Si Cuba puede ofrecer a precios solidarios sus vacunas a los países de bajos ingresos e incluso donar cantidades importantes en algunos casos, no es sólo por su reconocida voluntad de practicar el internacionalismo. Esa voluntad es fundamental, pero se necesita mucho más. Tres ejemplos: la isla fue el primer país en el mundo en llevar a cabo la vacunación universal contra la covid-19 de niños mayores de 2 años; el primero en iniciar un nuevo curso con todos los escolares inmunizados; estudios preliminares del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, de La Habana, en vacunados con los biológicos cubanos Soberana y Abdala muestran que éstos tienen capacidad para generar anticuerpos ante la variante ómicron. Específicamente, en vacunados con esquema completo de Soberana 02 y Abdala; ello pudo apreciarse en 90 por ciento o más de los inmunizados. En el caso de quienes recibieron el refuerzo con Soberana 01 y Abdala ocurrió en 100 por ciento de los casos estudiados. Cabe recordar que en Cuba el esquema completo consta de tres dosis. Quienes reciben las dos primeras de Soberana 02 son inoculados con Soberana Plus en la tercera. Las vacunas fueron concebidas por los científicos de la isla con tres dosis porque ya en ese momento se previó la necesidad de un refuerzo. De modo que en Cuba, el actual refuerzo aplicado ya a más de 4 millones de personas corresponde a una cuarta dosis. Cuba exhibe resultados superiores a muchos otros países ante la variante ómicron y ello obedece a una estrategia de vacunación en escalada, acelerada y muy supervisada científicamente, que permitió inmunizar a la gran mayoría de la población mayor de 2 años y aplicar masivamente el refuerzo en el momento en que ascendían en flecha los contagios. También ha ayudado mucho que la isla no ha levantado las medidas de seguridad biológica desde el propio ingreso al país, como ha ocurrido en otras naciones. Cuando recientemente comenzó la apertura de fronteras al turismo internacional se hizo aplicando una serie de medidas de precaución como la exigencia a quienes ingresan de una PCR de 72 horas y el certificado de vacunación con esquema completo. Todas estas medidas y muchas otras muy creativas y con importante participación popular, explican por qué la isla muestra una letalidad de 0.81 por ciento contra 1.53 en el mundo y 1.86 en América. Además, Cuba exhibe 97.8 por ciento de pacientes recuperados, superior al de una lista de países seleccionados. Ese dato no sería posible si no fuera por la existencia de protocolos propios para tratar a los pacientes de covid, que incluyen varios fármacos de producción nacional.
Lo anterior, obviamente, no es ni mucho menos casual. Obedece principalmente a la existencia de una reconocida capacidad científica para crear y producir a escala considerable inmunógenos seguros y de alta eficacia y efectividad y a la vasta experiencia de un sistema de salud basado en un robusto nivel primario y en la participación de la sociedad. Ello, a su vez, está sustentado en una experiencia acumulada de décadas en la producción y aplicación de biológicos a los cubanos para prevenir diversas enfermedades. Aparte de la masiva vacunación contra la covid-19 actualmente en curso, en Cuba, todos los años, se aplican, en promedio, 4 millones 800 mil dosis de inmunógenos, simples o combinados, que protegen contra 13 enfermedades, incluida una pentavalente cuyos cinco componentes se producen en el país. La inmunización, que es totalmente gratuita desde principios de los años 60, alcanza a 98 por ciento de la población infantil. Cuba fue el primer país del planeta en eliminar la poliomielitis, fruto de las campañas de vacunación iniciadas desde 1962. El primero, también, en cumplir, con 19 años de antelación, la meta de la Organización Mundial de la Salud de aplicar el biológico antihepatitis B a las 24 horas después del nacimiento; además, lo hizo con una vacuna nacional. Lo que no ha de extrañar, pues la isla ha creado, producido, aplicado a su población infantil y exportado una vacuna contra la meningitis meningocócica B y C, la primera en el mundo eficaz contra el meningococo del tipo B. En 2003, registró y comercializó la vacuna Quimi-Hib obtenida por síntesis química, la primera en el mundo de este tipo contra la Haemophilus influenzae tipo b. Estos, entre otros avances de la biomedicina.
Debe mencionarse aquí la visión de Fidel Castro para muy temprano crear un sistema de salud gratuito y universal con un fuerte componente preventivo y haber dado enorme importancia a fundar una sólida red de centros de investigación biomédica. Este despliegue de humanismo, creatividad y sólida ciencia es una pesadilla para Washington, que se empeña en satanizar la medicina y los médicos cubanos, pero el tiro le saldrá por la culata.
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