de universal, a no ser por la desafortunada circunstancia de que se ha desarrollado en ausencia casi total de intentos de coordinación supranacional, más allá de los reiterados llamamientos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en favor de una distribución suficientemente equitativa, que, desde luego, no han rendido los frutos esperados.
Por otra parte, parece haber sido insuficiente la difusión de informaciones y valoraciones sobre la notable e indudable influencia de la vacunación en el control, manejo y modulación de la pandemia y de sus resultados más perniciosos, particularmente en términos de mortalidad. No han abundado, por desgracia, los análisis que correlacionen la magnitud y evolución del coeficiente de mortalidad por covid-19 con el avance y extensión de las campañas de vacunación. Encontré, el último día de enero, una nota muy informativa a este respecto en The New York Times, referida sólo al caso de Estados Unidos. Destaca, entre otros, elementos como los siguientes:
En octubre y noviembre de 2021, la mortalidad semanal promedio por covid-19 fue de 7.8 personas por cada 100 mil contagiados; la cifra correspondiente a quienes habían sido vacunados (con una o dos dosis, según la vacuna utilizada) fue más de 10 veces menor: 0.6, y de sólo 0.1 entre quienes habían recibido, además, una vacuna de refuerzo (o, como suele decirse, una tercera dosis).
En otras palabras: “La probabilidad semanal promedio de que una persona con el refuerzo de vacuna muriese por covid fue [en ese periodo] de una en un millón… Desde entonces, esta probabilidad sin duda ha aumentado, debido al recrudecimiento de los contagios por la variante ómicron. Probablemente volverá a abatirse en las próximas semanas, debido a que el brote ha comenzado a ceder y ómicron es menos virulenta que variantes anteriores del virus”. Recuérdese que, como indica la nota, son mucho más elevadas las probabilidades de que un estadunidense muera en accidentes de tránsito (2.4 por millón) o por influenza y neumonía (del orden de 3 por millón).
El Baylor College of Medicine estima en 200 mil el número de fallecidos por covid-19 en la segunda mitad de 2021 cuya muerte puede atribuirse de manera directa a su rechazo a la vacunación. En muchos otros casos la ausencia o los esquemas incompletos de vacunación han provocado mayor número de hospitalizaciones y estancias más largas y penosas en los nosocomios.
Una forma peculiar o idiosincrática de la resistencia a la vacunación de los estadunidenses es la que refleja su filiación política. El cruce entre ésta y el estatus de vacunación de la población adulta arroja los siguientes resultados: han permanecido sin vacunarse 36 por ciento de los republicanos, 24 por ciento de los independientes y sólo 9 por ciento de los demócratas. En el mismo orden, los porcentajes referidos a los que han sido vacunados, pero sin recibir el refuerzo, son de 30, 39 y 29 por ciento y, finalmente, los que corresponden a los vacunados con refuerzo son 32, 37 y 62 por ciento.
“La explicación más plausible para un patrón de esta naturaleza es la ideología política. Los demócratas más jóvenes son significativamente más avanzados que los mayores, de acuerdo con el Pew Research Center (y otros encuestadores). La ideología tiende a determinar las opiniones sobre el covid a través de una compleja mezcla de opiniones a menudo irracionales. Entre más avanzada sea la posición ideológica, es mayor la preocupación a la que da lugar covid [y viceversa].”
Se discute ahora con intensidad qué papel jugarán, más adelante en el año, la pandemia y las políticas ante la misma en las elecciones de medio término.